lunes, 2 de octubre de 2017

La corrupción es una carcoma y el buen político también es mártir

«La corrupción es una carcoma y el buen político también es mártir»

El Papa comenzó su visita a Cesena hablando de política: «Que no sea ni sierva ni patrona, sino amiga y colaboradora». «Es la hora del diálogo entre ancianos y jóvenes. Sigan por este camino»
REUTERS
El Papa en Cesena
Pubblicato il 01/10/2017
Ultima modifica il 01/10/2017 alle ore 09:31
ENVIADO A CESENA
La política no debe ser «ni sierva ni patrona, sino amiga y colaboradora». Tampoco «temerosa ni temeraria, sino responsable y valiente y prudente». Que no deje «a los márgenes a algunas categorías, que no saquee ni contamine los recursos naturales». «Que sepa armonizar las legítimas aspiraciones de individuos y de grupos manteniendo el timón bien firme sobre el interés de toda la ciudadanía». El Papa francisco comenzó su visita a Cesena, antes de dirigirse a Bolonia, en la Plaza del Pueblo, lugar simbólico del encuentro que alude al bien común, en el que «se amasa el bien común». EL Pontífice invitó a los políticos a que pidan perdón cuando se equivoquen, y después «seguir adelante». También hizo un fuerte llamado para reforzar el diálogo entre los jóvenes y los ancianos. 

El Pontífice llegó a Cesena (para después dirigirse a Bolonia) hoy, primero de octubre de 2017, en el tercer centenario del Papa Pío VI. En Bolonia, en cambio, participará en la conclusión del Congreso eucarístico diocesano. A su llegada al helipuerto, cerda del Hipódromo de Cesena, el Papa fue recibido por monseñor Douglas Regattieri, obispo de Cesena-Sarsina. Inmediatamente después se dirigió en coche hacia la Plaza del Pueblo, en donde se reunió con los ciudadanos. 

El Pontífice se dijo «feliz de comenzar mi visita a Cesena en este lugar tan significativo para la vida civil y social de su ciudad. Una ciudad –recordó– rica en civilización y cargada de historia, que entre sus hijos más ilustres vio nacer a dos Papas: Pío VI, de quien recordamos el tercer centenario de nacimiento, y Pío VII». 
Desde hace siglos «esta Plaza constituye el lugar de encuentro de los ciudadanos y el ámbito en donde se pone el mercado. Merece, pues, su nombre: Plaza del Pueblo, o simplemente “La Plaza”, espacio público en el que se toman decisiones relevantes para la ciudad en su Palacio Municipal y se ponen en marcha iniciativas económicas y sociales». Es un lugar «emblemático en donde las aspiraciones de los individuos se confrontan con las exigencias, las expectativas y los sueños de toda la ciudadanía; en donde los grupos particulares cobran conciencia de que sus deseos deben ser armonizados con los de la colectividad; en donde se aprende que, si no se persigue con constancia, compromiso e inteligencia el bien común, ni siquiera los individuos podrán usufruir sus derechos ni realizar sus más nobles aspiraciones, porque faltaría el espacio ordenado y civil en donde vivir y operar». Es el lugar en el que se «amasa el bien común, se trabaja por el bien común». 

La centralidad de la plaza «manda, pues, el mensaje de que es esencial trabajar todos juntos por el bien común. Esta es la base del buen gobierno de la ciudad, que la hace bella, sana y acogedora, encrucijada de iniciativas y motor de un desarrollo sostenible e integral». 

Y la Plaza del Pueblo, «como todas las demás Plazas de Italia, apela a la necesidad, para la vida de la comunidad, de la buena política; no de esa que es sierva de ambiciones individuales o de la prepotencia de facciones o centros de intereses», subrayó el Papa. Más bien «una política que no sea ni sierva ni patrona, sino amiga y colaboradora; no temerosa ni temeraria, sino responsable y, por lo tanto, valiente y prudente al mismo tiempo; que se involucren cada vez más las personas, que sean progresivamente incluidas y participen cada vez más»; y «que no deje al margen a algunas categorías, que no saquee ni contamine los recursos naturales –ellos, efectivamente no son un pozo sin fondo sino un tesoro que nos ha dado Dios para que lo usemos con respeto e inteligencia. Una política que sepa armonizar las legítimas aspiraciones de los individuos y de los grupos manteniendo el timón bien firme sobre el interés de toda la ciudadanía». 

