El Progreso no tiene quien le escriba
06/03/2017 12:00 AM - ANDRÉS DAUHAJRE HIJO
No importa la nacionalidad del que encienda la televisión para ver las noticias, sintonice la radio para escuchar los miles de comentarios que transmiten nuestros programas de opinión, tome los diarios para leer los titulares o se exponga 24/7 a ver todo lo que circula por las redes sociales sobre nuestro país. La impresión que se lleva es alarmante.
Parecería que vivimos en un país fallido, donde todo se ha venido abajo. Todos conocemos las razones que parecen haber motivado la histeria desconcertante de una sociedad civil, que el año pasado, según las estimaciones oficiales de la DGII, evadió RD$243,213 millones en el pago de impuesto sobre la renta y del Itbis.
La realidad que perciben los extranjeros que nos analizan día a día, estudian, comparan con el resto de la región y del mundo, y al final nos valoran positivamente -no con palabras sino con hechos cuando invierten en activos fijos y financieros del país, es totalmente contraria a la denostación general del Gobierno y de la clase política que ha secuestrado todo el espectro de tiempo y espacio de nuestros medios de comunicación.
Los sectores racionales y sensatos de la sociedad deberían hacer un alto en el camino, y encerrarse un fin de semana en uno de los resorts que generalmente frecuentan los fines de semana, para ponderar si realmente les favorece el curso por el que algunos, quizás deprimidos por la negativa de la mayoría de la población de favorecerlos en las urnas, quieren llevar a la Nación, entendiendo que esa es la única opción que tienen de arrebatar lo que el pueblo dominicano no les ha confiado para administrar.
Aunque quizás, convertirnos en un país fallido sea el objetivo perseguido por algunos, la realidad es que República Dominicana no es Brasil. Mucho menos Venezuela. Es sencillamente, la economía mejor evaluada de la región por los progresos indiscutibles que han generado las políticas económicas y sociales del Gobierno de Danilo Medina.
República Dominicana, es el país de mayor crecimiento de la región en los últimos tres años, con un crecimiento anualizado promedio de 7.1%. Es el líder en crecimiento anual del ingreso por habitante en paridad de poder adquisitivo en la América Latina y el Caribe en los últimos tres años, también con un promedio anual de 7.1%
Ha sido uno de los tres países líderes en la creación de empleos en la región durante los últimos cuatro años, al crear 480,930 empleos netos adicionales, que no es más que los empleos brutos creados menos los que se perdieron, para mejor comprensión de algunos comentaristas de radio. República Dominicana ha sido el país que más reducción ha logrado en el desempleo en los últimos cuatro años, al bajarlo de 7.0% a 5.2%, es decir, en 1.8 puntos porcentuales.
Después de Costa Rica, es el país con moneda propia en la región con la menor inflación en los últimos tres años: un promedio anualizado de apenas 2.7%. Ningún otro exhibe mejor combinación de alto crecimiento económico y baja inflación en los últimos tres años.
República Dominicana, es el país líder de la región en reducción de la pobreza en los últimos cuatro años (septiembre 2012-septiembre 2016), al reducirla en 12.2 puntos porcentuales, superando a Paraguay (10.2) y Bolivia (6.5). Somos además uno de los tres países líderes en reducción de la indigencia, con una reducción de 5.0 puntos porcentuales.
Ningún otro país de la región registra un nivel de esfuerzo fiscal superior al realizado por la República Dominicana en los últimos cuatro años. La administración de Danilo Medina ha logrado reducir el déficit del sector público consolidado en 3.8 puntos porcentuales del PIB del 2012 al 2016, la mayor reducción registrada entre todos los países de la región.
La reducción del déficit continuó en el año 2016, a pesar de que muchos preanunciaron su aumento debido al ciclo electoral. Pronosticaron un aumento del déficit en el 2016 debido a que era un año de elecciones y generalmente, el gasto tiende a desbordarse y las recaudaciones a deprimirse en esos años. Esta vez, contra todos los pronósticos, las cosas fueron diferentes. Este manejo fiscal responsable ha sido reconocido por las firmas calificadoras de riesgo y los bancos de inversión, permitiendo al Gobierno colocar sus bonos globales a tasas cada vez menores.
