El informe almagro tiene una enorme trascendencia geopolítica, institucional y jurídica. Comencemos por la geopolítica.
La Organización de Estados Americanos (OEA) se constituyó en 1948, o sea, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, con la finalidad de impedir el comunismo en América y, en consecuencia, defender la democracia representativa como sistema político de los países americanos. Ya sabemos que comunismo y democracia son incompatibles. Además los países comunistas eran instrumentos de la Unión Soviética (URSS) en la Guerra Fría, comportándose como satélites. Y los partidos comunistas integraban la Internacional Comunista, bajo la jefatura del Komintern con sede en Moscú. Los comunistas constituían, pues, una organización internacional con una dirección centralizada. No sucedía lo mismo con los demócratas, que no tenían organización internacional ni jefatura centralizada. Entonces la fórmula que se le buscó en América, para subsanar esta debilidad, fue constituir la OEA.
Hasta la caída de la URSS y del llamado “imperio comunista soviético” la prioridad de la OEA fue impedir el comunismo en América, no importando el sacrificio de la democracia representativa. Había una razón geopolítica superior: la seguridad continental. Esto explica las dictaduras militares cuya existencia no impedía su pertenencia a la OEA, porque se privilegió el anticomunismo sobre la democracia.
La rebelión cívico-militar de 1958 que restableció la democracia en Venezuela provocó un viraje en el sistema interamericano, porque hizo ver que la mejor defensa contra el comunismo es la democracia representativa. La doctrina Betancourt, de no reconocimiento de los gobiernos militares, contribuyó decisivamente a la democratización de América Latina, desapareciendo sucesivamente las dictaduras. La Venezuela democrática fue decisiva para dos decisiones de la OEA que hicieron posible conciliar la democracia representativa con el anticomunismo. La primera fue la exclusión de la tiranía del General Trujillo, el déspota de República Dominicana, a pesar de ser anticomunista. La segunda fue la expulsión de Cuba por comunista. Así la OEA cumplía con su propia naturaleza: ser la organización continental de los países democráticos.
No obstante, hubo retrocesos, pero para 1990, cuando cayó el imperio comunista soviético, la democracia representativa era el sistema político imperante en América, excepto Cuba, la cual estaba aislada y excluida de la OEA. Creyeron los países democráticos que ésta no representaba peligro alguno, porque el comunismo había desaparecido en Europa. Fue un error de consecuencias desastrosas. No advirtieron el peligro que representaba para la democracia el que Fidel Castro se asociara en 1990 con Lula Da Silva, del Partido de los Trabajadores de Brasil, para constituir la Internacional Comunista de América Latina encubierta con el nombre engañoso de Foro de Sao Paulo. Subestimaron a los Castro y su capacidad de supervivencia, creyendo que, desaparecida la URSS, eran piezas de museo a las que invitaban para su exhibición. No entendieron que mientras Cuba no renunciara al comunismo seguía siendo el mayor peligro para la democracia en América. Y por no entenderlo el sistema interamericano contrajo una especie de síndrome de inmunodeficiencia democrática, que fue su perdición. A causa de esta debilidad el comunismo ha podido sobrevivir en Cuba al derrumbe del imperio comunista soviético. Y aún más, los Castro asumieron el liderazgo de América Latina, contando con dos factores favorables: 1) la inexistencia en el siglo XXI de líderes democráticos continentales que les sirviesen de contrapeso valiéndose del apoyo de la Internacional Demócrata Cristiana y de la Internacional Socialista (social-demócrata) y, 2) el manejo de la renta petrolera de Venezuela, país sojuzgado, que les sirvió para financiar con éxito a la Internacional Comunista de América Latina (Foro de Sao Paulo), bajo su jefatura y neutralizar a los países de economía débil.
En las actuales circunstancias sólo subsiste a favor de los comunistas el primer factor: la inexistencia de un liderazgo democrático continental que sea el contrapeso y la contraparte del Foro de Sao Paulo. Este liderazgo debería ir surgiendo ahora mismo cuando hay dos factores favorables a la democracia en América: la senectud de los Castro y su negociación con Estados Unidos, coincidente por fortuna con la decadencia de Lula, y el colapso de Venezuela bajo los gobiernos títeres, lo que desacredita totalmente a Cuba y su Internacional Comunista (Foro de Sao Paulo) .
