domingo, 11 de febrero de 2018

Es el matrimonio la verdadera gran fantasía de '50 sombras'?

¿Es el matrimonio la verdadera gran fantasía de '50 sombras'?
Por fin suenan campanas de boda para Anastasia y Christian. ¿Y si el sexo no era más que un reclamo en la saga?
Por    9 de febrero de 2018 / 14:40 Lectura: 4 minutos 
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    D. R.
Dice el viejo chiste que las mujeres se quedan hasta el final de las películas porno para ver si al final sus protagonistas se casan. Puede que sea un chiste –además de viejo– anticuado, entre otros motivos, porque en la era de youporn, ¿quién elige una película porno completa? Sin embargo, el final de la trilogía de Cincuenta sombras ha venido para refrendarlo, al menos en lo que concierne a sus seguidoras.
Anastasia Steele y Christian Grey se casan, ¿y fin? No, hay vida más allá de la boda, lo cual no implica que la haya más allá del matrimonio. La primera entrega de la saga gira argumentalmente alrededor del contrato Amo/Sumisa que Christian quiere que Anastasia firme y que a ella no le convence. Ahora son ambos los que firman un acuerdo en forma de enlace que les compromete y del que al parecer surgirán muchos más conflictos de los que acarrean las estrictas cláusulas que Christian quería que su amada adoptara, entre ellos la fidelidad y la maternidad.
Empezamos con un acuerdo erótico y terminamos con una boda. Cabe, pues, plantearse si todo ese BDSM light no ha sido más que un macguffin a lo largo de la saga, que parece querer decirle a sus espectadores: llegas por lo picante, pero te quedas por el dulce.
El matrimonio, además, lleva a Anastasia a un estatus social del que antes solo disfrutaba como agasajada. Durante la luna de miel, en una escena en la que ambos disfrutan de la Costa Azul en un yate, ella le pregunta a él: “¿Es tuyo?” A lo que él responde: “Es nuestro”. El enlace le da poder a ella, pero también le sirve para generar nuevas demandas en él, que le pide a su esposa, por ejemplo, que se cambie el apellido por Grey o, en esas vacaciones idílicas, impedir que su esposa haga topless. Tiras y aflojas entre ellos que ya poco o nada tienen que ver con la tensión sexual.
¿En qué se materializa el poder de ella? En su intención de querer seguir trabajando y en su deseo de ser madre, una –parece la única– propuesta surgida en esta relación para la que él no se siente preparado.
Es paradójico si se contempla desde una perspectiva meramente erótica que el capítulo que supone el clímax de la saga dé mucha menos importancia al sexo que los anteriores, pero encaja si tenemos en cuenta lo dicho anteriormente: la mayor fantasía de esta historia no es el sexo, es el matrimonio. Y ya nos dice otro famoso chiste que el matrimonio afecta a la pasión: de repente te descubres en la cama con un pariente. 
No es la primera vez que una historia erótica coquetea con el matrimonio. Podemos recordar al detective Nick Curran enInstinto básico decirle a Catherine Tramell que después de todos sus avatares, lo único que les quedaba era "follar como conejos, tener unos cuantos cachorros y vivir felices para siempre". No obstante lo que en la película de Paul Verhoeven funcionaba casi como una ironía dramática dadas las circunstancias de ambos personajes, en la saga de Grey no es más que una consecuencia previsible de sus intenciones. Desde el momento en el que dieron una coartada traumática a las inclinaciones masoquistas de Grey, ya teníamos claro que esto no iba sobre todo de gente que se desea y se quiere, sino de gente que se enamora. 
Desde que los libros de la saga se convirtieron en un éxito masivo, no han dejado de aparecer críticas furibundas contra ella y las películas que la adaptan, muchas de ellas mucho más clasistas y misóginas de lo que acusaban a la película de ser. Por ejemplo, se acuñó el término –utilizado de manera despectiva– “porno para mamás”, como si una mujer que tiene hijos (o precisamente por el hecho de tenerlos) solo pudiera considerar excitante esta clase de historias. También se ha aprovechado la coartada para hacer gala de esa superioridad moral que le gusta ejercer muchas veces a los críticos con cualquier tipo de fenómeno cultural popular: en lugar de analizar sus causas y consecuencias, se hace mofa, befa y burla de algo que consumen millones de personas entre otros motivos por el hecho de ser consumida por millones de personas.
No obstante es un hecho –que cada uno valore como buenamente quiera– que si esta tercera entrega obtiene los resultados de taquilla de las anteriores y la satisfacción de su público, que la oleada de espectadores (mayoritariamente espectadoras) ha llegado hasta el final para verlos casarse. La pena es que ni siquiera hubo porno por el camino.

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