Contrario a la prédica de la oposición política, la República Dominicana fue uno de los tres países de la región que menos aumentó la deuda gubernamental en los últimos cuatro años, la cual aumentó 4.5% del PIB al pasar de 28.6% en el 2012 a 33.1% en el 2016. Cuanto este aumento de 4.5% del PIB se contrasta con el de 8.3% en Chile, 10.2% en Costa Rica, 12.3% en Argentina, 12.9% en México, 13.4% en Colombia, 16.0% en Brasil y 17.9% en Ecuador, debería reconocerse, con humildad, que Danilo Medina ha realizado un esfuerzo considerable para mantener la deuda pública a niveles razonablemente sostenibles. Si se incluye la deuda del Banco Central neta de sus reservas internacionales netas, el aumento de la deuda del sector público consolidado en los últimos cuatro años fue de sólo 3.9% del PIB.
Somos uno de los dos países de la región con mayor reducción en el gasto público en los últimos cuatro años, al reducirlo en 2.6% del PIB, a pesar de que el Gobierno elevó la inversión pública en educación, en ese mismo período, en 1.75% del PIB. Todo dominicano sensato debería reconocer la magnitud del esfuerzo realizado. Sólo tres países en la región, Guatemala (4.1%), Panamá (4.3%) y Chile (4.4%), tuvieron en el 2016 una nómina pública como porcentaje del PIB inferior a la de República Dominicana (4.5%).
Somos el país de la región con la mayor reducción del déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos en los últimos cuatro años, acumulando una mejoría de 4.9% del PIB. Un marco de políticas públicas orientado a fomentar el desarrollo del sector turismo ha contribuido a que la República Dominicana registre el mayor incremento en la tasa de ocupación hotelera en la región, al pasar de 70.3% en el 2012 a 78.0% en el 2016.
La extraordinaria mejoría de las cuentas externas de los últimos cuatro años permitió a la República Dominicana convertirse en el país de la región con el mayor aumento de las reservas internacionales netas del Banco Central, con un crecimiento acumulado superior a 88%, y en uno de los cinco con mayor estabilidad de su moneda, registrando una depreciación anual promedio de apenas 3.8%. Sólo cuatro países, entre los cuales está República Dominicana, lograron mejorar la calificación de riesgo asignada por Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch durante el período 2012-2016.
La verdad es que ningún país de la región ha progresado tanto económica y socialmente como la República Dominicana en los últimos cuatro años. Pero también hemos registrado un progreso institucional considerable. La mejor demostración de lo anterior ha sido la ruptura del ciclo electoral, como variable explicativa del déficit fiscal, que se verificó en el 2016.
No debe tomarse a la ligera la propuesta de encerrona que estamos recomendando a los sectores empresariales y de la sociedad civil y profesional, precisamente quienes más perderían si continúan jugando a un maniqueísmo político que asigna el monopolio de la maldad, la deshonestidad y la corrupción a los políticos mientras la parcela de la bondad, la honestidad y la transparencia es reservada en exclusividad a los empresarios, civiles y profesionales.
Este es un juego peligroso, excesivamente peligroso. Esa clase política que hoy denostamos y difamamos, es la principal responsable del progreso que ha registrado la República Dominicana en las últimas dos décadas. Y lo ha logrado con una de las presiones tributarias más bajas de la región y del mundo, producto en gran parte, de una evasión fiscal que en el período 2001-2014 alcanzó RD$1,560,697 millones, equivalente a 502 veces el monto de los recursos que, durante el mismo período, fueron supuestamente recibidos por los “monopolistas de la maldad, la deshonestidad y la corrupción” para favorecer a una empresa privada. Conviene reducir el creciente déficit de sensatez y prudencia que abriga a la Nación. Recuerden, no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir. l
Parecería que vivimos en un país fallido, donde todo se ha venido abajo. Todos conocemos las razones que parecen haber motivado la histeria desconcertante de una sociedad civil, que el año pasado, según las estimaciones oficiales de la DGII, evadió RD$243,213 millones en el pago de impuesto sobre la renta y del Itbis.
