Obama y Merkel buscan un frente común para estabilizar Ucrania
Los líderes estadounidense y alemán dan unos días a la diplomacia
MARC BASSETS Washington 9 FEB 2015 - 21:50 CET
Estados Unidos y la Unión Europea quieren dar una oportunidad a la diplomacia antes de adoptar nuevas medidas contra Rusia por su papel en Ucrania. En una semana que puede ser clave en un conflicto que estalló hace un año, el presidente Barack Obama y la canciller Angela Merkel aparcaron este lunes las discrepancias y enviaron un mensaje de unidad al presidente ruso, Vladímir Putin.
El objetivo inmediato es preservar la frágil cohesión entre los socios occidentales. Una de las bazas de Putin ha sido la división: entre los miembros de la UE, entre EE UU y la UE, y dentro del propio Gobierno estadounidense. Las negociaciones sobre Ucrania se juegan en estos tres tableros.
Obama y Merkel, su interlocutora europea en esta crisis, han procurado sincronizar las decisiones. Esto ha obligado a veces al presidente de EE UU a ralentizar las sanciones, en espera de que la UE se sumase. Ahora ocurre de nuevo con la posibilidad de que EE UU entregue armas a las fuerzas ucranias.
Merkel rechaza armar a Ucrania. Obama, aunque es reacio a una medida que podría echar gasolina al conflicto y que va en contra del realismo que preconiza en la política exterior, afronta presiones crecientes, en el Congreso y dentro de su propio Gobierno, para que EE UU se implique más en la defensa de un país aliado ante el acoso del gigante ruso.
Tras la reunión de Obama y Merkel en la Casa Blanca, una cosa quedó clara: EE UU esperará al desenlace de las conversaciones de esta semana para decidir si arma a Ucrania. El debate en Washington sigue abierto.
“No he decidido nada [sobre la posibilidad de armar a Ucrania]”, dijo Obama en una rueda de prensa en Washington junto a Merkel. “Sobre la exportación de armas”, dijo Merkel, “he dado mi opinión. Pero estén seguros de que, decidamos lo que decidamos, la alianza entre Estados Unidos y Europa seguirá en pie, seguirá siendo sólida, aunque en algunos temas podamos discrepar”.
La prioridad ahora es el esfuerzo francoalemán para alcanzar un alto el fuego. Merkel y el presidente francés, François Hollande, prevén reunirse el miércoles en Minsk, la capital de Bielorrusia, con Putin y el presidente ucranio, Petró Poroschenko. Las esperanzas en Washington y en las capitales europeas de que Putin acepte un acuerdo son escasas.
“Seguimos implicados en una resolución diplomática de este tema, pero mientras siguen los esfuerzos diplomáticos esta semana, estamos totalmente de acuerdo en que en el siglo XXI no podemos permitir que las fronteras de Europa se redibujen a punta de pistola”, dijo Obama. “Como europea, sólo puedo decir que, si renunciamos al principio de la integridad territorial de los países, entonces no seremos capaces de mantener el orden pacífico que hemos logrado alcanzar en Europa”, coincidió Merkel.
Si el plan francoalemán fracasa, se abren varias opciones. Merkel prefiere ampliar las sanciones a Rusia. En EE UU la discusión será si enviar armas al Ejército de Ucrania y si es conveniente hacerlo unilateralmente, sin los europeos.
Las sanciones económicas a Rusia y la ayuda financiera a Ucrania son el eje de la política de EE UU y Europa desde que, en febrero de 2014, las protestas en Kiev precipitaron la caída del presidente Víctor Yanukovich, la anexión por Rusia de la península de Crimea y la insurrección prorrusa en el este del país. Veinticinco años después de la caída del Muro de Berlín, el fantasma de una nueva guerra fría regresó a Europa.
Las sanciones han dañado a la economía rusa pero no han disuadido a Putin de instigar, como le acusan Washington y la UE, la secesión del este y de armar a los insurgentes. La escalada bélica de las últimas semanas ha vuelto a movilizar a los europeos en busca de un alto el fuego y ha reforzado la idea, en Washington, de que la política vigente es insuficiente.
La posibilidad de enviar armas permitiría a las precarias fuerzas ucranias defenderse en mejores condiciones y, como dijo Obama, encarecería para Putin el coste de su implicación en Rusia. Pero la incógnita es qué ocurrirá después si este método no funciona, si tampoco así el presidente ruso renuncia a la injerencia en el país vecino.
Si los combates no acaban en el este de Ucrania, ¿qué hará EE UU? ¿Hasta dónde llegará? ¿Romperá esta Administración su tradicional cautela en la política exterior si los europeos, principales afectados por el conflicto en Ucrania, no le apoyan?
Obama admite —y este lunes volvió a decirlo junto a Merkel— que no existe una solución militar al conflicto. Nadie en Washington cree hoy que la soberanía de Ucrania valga una gota de sangre estadounidense. Putin, en cambio, ve Ucrania como un interés vital para su país.
¿Armas para Kiev?
Europa. Alemania encabeza el grupo de países europeos que se oponen al envío de armamento a las Fuerzas Armadas de Ucrania. Francia, Reino Unido, Italia y España también descartan recurrir a esa opción. Polonia y Lituania, en cambio, sí la contemplan y creen que Europa no debería desecharla.
EE UU. Al otro lado del Atlántico, varios congresistas del Partido Republicano y destacadas figuras de referencia del ámbito de la defensa defienden el envío de armas. Entre ellos figuran el senador John McCain, el excomandante supremo de la OTAN James Stavridis y el candidato a asumir la jefatura del Pentágono, Ashton Carter. La Administración de Barack Obama, sin embargo, se muestra prudente. No descarta la opción pero reconoce sus riesgos y apuesta por dar una oportunidad al proceso negociador impulsado por Alemania y Francia.
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