Este es «el rostro auténtico de la política y su razón de ser: un servicio inestimable para el bien de toda la colectividad. Y este es el motivo por el cual la doctrina social de la Iglesia la considera una noble forma de caridad». 

«La corrupción –afirmó duramente– es la carcoma de la vocación política, no deja que crezca la civilización y el buen político tiene también la propia cruz cuando quiere ser bueno, porque debe dejar muchas veces sus ideas personales para tomar las iniciativas de los demás y armonizarlas, acomunarlas para que se conviertan en el bien común; en este sentido, el buen político siente que es un mártir, digamos, porque deja sus propias ideas y las pone al servicio para dirigirse hacia el bien común». 

Francisco también exhortó a los chicos y a los menos jóvenes «a prepararse adecuadamente y comprometerse personalmente en este campo, asumiendo desde el comienzo la perspectiva del bien común y rechazando cualquier forma de corrupción por mínima que sea». 

Después el Pontífice exhortó, como en otras ocasiones, a un mayor diálogo entre generaciones, en particular entre jóvenes y ancianos: porque «el anciano, con su sabiduría, puede corregir al político que corre el riesgo de equivocarse, indicándole el camino correcto. Hoy no es el tiempo solamente de los jóvenes, sino de los jóvenes y de los ancianos juntos». Ha llegado el momento «del diálogo entre jóvenes y ancianos. Por favor, vayan por este camino». Y principalmente en la política. 

El obispo de Roma animó a «exigir de los protagonistas de la vida pública coherencia de compromiso, preparación, rectitud moral, capacidad de iniciativa, paciencia y fuerza de ánimo al afrontar los desafíos de hoy, pero sin pretender una imposible perfección». 

Los asuntos humanos e históricos «y la complejidad de los problemas no permiten resolver todo inmediatamente. Un sano realismo sabe que incluso la mejor clase dirigente no puede resolver en un abrir y cerrar de ojos todas las cuestiones. Para darse cuenta es suficiente tratar de actuar personalmente, en lugar de limitarse a observar y criticar desde el balcón las acciones de los demás». 

De esta manera se encontrará la fuerza para asumir las propias responsabilidades que nos competen, comprendiendo al mismo tiempo que, incluso la ayuda de Dios y la colaboración de los hombres, se podrán «cometer errores». Y cuando suceda que «un político se equivoque, que pida perdón –exclamó el Papa sin leer el texto que había preparado–, y después, seguir adelante». 

Cesena, «como toda la Romaña, ha sido tradicionalmente tierra de encendidas pasiones políticas», recordó; y por ello «quisiera decirles a todos ustedes: vuelvan a descubrir también en el presente el valor de esta dimensión esencial de la convivencia civil y den su aportación, estén listos para hacer que prevalezca el bien del todo por sobre el bien de una parte; estén listos para reconocer que hay que verificar cada idea y remodelarla mediante la confrontación con la realidad; estén listos para reconocer que es fundamental poner en marcha iniciativas suscitando amplias colaboraciones más que apostar por en ocupar puestos». 

Y Francisco subrayó: «Sean exigentes con ustedes mismos y con los demás, sabiendo que el compromiso consciente acompañado con una preparación idónea dará frutos y hará que crezcan el bien e incluso la felicidad de las personas». 

La política, en estos años, ha parecido «a veces retroceder frente a la agresividad y a la presencia de otras formas de poder –observó–, como el poder financiero o mediático. Hay que volver a impulsar los derechos de la buena política, su idoneidad específica para servir al bien público, para actuar con el objetivo de disminuir las desigualdades y promover con medidas concretas el bien de las familias, ofreciendo un sólido marco de derechos-deberes y haciéndolos efectivos para todos». 

Para concluir el Pontífice pidió rezar «al Señor para que suscite buenos políticos, a los que les importe verdaderamente la sociedad, el pueblo y el bien de los pobres». 
Antes de despedirse de la Plaza del Pueblo, Francisco recordó a «quienes están sufriendo» y después bajó del palco para saludar a los enfermos que estaban presentes.  
http://www.lastampa.it/2017/10/01/vaticaninsider/es/vaticano/la-corrupcin-es-una-carcoma-UqQBaaOmC6erVKo0WoBLlK/pagina.html

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