La realidad que perciben los extranjeros que nos analizan día a día, estudian, comparan con el resto de la región y del mundo, y al final nos valoran positivamente -no con palabras sino con hechos cuando invierten en activos fijos y financieros del país, es totalmente contraria a la denostación general del Gobierno y de la clase política que ha secuestrado todo el espectro de tiempo y espacio de nuestros medios de comunicación.
Los sectores racionales y sensatos de la sociedad deberían hacer un alto en el camino, y encerrarse un fin de semana en uno de los resorts que generalmente frecuentan los fines de semana, para ponderar si realmente les favorece el curso por el que algunos, quizás deprimidos por la negativa de la mayoría de la población de favorecerlos en las urnas, quieren llevar a la Nación, entendiendo que esa es la única opción que tienen de arrebatar lo que el pueblo dominicano no les ha confiado para administrar.
Aunque quizás, convertirnos en un país fallido sea el objetivo perseguido por algunos, la realidad es que República Dominicana no es Brasil. Mucho menos Venezuela. Es sencillamente, la economía mejor evaluada de la región por los progresos indiscutibles que han generado las políticas económicas y sociales del Gobierno de Danilo Medina.
República Dominicana, es el país de mayor crecimiento de la región en los últimos tres años, con un crecimiento anualizado promedio de 7.1%. Es el líder en crecimiento anual del ingreso por habitante en paridad de poder adquisitivo en la América Latina y el Caribe en los últimos tres años, también con un promedio anual de 7.1%
Ha sido uno de los tres países líderes en la creación de empleos en la región durante los últimos cuatro años, al crear 480,930 empleos netos adicionales, que no es más que los empleos brutos creados menos los que se perdieron, para mejor comprensión de algunos comentaristas de radio. República Dominicana ha sido el país que más reducción ha logrado en el desempleo en los últimos cuatro años, al bajarlo de 7.0% a 5.2%, es decir, en 1.8 puntos porcentuales.
Después de Costa Rica, es el país con moneda propia en la región con la menor inflación en los últimos tres años: un promedio anualizado de apenas 2.7%. Ningún otro exhibe mejor combinación de alto crecimiento económico y baja inflación en los últimos tres años.
República Dominicana, es el país líder de la región en reducción de la pobreza en los últimos cuatro años (septiembre 2012-septiembre 2016), al reducirla en 12.2 puntos porcentuales, superando a Paraguay (10.2) y Bolivia (6.5). Somos además uno de los tres países líderes en reducción de la indigencia, con una reducción de 5.0 puntos porcentuales.
Ningún otro país de la región registra un nivel de esfuerzo fiscal superior al realizado por la República Dominicana en los últimos cuatro años. La administración de Danilo Medina ha logrado reducir el déficit del sector público consolidado en 3.8 puntos porcentuales del PIB del 2012 al 2016, la mayor reducción registrada entre todos los países de la región.
La reducción del déficit continuó en el año 2016, a pesar de que muchos preanunciaron su aumento debido al ciclo electoral. Pronosticaron un aumento del déficit en el 2016 debido a que era un año de elecciones y generalmente, el gasto tiende a desbordarse y las recaudaciones a deprimirse en esos años. Esta vez, contra todos los pronósticos, las cosas fueron diferentes. Este manejo fiscal responsable ha sido reconocido por las firmas calificadoras de riesgo y los bancos de inversión, permitiendo al Gobierno colocar sus bonos globales a tasas cada vez menores.
Contrario a la prédica de la oposición política, la República Dominicana fue uno de los tres países de la región que menos aumentó la deuda gubernamental en los últimos cuatro años, la cual aumentó 4.5% del PIB al pasar de 28.6% en el 2012 a 33.1% en el 2016. Cuanto este aumento de 4.5% del PIB se contrasta con el de 8.3% en Chile, 10.2% en Costa Rica, 12.3% en Argentina, 12.9% en México, 13.4% en Colombia, 16.0% en Brasil y 17.9% en Ecuador, debería reconocerse, con humildad, que Danilo Medina ha realizado un esfuerzo considerable para mantener la deuda pública a niveles razonablemente sostenibles. Si se incluye la deuda del Banco Central neta de sus reservas internacionales netas, el aumento de la deuda del sector público consolidado en los últimos cuatro años fue de sólo 3.9% del PIB.
