viernes, 13 de marzo de 2015

¡Asqueado! / Por Guido Gómez Mazara

Por GUIDO GÓMEZ MAZARA 
El general Oscar Nina, desde la jefatura de la policía boliviana creía posible robar, traficar estupefacientes y abusar del poder. María del Pilar Hurtado y Bernardo Moreno, responsable de la inteligencia y ministro de la presidencia en Colombia utilizaron el poder para grabar ilegalmente las conversaciones de sus adversarios políticos. Alejandro Moncada, una pieza importante de la suprema corte de justicia panameña exhibía riquezas incompatibles con sus ingresos de juez. El liderazgo fundamental del partido de los trabajadores hizo de Petrobras un monumento a la corrupción en Brasil. El juez Pablo Ruz tiene a la clase política española de rodillas en los tribunales con el caso Gurtel, y de paso, Luis Bárcenas, responsable financiero del partido popular rumbo a una condena histórica.
Sandra Arroyo, viuda de Alberto Nisman, exhibe las pruebas de una extraña situación que terminó con la vida del magistrado y tiene al gobierno argentino en aprietos. Los excesos del poder en la patria del inmenso Bolívar han obligado a Nicolás Maduro a impulsar acciones que, revestidas de legalidad, no justifican la represión contra sus adversarios. Bob Menéndez, jefe del comité de relaciones exteriores del Congreso estadounidense acaba de ser instruido de cargos criminales por el procurador general, Eric Holder. La acumulación inexplicable y las dudosas transacciones inmobiliarias tienen a una parte importante de la sociedad mexicana cuestionando al presidente Peña Nieto.
Sergio Ramírez retrató en su obra Adiós Muchachos, la transformación de un sandinismo capaz de venderle al mundo una Nicaragua diferente en julio-1979.
Juan Reinaldo Sánchez sirvió de espaldero de Fidel Castro por diecisiete años y en su libro, La vida oculta, nos presenta al mítico revolucionario cercado de miseria y excesos impensables en un líder de su dimensión. Laura Di Marco, narra con efectividad a una Cristina Fernández llena de ambiciones, resentida y un afán de acumulación para hacer de Argentina su finca privada.
La clase política latinoamericana tiene serios problemas de credibilidad. Niveles de corrupción, la trasformación del patrimonio público en bolsillos privados, la fatal asociación con el narcotráfico y ausencia de una propuesta ideológica resultan aberrantes.
En ese estercolero, la figura de Pepe Mujica resalta como una expresión sincera y responsable de humanizar el ejercicio desde una perspectiva cercana a la gente, donde la verdadera revolución se simplifica en hacer de la decencia y transparencia la aspiración esencial de los ciudadanos.
El afán del liderazgo nuestro en hacer del ejercicio gubernamental un espacio de acumulación necesita transformarse, y de paso, repensar sociedades que probaron las idílicas propuestas revolucionarias como la gran salvación frente al autoritarismo. De ahí, las miserias de esos dirigentes probaron que la naturaleza del poder provoca cambios inexplicables en su conducta y el viraje pragmático deja mal situados a los hombres y mujeres que entregaron lo mejor de sus vidas a cambio de un ideal.
Y aquí, en este lar tropical donde el irrepetible Pedro Mir nos convenció de la existencia de que Hay un país en el mundo, estamos ansiosos de encontrar ese personaje que nos devuelva la esperanza y demuestre que es posible tocar el cielo con las manos, porque yo, como muchos, estamos asqueados de las ofertas. Sobre todo, aquellas que pretenden imponerse bajo la vulnerabilidad de una investigación bancaria, para hacer de un potencial aspirante, pieza de escándalo y segura derrota en la próxima contienda.
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