Precisamente estos dos factores favorables a la democracia le confieren al Informe Almagro la mayor trascendencia geopolítica. @petitdacosta
Jesús Petit Da Costa
La Organización de Estados Americanos (OEA) se constituyó en 1948, o sea, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, con la finalidad de impedir el comunismo en América y, en consecuencia, defender la democracia representativa como sistema político de los países americanos. Ya sabemos que comunismo y democracia son incompatibles. Además los países comunistas eran instrumentos de la Unión Soviética (URSS) en la Guerra Fría, comportándose como satélites. Y los partidos comunistas integraban la Internacional Comunista, bajo la jefatura del Komintern con sede en Moscú. Los comunistas constituían, pues, una organización internacional con una dirección centralizada. No sucedía lo mismo con los demócratas, que no tenían organización internacional ni jefatura centralizada. Entonces la fórmula que se le buscó en América, para subsanar esta debilidad, fue constituir la OEA.
Hasta la caída de la URSS y del llamado “imperio comunista soviético” la prioridad de la OEA fue impedir el comunismo en América, no importando el sacrificio de la democracia representativa. Había una razón geopolítica superior: la seguridad continental. Esto explica las dictaduras militares cuya existencia no impedía su pertenencia a la OEA, porque se privilegió el anticomunismo sobre la democracia.
La rebelión cívico-militar de 1958 que restableció la democracia en Venezuela provocó un viraje en el sistema interamericano, porque hizo ver que la mejor defensa contra el comunismo es la democracia representativa. La doctrina Betancourt, de no reconocimiento de los gobiernos militares, contribuyó decisivamente a la democratización de América Latina, desapareciendo sucesivamente las dictaduras. La Venezuela democrática fue decisiva para dos decisiones de la OEA que hicieron posible conciliar la democracia representativa con el anticomunismo. La primera fue la exclusión de la tiranía del General Trujillo, el déspota de República Dominicana, a pesar de ser anticomunista. La segunda fue la expulsión de Cuba por comunista. Así la OEA cumplía con su propia naturaleza: ser la organización continental de los países democráticos.
No obstante, hubo retrocesos, pero para 1990, cuando cayó el imperio comunista soviético, la democracia representativa era el sistema político imperante en América, excepto Cuba, la cual estaba aislada y excluida de la OEA. Creyeron los países democráticos que ésta no representaba peligro alguno, porque el comunismo había desaparecido en Europa. Fue un error de consecuencias desastrosas. No advirtieron el peligro que representaba para la democracia el que Fidel Castro se asociara en 1990 con Lula Da Silva, del Partido de los Trabajadores de Brasil, para constituir la Internacional Comunista de América Latina encubierta con el nombre engañoso de Foro de Sao Paulo. Subestimaron a los Castro y su capacidad de supervivencia, creyendo que, desaparecida la URSS, eran piezas de museo a las que invitaban para su exhibición. No entendieron que mientras Cuba no renunciara al comunismo seguía siendo el mayor peligro para la democracia en América. Y por no entenderlo el sistema interamericano contrajo una especie de síndrome de inmunodeficiencia democrática, que fue su perdición. A causa de esta debilidad el comunismo ha podido sobrevivir en Cuba al derrumbe del imperio comunista soviético. Y aún más, los Castro asumieron el liderazgo de América Latina, contando con dos factores favorables: 1) la inexistencia en el siglo XXI de líderes democráticos continentales que les sirviesen de contrapeso valiéndose del apoyo de la Internacional Demócrata Cristiana y de la Internacional Socialista (social-demócrata) y, 2) el manejo de la renta petrolera de Venezuela, país sojuzgado, que les sirvió para financiar con éxito a la Internacional Comunista de América Latina (Foro de Sao Paulo), bajo su jefatura y neutralizar a los países de economía débil.
En las actuales circunstancias sólo subsiste a favor de los comunistas el primer factor: la inexistencia de un liderazgo democrático continental que sea el contrapeso y la contraparte del Foro de Sao Paulo. Este liderazgo debería ir surgiendo ahora mismo cuando hay dos factores favorables a la democracia en América: la senectud de los Castro y su negociación con Estados Unidos, coincidente por fortuna con la decadencia de Lula, y el colapso de Venezuela bajo los gobiernos títeres, lo que desacredita totalmente a Cuba y su Internacional Comunista (Foro de Sao Paulo) .
Precisamente estos dos factores favorables a la democracia le confieren al Informe Almagro la mayor trascendencia geopolítica. @petitdacosta
Jesús Petit Da Costa
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