Somos uno de los dos países de la región con mayor reducción en el gasto público en los últimos cuatro años, al reducirlo en 2.6% del PIB, a pesar de que el Gobierno elevó la inversión pública en educación, en ese mismo período, en 1.75% del PIB. Todo dominicano sensato debería reconocer la magnitud del esfuerzo realizado. Sólo tres países en la región, Guatemala (4.1%), Panamá (4.3%) y Chile (4.4%), tuvieron en el 2016 una nómina pública como porcentaje del PIB inferior a la de República Dominicana (4.5%).
Somos el país de la región con la mayor reducción del déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos en los últimos cuatro años, acumulando una mejoría de 4.9% del PIB. Un marco de políticas públicas orientado a fomentar el desarrollo del sector turismo ha contribuido a que la República Dominicana registre el mayor incremento en la tasa de ocupación hotelera en la región, al pasar de 70.3% en el 2012 a 78.0% en el 2016.
La extraordinaria mejoría de las cuentas externas de los últimos cuatro años permitió a la República Dominicana convertirse en el país de la región con el mayor aumento de las reservas internacionales netas del Banco Central, con un crecimiento acumulado superior a 88%, y en uno de los cinco con mayor estabilidad de su moneda, registrando una depreciación anual promedio de apenas 3.8%. Sólo cuatro países, entre los cuales está República Dominicana, lograron mejorar la calificación de riesgo asignada por Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch durante el período 2012-2016.
La verdad es que ningún país de la región ha progresado tanto económica y socialmente como la República Dominicana en los últimos cuatro años. Pero también hemos registrado un progreso institucional considerable. La mejor demostración de lo anterior ha sido la ruptura del ciclo electoral, como variable explicativa del déficit fiscal, que se verificó en el 2016.
No debe tomarse a la ligera la propuesta de encerrona que estamos recomendando a los sectores empresariales y de la sociedad civil y profesional, precisamente quienes más perderían si continúan jugando a un maniqueísmo político que asigna el monopolio de la maldad, la deshonestidad y la corrupción a los políticos mientras la parcela de la bondad, la honestidad y la transparencia es reservada en exclusividad a los empresarios, civiles y profesionales.
Este es un juego peligroso, excesivamente peligroso. Esa clase política que hoy denostamos y difamamos, es la principal responsable del progreso que ha registrado la República Dominicana en las últimas dos décadas. Y lo ha logrado con una de las presiones tributarias más bajas de la región y del mundo, producto en gran parte, de una evasión fiscal que en el período 2001-2014 alcanzó RD$1,560,697 millones, equivalente a 502 veces el monto de los recursos que, durante el mismo período, fueron supuestamente recibidos por los “monopolistas de la maldad, la deshonestidad y la corrupción” para favorecer a una empresa privada. Conviene reducir el creciente déficit de sensatez y prudencia que abriga a la Nación. Recuerden, no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir. l
http://www.elcaribe.com.do/2017/03/06/progreso-tiene-quien-escriba
Publicado el: 5 marzo, 2017
Danilo perdió la oportunidad de aclarar lo de Odebrecht - Por: Juan Bolivar Díaz
Danilo perdió la oportunidad de aclarar lo de Odebrecht
El discurso del presidente Danilo Medina del 27 de febrero aportó pocas novedades, no fue un informe sobre su gestión del 2016, sino de todo su periodo, ni solo de sus proyectos para el 2017, sino para todo el cuatrienio, repitiendo en gran proporción los logros y proyectos que enunció al rejuramentarse el 16 de agosto, hace solo seis meses.
Centró sus argumentos en justificar la utilidad de las plantas de Punta Catalina, que no es lo que está en discusión, y trató de convencer sobre la independencia de una Procuraduría General sin rigor investigativo y que recibió esta semana un grave revés con el rechazo judicial a un acuerdo con la Odebrecht ampliamente cuestionado.
Discurso para marear. Dos horas y diez minutos es mucho tiempo de discurso por casi todos los medios de comunicación nacionales, para marear, lo consideraron las redes sociales, repetitivo y detallista, que rebasó la rendición de cuentas del año pasado y volvió sobre sus primeros cuatro años de Gobierno y se proyectó no solo al año ya en curso, sino para todo el nuevo período, demasiado parecido al de su juramentación del 16 de agosto último.
