Los socialistas franceses falsean sus primarias
Al tambaleante Partido Socialista francés solo le faltaba esto: falsear sus propias elecciones primarias. Y lo ha hecho. Nadie discute que los ganadores en la primera vuelta son Benoît Hamon y Manuel Valls, pero todo lo demás se ignora: el número de votos, el número de colegios electorales y los porcentajes de cada candidato. El diputado Christophe Borgel, presidente del comité organizador, admite que los datos publicados durante el recuento no son auténticos, pero lo atribuye a "un error informático". Un día después del cierre de las urnas, los datos siguen siendo un misterio. El partido indica que no habrá nuevas informaciones hasta que se reexaminen las cifras y se conozcan con exactitud, quizá mañana.
¿Qué ocurrió? Todo indica que los organizadores sintieron pánico ante la baja participación, decidieron hinchar un poco las cifras y el asunto acabó yéndoseles de las manos.
Repasemos los acontecimientos. A las 20. 30 del domingo, hora y media después del fin de la votación, los organizadores anunciaron que la participación había sido "de entre 1,5 y dos millones". Ese dato, dijeron, se basaba en "una proyección" porque el recuento no había finalizado. Según los datos en línea que los responsables de las primarias iban actualizando, a las 22.43 del domingo se habían contabilizado 1,3 millones de votos. Un minuto después, el contador desapareció. Y reapareció a las 10 de la mañana del lunes, con la cifra de 1,6 millones.
La cifra no era casual. Tanto el propio Christophe Borgel como el presidente de la Asamblea Nacional, el socialista Claude Bartolone, habían señalado días atrás que una participación inferior a 1,5 millones de personas constituiría un fracaso. Thomas Clay, presidente de la Alta Autoridad de las primarias, anunció poco después de que se reactivara el contador informático que los votos sumaban 1.603.518, con el 92,75% de las mesas escrutadas. ¿Por qué no había terminado el recuento? Fuentes del Partido Socialista indicaron que existía una cierta confusión sobre el número total de mesas.
Que los datos eran falsos resultaba evidente. Para comprobarlo, bastaba con mirar los resultados de cada candidato. A las 0,45 del lunes, con 1.249.146 votos escrutados, el ganador, Benoît Hamon, obtenía un porcentaje del 36,35%. El segundo, Manuel Valls, el 31,11%. El tercero, Arnaud Montebourg, 17,52%. Diez horas después, con 1.603.518 votos escrutados (si hay que creer esa cifra), los porcentajes se mantenían idénticos: Hamon, 36,35%; Valls, 31,11%; Montebourg, 17,52%. Todo era igual. Es decir, más de 350.000 votos no habían modificado ni una décima de la proporción atribuida a cada candidato. Un milagro matemático. Era fácil realizar el cálculo: se había añadido un 28,185% a cada uno de los porcentajes anteriores. Lo cual suscitaba serias dudas sobre la existencia de esas 352.013 papeletas escrutadas durante la noche.
"Fue por mi culpa", explicó Borgel, "había mucha presión de la prensa por conocer los datos de participación, pedí que los resultados se actualizaran lo más rápidamente posible y, efectivamente, se aplicaron al nuevo total de votantes los porcentajes de la víspera". "Ha habido varios errores, no sé si la responsabilidad recae en la sociedad que centralizaba el recuento de votos o en el servicio informático del partido", añadió. Reconoció, por tanto, que los datos eran falsos.
El resultado final parece fuera de dudas. Ganaron con mucha ventaja Hamon y Valls. También parece claro el resultado de la segunda vuelta, el domingo próximo: el derrotado Montebourg ha pedido a sus votantes que apoyen a Hamon, y la influyente ex secretaria general Martine Aubry ha recomendado también que se vote a Hamon, lo cual pone las cosas casi imposibles para Valls.
Pero el hecho de que el Partido Socialista haya sido incapaz de ofrecer datos fidedignos sobre sus propias elecciones internas y haya cometido, en el mejor de los casos, una chapuza inexcusable, hunde todavía más sus perspectivas electorales. El candidato a la presidencia, sea Hamon o sea Valls, no extraerá de estas primarias un refuerzo de legitimidad, sino la sombra de una sospecha.http://www.elmundo.es/internacional/2017/01/23/58864c38e2704ec87d8b467e.html
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