Por Narciso Isa Conde
Contrasta  el rol clientelista, plagado de simulaciones, de los agentes gubernamentales-estatales, con la inmensa solidaridad espontánea y amorosa del pueblo dominicano hacia las víctimas de nuestra tragedia social potenciada por fenómenos naturales adulterados por el cambio climático.
Las víctimas son los/as más empobrecidos/as, excluidos/as, marginados/as… empujados hacia las zonas más vulnerables, más desprotegidas, más riesgosas.
No son ni los ricachones de cunas, ni los nuevos ricos, ambos blindados por sus fortunas y refugiados en sus lujosos bunkers protegidos por una institucionalidad a su servicio.
Ellos, sus instrumentos políticos y militares, sus corporaciones, sus gobiernos, sus poderes judiciales y legislativos…son los victimarios, actores y cómplices de la explotación y el latrocinio que empobrece seres humanos y naturaleza toda. Que genera bienes para las élites y males para el resto de la sociedad.
Ellos huracán tras huracán procrean más vulnerabilidad y lloriquean los impactos destructivos temporales fingiendo de filántropos.
El uso politiquero de la tragedia humana
Hablan de “ayuda” donando lo que no es suyo, sino de todos/as; o distribuyendo una pizca de lo que se han robado.
Agotadas sus “lágrimas de cocodrilos” vuelven dejar todo peor: los pobres más pobres que retornan a sus nichos inmundos más depredados y con mayores riesgos.
Ha sido así desde el ciclón San Zenón.
La tragedia humana usada como escenario del clientelismo, de la simulación, del disfraz de magnates y politiqueros, de la propaganda mentirosa.
Hunden las economías, quiebran a los más débiles, empobrecen sin cesar, depredan el patrimonio natural, saquean las cuencas de los ríos y las montañas…y cuando las aguas y los vientos arrasan fungen de salvadores.
Contrasta esto –repito- con el crecimiento de la intuición popular acerca de víctimas y victimarios, el auge de una actitud que se apoya en la idea de que “solo pueblo salva al pueblo”, de que el poder constituido no guarda diferencia con la Cueva de Alí Babá, de que tenemos que auto-defendernos, de que debemos practicar la solidaridad desinteresada.
Eso explica que la mayor cantidad de refugios son casas de amigos y familiares. Que predominan abrumadoramente los desplazamientos por cuenta propia. Que el volumen del apoyo en ropa, medicinas, alimentos, colchones, camas… procede de una avalancha construida por la sociedad dominicana aquí y en el exterior. Que el pueblo verde, sin autopromoción, sin gastos millonarios en publicidad, se emplea a fondo para mitigar la tragedia humana, mientras los jorocones del poder multiplican privilegios, dispendios, aparatosidad, gastos superfluos…
Esto marca una ruta de apoderamiento popular al margen del Estado y de las elites capitalistas. Una ruta de poder paralelo, de alternativa a la civilización partitocrática y burguesa decadente, de alternativa al poder mafioso que se recicla empobreciéndonos material y espiritualmente esta sociedad.
Las culpas específicas en los males acumulados no se pueden obviar, ni en la historia remota ni en la reciente ni en el presente. Y vale de inmediato apuntar contra los culpables recientes que gravitan sobre este presente dramático: los cogollos del PRSC, PRD-PRM, PLD y grupos satélites entrelazados con poderosas cúpulas empresariales y policiales-militares.
Todos sus integrantes brutalmente enriquecidos, con voluminosos expedientes de corrupción y variados delitos de Estados.
Todos todavía impunes, ejerciendo poder desde arriba y disfrutando  de sus inmensas fortunas… hasta que la autoorganización popular y la rebeldía logren arrasar su blindaje y sacarlos de sus bunkers perfumados.
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