La perorata tuvo pocas novedades aún en los mayores logros de su gestión que, además de la mayor inversión en educación, ha sido el mantenimiento del crecimiento económico, con tasa de 6.6% el año pasado, baja inflación y estabilidad cambiaria, ya que hacía apenas tres semanas que los había informado el Banco Central y el Gobierno los publicitó en exceso hasta horas antes del discurso presidencial.
Tiene poco sustento que salieran de la pobreza un millón 72 mil personas en 4 años, con 480 mil nuevos empleos, la mitad en actividades tan precarias como el motoconcho, o con otras 200 mil con tarjeta Solidaridad de 800 pesos por mes. Parece optimista que el año pasado Infotep “preparó 667 mil nuevos técnicos profesionales, con índice de empleabilidad de 83%”, con solo 148 mil nuevos empleos, el 28%, un déficit de 519 mil.
El 2016 fue el “Año de la vivienda”, pero el mandatario solo informó de 256 apartamentos entregados por el INVI, y otros 864 mil casi listos, más los 1,600 de su excelente proyecto “La Nueva Barquita”, quedando bien lejos de la meta de 25 mil viviendas anuales. Pero repitió los proyectos de la Ciudad Juan Bosch en la capital y Santiago, basados en inversión privada, y el rescate de La Ciénega y Los Guandules anunciado desde finales de la década de 1980.
Abundancia de promesas. El Presidente respondió las demandas de mejoramiento de los salarios de los policías, y en julio de los ya más de 60 mil militares, aunque su entusiasmo lo cifró hasta en 131% y “una parte importante” más del 100%, pero lo recibido gira entre 20 y 50 por ciento, que es muy bueno con limitaciones financieras. Ponderó los aumentos ejecutados ya en los sectores básicos de educación y salud, aunque en este último menos generoso.
Donde fue más optimista fue en la “revolución del transporte urbano” que anunció, aunque días antes la OPREP se quejaba en público de que no recibe el financiamiento para concluir la segunda línea del Metro con 6 años en construcción y dijo que del mismo dependen los vagones y otros equipos que tomarían hasta año y medio. Repitió el sistema ideal de un solo boleto por recorrido, pasando de autobús, a Metro o Teleférico y autobús, que implica una alta inversión adicional y fuerte subsidio y desplazaría no solo a los 19 mil carros-concho que promete reubicar, sino también a decenas de miles de moto-conchos.
Las promesas de Danilo abundan en nuevas obras públicas, por ejemplo en siete grandes proyectos para el desarrollo sostenible de las cuencas hidrográficas de la región Sur, “que elevarían a sus moradores a la clase media”, aunque allí la presa de Monte Grande lleva 6 años paralizada por falta de financiamiento, tras una pequeña inversión. Y que este año concluirá la remodelación de 57 hospitales iniciada absurdamente al mismo tiempo hace 4-5 años, aunque solo informó la terminación de cuatro en el 2016.
¿Dónde están los cuartos? El tiempo no le alcanzó a Danilo Medina para explicar cómo financiará todos esos planes que abarcaron la mitad de su discurso. Mucho menos para abordar los desafíos de sostenibilidad fiscal que le plantean sistemáticamente los economistas independientes y sectores sociales que incluyen el empresariado, retomados en el informe de la misión del Fondo Monetario Internacional que visitó el país en enero y dejó una veintena de recomendaciones que incluyen reformas institucionales y revisión del gasto público. El endeudamiento, a ritmo de 200 millones de dólares mensuales, tampoco fue tocado.
Siguió evadiendo el mandato del Pacto Fiscal establecido en la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo, consciente de que la sociedad pondrá sobre la mesa las imprescindibles revisiones de la malversación, del clientelismo y el rentismo que mantiene organismos redundantes e inoperantes.
Del otro pacto pendiente, el eléctrico, dijo que “avanza ahora a buen ritmo”, aunque ya cumplió dos años en discusión, por la falta de transparencia en el sector. El Presidente escogió a los generadores privados de energía para una práctica de “demagogia nacionalista”, como escribió Bernardo Vega, pretendiendo levantar las tribunas como hace cuatro años por el contrato con la Barrick Gold sobre el oro de Cotuí.
