Eterno borrón
En su discurso de los primeros 100 días en noviembre de 2012, el presidente Danilo Medina hizo un llamado a no lanzar piedras hacia atrás ante las demandas de justicia por la corrupción que enarbolaban los jóvenes en las calles. Pero como sucede en cada cambio de Gobierno, en la República Dominicana hubo un nuevo borrón.
A Trujillo lo ajusticiaron y así pagó por ser ladrón y matón, pero los torturadores y violadores salieron ilesos en la transición. La familia Trujillo se marchó al exilio, pero la mayoría del círculo permaneció en el país. Se engancharon en el Gobierno bajo la tutela del cortesano de la Era, Joaquín Balaguer.
“Viva el jefe” genera todavía controversia porque no se sabe si es una adicción, una afección, una provocación o una confusión. A la lista de maldades de la dictadura se contraponen los méritos, y aunque creo que el pueblo dominicano no es tan trujillista como a veces se pinta, nadie sabe con certeza cuánto autoritarismo hay todavía en los tuétanos de los dominicanos.
Balaguer no fue un tirano y tuvo mejor suerte; murió de vejez no ajusticiado; pero dedicó su vida a enriquecer una casta a cambio de apoyo político. El poder era su obsesión. En aquellos turbulentos 12 Años, los contratos grado a grado proliferaron, las empresas de CORDE las despilfarraron, y sus hermanas completaron el reparto con la Cruzada del Amor. La corrupción se detenía, según el otrora caudillo, en las puertas de su despacho. ¡Vaya consolación!
Cuando Balaguer fue desplazado por el PRD en 1978, tampoco hubo comisión de justicia. Los crímenes de los 12 Años quedaron impunes. El aura de presidente civil de Balaguer lo liberó de presión, y el pueblo dominicano se conformó con que Antonio Guzmán destutanó las cabezas militares. Esa fue la gran hazaña de la transición democrática dominicana.
Balaguer retornó al poder en 1986 y encarceló a Salvador Jorge Blanco en medio de escándalos y desencantos, no para combatir la corrupción, sino para mantener el PRD subyugado. Fueron 10 años más de desfalcos en el Estado.
Pasada la era de represión, la corrupción se convirtió en el gran crimen público. Hipólito Mejía amagó con enjuiciar los cabecillas de la gestión peledeísta de 1996-2000, unos cuantos estuvieron presos por el PEME (el programa de pacificar los barrios), y san se acabó. Mejía declaró libre de pecado a los ex presidentes.
En el 2004, cuanto la gente pedía la cabeza de los perredeístas y votó masivamente por el PLD, el entonces presidente Leonel Fernández ni siquiera hizo allante de justicia. El PRD salió ileso con un nuevo borrón, y el PLD inauguró su gran Era de acumulación.
El combate a la corrupción desplazó el combate a la represión, pero al igual que antes, se convirtió en un cuento ficción. Siempre ha interesado más encubrir que develar para que la maquinaria de acumulación siga a todo vapor.
Al llegar al poder en el 2012, Danilo Medina decidió no tirar piedras para atrás, ni tampoco hacia adelante. Por eso los embrollos de ahora. Hasta CORDE y el CEA siguen generando escándalos con reventas de tierras.
Y también llegó el escándalo Odebrecht. El presidente Medina no quiso hablar del tema hasta el 27 de febrero. En su discurso no dijo nada nuevo. Buscó la reafirmación de su presidencia. En el clímax mencionó las vacas sagradas y que caiga quien caiga, y al oír el grito hasta algunas vacas aplaudieron.
Lo que suceda dependerá de los datos que ofrezca Brasil, porque en tierra dominicana, hay adicción ancestral al eterno borrón.
A Trujillo lo ajusticiaron y así pagó por ser ladrón y matón, pero los torturadores y violadores salieron ilesos en la transición. La familia Trujillo se marchó al exilio, pero la mayoría del círculo permaneció en el país. Se engancharon en el Gobierno bajo la tutela del cortesano de la Era, Joaquín Balaguer.
“Viva el jefe” genera todavía controversia porque no se sabe si es una adicción, una afección, una provocación o una confusión. A la lista de maldades de la dictadura se contraponen los méritos, y aunque creo que el pueblo dominicano no es tan trujillista como a veces se pinta, nadie sabe con certeza cuánto autoritarismo hay todavía en los tuétanos de los dominicanos.
Balaguer no fue un tirano y tuvo mejor suerte; murió de vejez no ajusticiado; pero dedicó su vida a enriquecer una casta a cambio de apoyo político. El poder era su obsesión. En aquellos turbulentos 12 Años, los contratos grado a grado proliferaron, las empresas de CORDE las despilfarraron, y sus hermanas completaron el reparto con la Cruzada del Amor. La corrupción se detenía, según el otrora caudillo, en las puertas de su despacho. ¡Vaya consolación!
Cuando Balaguer fue desplazado por el PRD en 1978, tampoco hubo comisión de justicia. Los crímenes de los 12 Años quedaron impunes. El aura de presidente civil de Balaguer lo liberó de presión, y el pueblo dominicano se conformó con que Antonio Guzmán destutanó las cabezas militares. Esa fue la gran hazaña de la transición democrática dominicana.
Balaguer retornó al poder en 1986 y encarceló a Salvador Jorge Blanco en medio de escándalos y desencantos, no para combatir la corrupción, sino para mantener el PRD subyugado. Fueron 10 años más de desfalcos en el Estado.
Pasada la era de represión, la corrupción se convirtió en el gran crimen público. Hipólito Mejía amagó con enjuiciar los cabecillas de la gestión peledeísta de 1996-2000, unos cuantos estuvieron presos por el PEME (el programa de pacificar los barrios), y san se acabó. Mejía declaró libre de pecado a los ex presidentes.
En el 2004, cuanto la gente pedía la cabeza de los perredeístas y votó masivamente por el PLD, el entonces presidente Leonel Fernández ni siquiera hizo allante de justicia. El PRD salió ileso con un nuevo borrón, y el PLD inauguró su gran Era de acumulación.
El combate a la corrupción desplazó el combate a la represión, pero al igual que antes, se convirtió en un cuento ficción. Siempre ha interesado más encubrir que develar para que la maquinaria de acumulación siga a todo vapor.
Al llegar al poder en el 2012, Danilo Medina decidió no tirar piedras para atrás, ni tampoco hacia adelante. Por eso los embrollos de ahora. Hasta CORDE y el CEA siguen generando escándalos con reventas de tierras.
Y también llegó el escándalo Odebrecht. El presidente Medina no quiso hablar del tema hasta el 27 de febrero. En su discurso no dijo nada nuevo. Buscó la reafirmación de su presidencia. En el clímax mencionó las vacas sagradas y que caiga quien caiga, y al oír el grito hasta algunas vacas aplaudieron.
Lo que suceda dependerá de los datos que ofrezca Brasil, porque en tierra dominicana, hay adicción ancestral al eterno borrón.
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