Con mis ojos
Mirada a una situación social por la construcción de ciudadanía, el desarrollo institucional y el bienestar general. Respeto extremo al derecho a la intimidad y el buen nombre de las personas. Huye a las rutinas opinativas, a los ruidos mediáticos. Rehúye al sensacionalismo. Consciente de que la asepsia ideológica no existe, promueve el disenso, la crítica constructiva, sin descalificaciones.
Quienes apuestan a que en las elecciones del 17 de mayo de 2016 el opositor Partido Revolucionario Dominicano (PRD) bordeará porcentajes menores de 20 como los consignados ahora en los sondeos de opinión de Gallup y Asisa, quizás cometen el error de su vida. Se trata de algo más que deseos.
Pese a sus eternos traspiés y reciente desangramiento, esa organización fundada en Cuba el 21 de enero de 1939 (llegó al país el 1 de julio de 1961), no luce agotada del todo en el imaginario de miles de familias, incluyendo nuevos votantes y menores que –aunque desconozcan la tragedia histórica- habrían recibido de sus progenitores la inyección de la vieja pasión por el blanco y el “jacho prendío” de su bandera.
El PRD solo ha ganado cinco de las 14 elecciones presidenciales de la época pos-Trujillo (1962, 1978, 1982, 1986, 2000), pero en ninguna de las derrotas ha sufrido caídas estrepitosas que auguren un colapso en el corto plazo, y menos su desaparición.
Desde su barrida a la Unión Cívica Nacional en el primer certamen democrático celebrado en 1962, con su fundador y líder Juan Bosch como candidato a la presidencia (58.72%), los porcentajes exhibidos son contundentes. Algunos de los más representativos: 1990: 38.4; 1994: 38; 1996: 33.4; 2000: 49.8; 2004: 40.48; 2008:38; 2012: 46.95.
Solo en el 2000 bajó al 33%, en razón de la grave crisis económica y a la modificación de la Constitución para habilitar al Presidente Mejía (2000-04), quien sin embargo volvió a reponerse en 2012, aunque no ganó.
DE LA OPINIÓN A LA ACTITUD
A un año y tres meses de los comicios, los resultados de los estudios del mercado electoral dominicano reflejan un estado negativo de la opinión. Estado provocado por los agudos pleitos internos, la ruptura de su liderazgo y la creación apresurada de otro partido, más una agresiva campaña de ataques, muchos de ellos personales, contra el presidente Miguel Vargas.
Pero eso no significa necesariamente que el PRD será derrotado de manera vergonzosa el próximo año. La opinión no siempre refleja la actitud.
Esas opiniones son manejables mientras no se conviertan en actitud, es decir, en una decisión de voto. Controlar ahora la presión de las reacciones negativas evita al partido un infarto al miocardio o un derrame vascular.
En cuanto a la imagen, no luce tan lacerada, al menos entre gran parte de su militancia, la cual –quizá como mecanismo de auto-conservación-- prefiere ver los recurrentes líos internos como un ejemplo de democracia, no como caos.
La imagen no es lo que alguien dice del otro como resultado de las emociones del momento; es, en cambio, lo que ha quedado en las mentes de las personas cuando ha pasado el tiempo y las aguas han retornado a su nivel (J. Costa).
Así, el que un alto porcentaje de electores haya verbalizado su malestar respecto del partido blanco y su presidente, y hasta haya anunciado su inclinación por otras preferencias, no implica de manera automática un voto contrario el próximo año. Eso puede cambiar, salvo que la dirigencia desprecie el indicador de alerta verde y no adopte acciones preventivas.
El endurecimiento de tal estado de ánimo sí podría terminar en una catástrofe electoral sin precedentes. Mientras eso no suceda, los apreciables porcentajes consignados por las más recientes encuestas al nuevo PRM y a Alianza País, si asumidos como ciertos, resultan volátiles; poco probable que se mantengan si el PRD juega sin dormir a las buenas tácticas y estrategias para apaciguar el descontento y recomponerse. Ni hablar del soporte que representa la fortaleza del sistema de partidos.
Para bien o para mal, el PRD es una tradición dominicana, una marca. Pesa más en el inconsciente de la gente que sus propios líderes. Si no, habría desaparecido cuando su fundador y prestigioso líder, profesor Juan Bosch, junto a un grupo de notables, lo abandonó en 1973, tras considerarlo inviable, y formó el Partido de la Liberación Dominicana. O cuando, un acosado José Francisco Peña Gómez, orador fogoso y líder de amplia base popular, tuvo que formar el Bloque Institucional Socialdemócrata. O cuando un amistoso y campechano Jacobo Majluta formó el Partido Revolucionario Institucional luego de sentirse engañado.
La salida reciente del expresidente Hipólito Mejía y la expresidenta Milagros Ortiz Bosch (2000-2004), el exalcalde Rafael Suberví Bonilla, los expresidentes del Senado Ramón Alburquerque y Andrés Bautista, el excanciller Hugo Tolentino Dipp y José Rafael Abinader, entre otros dirigentes, ha dejado una sensación de vacío en el ambiente de los blancos.
Pero queda por verse si esa situación terminará en fidelización y en el marcado de la boleta a favor de los PRM cuando llegue la hora de la verdad y el votante se sienta dueño y señor de sus decisiones en la soledad de la urna. Su éxito depende del trabajo sistemático y de si se mantiene por mucho más tiempo la tenue la llama del “jacho”. http://www.7dias.com.do/opiniones/2015/03/11/i184063_prd-queda-arraigo.html#.VQDZznyG_m4
Sobre el autor
Periodista. Profesor en la Escuela de Comunicación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la que dirigió durante seis años y donde imparte docencia desde hace veinte años. También ha sido profesor en Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y en la Universidad Católica de Santo Domingo.
- tonypedernales@yahoo.com.ar
11 DE MARZO 2015
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