Centró sus argumentos en justificar la utilidad de las plantas de Punta Catalina, que no es lo que está en discusión, y trató de convencer sobre la independencia de una Procuraduría General sin rigor investigativo y que recibió esta semana un grave revés con el rechazo judicial a un acuerdo con la Odebrecht ampliamente cuestionado.
Discurso para marear. Dos horas y diez minutos es mucho tiempo de discurso por casi todos los medios de comunicación nacionales, para marear, lo consideraron las redes sociales, repetitivo y detallista, que rebasó la rendición de cuentas del año pasado y volvió sobre sus primeros cuatro años de Gobierno y se proyectó no solo al año ya en curso, sino para todo el nuevo período, demasiado parecido al de su juramentación del 16 de agosto último.
La perorata tuvo pocas novedades aún en los mayores logros de su gestión que, además de la mayor inversión en educación, ha sido el mantenimiento del crecimiento económico, con tasa de 6.6% el año pasado, baja inflación y estabilidad cambiaria, ya que hacía apenas tres semanas que los había informado el Banco Central y el Gobierno los publicitó en exceso hasta horas antes del discurso presidencial.
Tiene poco sustento que salieran de la pobreza un millón 72 mil personas en 4 años, con 480 mil nuevos empleos, la mitad en actividades tan precarias como el motoconcho, o con otras 200 mil con tarjeta Solidaridad de 800 pesos por mes. Parece optimista que el año pasado Infotep “preparó 667 mil nuevos técnicos profesionales, con índice de empleabilidad de 83%”, con solo 148 mil nuevos empleos, el 28%, un déficit de 519 mil.
El 2016 fue el “Año de la vivienda”, pero el mandatario solo informó de 256 apartamentos entregados por el INVI, y otros 864 mil casi listos, más los 1,600 de su excelente proyecto “La Nueva Barquita”, quedando bien lejos de la meta de 25 mil viviendas anuales. Pero repitió los proyectos de la Ciudad Juan Bosch en la capital y Santiago, basados en inversión privada, y el rescate de La Ciénega y Los Guandules anunciado desde finales de la década de 1980.
Abundancia de promesas. El Presidente respondió las demandas de mejoramiento de los salarios de los policías, y en julio de los ya más de 60 mil militares, aunque su entusiasmo lo cifró hasta en 131% y “una parte importante” más del 100%, pero lo recibido gira entre 20 y 50 por ciento, que es muy bueno con limitaciones financieras. Ponderó los aumentos ejecutados ya en los sectores básicos de educación y salud, aunque en este último menos generoso.
Donde fue más optimista fue en la “revolución del transporte urbano” que anunció, aunque días antes la OPREP se quejaba en público de que no recibe el financiamiento para concluir la segunda línea del Metro con 6 años en construcción y dijo que del mismo dependen los vagones y otros equipos que tomarían hasta año y medio. Repitió el sistema ideal de un solo boleto por recorrido, pasando de autobús, a Metro o Teleférico y autobús, que implica una alta inversión adicional y fuerte subsidio y desplazaría no solo a los 19 mil carros-concho que promete reubicar, sino también a decenas de miles de moto-conchos.
Las promesas de Danilo abundan en nuevas obras públicas, por ejemplo en siete grandes proyectos para el desarrollo sostenible de las cuencas hidrográficas de la región Sur, “que elevarían a sus moradores a la clase media”, aunque allí la presa de Monte Grande lleva 6 años paralizada por falta de financiamiento, tras una pequeña inversión. Y que este año concluirá la remodelación de 57 hospitales iniciada absurdamente al mismo tiempo hace 4-5 años, aunque solo informó la terminación de cuatro en el 2016.
¿Dónde están los cuartos? El tiempo no le alcanzó a Danilo Medina para explicar cómo financiará todos esos planes que abarcaron la mitad de su discurso. Mucho menos para abordar los desafíos de sostenibilidad fiscal que le plantean sistemáticamente los economistas independientes y sectores sociales que incluyen el empresariado, retomados en el informe de la misión del Fondo Monetario Internacional que visitó el país en enero y dejó una veintena de recomendaciones que incluyen reformas institucionales y revisión del gasto público. El endeudamiento, a ritmo de 200 millones de dólares mensuales, tampoco fue tocado.
Siguió evadiendo el mandato del Pacto Fiscal establecido en la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo, consciente de que la sociedad pondrá sobre la mesa las imprescindibles revisiones de la malversación, del clientelismo y el rentismo que mantiene organismos redundantes e inoperantes.
Del otro pacto pendiente, el eléctrico, dijo que “avanza ahora a buen ritmo”, aunque ya cumplió dos años en discusión, por la falta de transparencia en el sector. El Presidente escogió a los generadores privados de energía para una práctica de “demagogia nacionalista”, como escribió Bernardo Vega, pretendiendo levantar las tribunas como hace cuatro años por el contrato con la Barrick Gold sobre el oro de Cotuí.
Un golpe al Procurador. El discurso presidencial dio pleno respaldo a la gestión del procurador general en el escándalo Odebrech, bajo términos que con asombrosa exactitud adelantó el jueves 23 la columna Fogaraté de Ramón Colombo: “caiga quien caiga”, “hasta las últimas consecuencias”, “Hemos impartido instrucciones”, y “Aquí no hay vacas sagradas”. Aunque las redes dijeron que sí hay toros y gatos sagrados y revivieron al genial Cantinflas en su película Patrullero 777, donde proclamó: “Mucho se ha dicho que se hará justicia caiga quien caiga, y resulta que caen los que no debieran caer, mientras aquellos a quienes cae de todo, nunca caen”. Muchos recordaron los pactos reeleccionistas que implicaron “no ha lugar” a los expedientes de grave corrupción de Félix Bautista y Víctor Díaz Rúa.
Medina avaló una gestión de su procurador general Jean Rodríguez que identificó a Angel Rondón como el distribuidor de los 92 millones de dólares de los sobornos que confesó Odebrecht, pero ni siquiera allanó sus oficinas en busca de documentos, ni le impuso la menor coerción.
Que interrogó a los opositores exdirigentes de las cámaras legislativas que aprobaron el 9 por ciento del monto de los contratos bajo sospecha, pero no ha hecho igual con los oficialistas que aprobaron el 91 por ciento, como advirtió esta semana el Partido Revolucionario Moderno.
El Presidente apoyó el “acuerdo confidencial” de la Procuraduría General con Odebrech, que solo establece multa por los sobornos, e ignora la Ley de Compras y Contrataciones, los 163 millones de dólares que la empresa delincuente confesó haber derivado como beneficios, y las denuncias de sobrevaluaciones. Pero dos días después el juez José Alejandro Vargas, basado en principios de justicia, sentó precedente al rechazar una conciliación inaceptable por la gravedad del delito.
Se ha reafirmado la convicción de que solo la sostenida presión de la sociedad obligará a alguna sanción del escándalo Odebrecht.
Medina avaló una gestión de su procurador general Jean Rodríguez que identificó a Angel Rondón como el distribuidor de los 92 millones de dólares de los sobornos que confesó Odebrecht, pero ni siquiera allanó sus oficinas en busca de documentos, ni le impuso la menor coerción.
Que interrogó a los opositores exdirigentes de las cámaras legislativas que aprobaron el 9 por ciento del monto de los contratos bajo sospecha, pero no ha hecho igual con los oficialistas que aprobaron el 91 por ciento, como advirtió esta semana el Partido Revolucionario Moderno.
El Presidente apoyó el “acuerdo confidencial” de la Procuraduría General con Odebrech, que solo establece multa por los sobornos, e ignora la Ley de Compras y Contrataciones, los 163 millones de dólares que la empresa delincuente confesó haber derivado como beneficios, y las denuncias de sobrevaluaciones. Pero dos días después el juez José Alejandro Vargas, basado en principios de justicia, sentó precedente al rechazar una conciliación inaceptable por la gravedad del delito.
Se ha reafirmado la convicción de que solo la sostenida presión de la sociedad obligará a alguna sanción del escándalo Odebrecht.
http://hoy.com.do/danilo-perdio-la-oportunidad-de-aclarar-lo-de-odebrecht/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario