Construcciones en RD: Entre la falta de regulación y el peligro de un terremoto
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Destrucción, grandes pérdidas materiales y muerte, son algunas de las palabras que se asocian a la ocurrencia de un terremoto, un “fenómeno natural” que puede suceder sin aviso previo y que pone a prueba la capacidad de los humanos para resistirlo y hacer frente a sus efectos.
República Dominicana no está exenta. La posibilidad de que un sismo de gran magnitud afecte el país, según los especialistas, es cuestión de tiempo. Una situación que ya se ha presentado con anterioridad.
Eugenio Polanco Rivera, director del Centro Nacional de Sismología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) señala que República Dominicana ha sido objeto de sismos grandes, registrados desde la llegada de Cristóbal Colón a la isla, siendo uno de los peores el que afectó en 1946 la comunidad de Matanzas – ahora Matancitas –, en María Trinidad Sánchez, de 8.1 en la escala de Richter.
Este sismo produjo el deceso de por lo menos cinco mil personas y causó daños importantes en otras zonas del país, según el informe Amenazas y Riesgos Naturales República Dominicana- Programa de prevención de desastres y gestión de riesgos (1708/OC-DR), elaborado por la Dirección General de Ordenamiento y Desarrollo Territorial (DGODT) y el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD).
El terremoto produjo además un tsunami con efectos en diferentes poblaciones costeras, así como también destrucción en Santiago de Los Caballeros.
Sin embargo, Polanco Rivera sostiene que en esa ocasión los daños no fueron “tan grandes” porque las condiciones que el país tenía no eran propicias para que hubiese daños significativos, en comparación a la actualidad, cuando las ciudades han tenido un crecimiento vertiginoso y, por demás, desordenado.
República Dominicana se encuentra en la parte norte de la placa del Caribe, en la zona de interacción entre la placa del Caribe y la placa de Norteamérica, además de poseer fallas geológicas de tamaño significativo.
Sin embargo, es luego del sismo de 7.3 en la escala sismológica de Richter – también conocida como escala de magnitud local (ML) – que sacudió el suroeste de la ciudad de Puerto Príncipe, en Haití el 12 de enero de 2010, que se ha puesto particular atención a la posibilidad de que el país pueda convertirse en el escenario de un temblor de igual o superior magnitud al del país vecino, fundamentalmente en lo concerniente a la construcción de edificaciones que puedan hacer frente a las fuerzas producidas por el fenómeno.
El director del Sismológico indica que el Gran Santo Domingo constituye una zona de particular preocupación para los expertos, debido al desarrollo de los sectores, principalmente aquellos que han experimentado un crecimiento sin un plan de ampliación, y que no han tomado en cuenta el problema sísmico de la isla.
A esto se le suma el tipo de terreno sobre el cual se construye. Esto último incide en el comportamiento del terreno al momento del sismo. Por ejemplo, en la parte norte de Santo Domingo, donde el terreno es una mezcla de rocas calizas trituradas con marga, se podría amplificar las ondas sísmicas, convirtiéndose en una zona altamente vulnerable.
“Son tumbas”
El desconocimiento de las técnicas apropiadas para el levantamiento de edificaciones resistentes a los sismos es sólo parte de un problema más profundo que, según el ingeniero Roberto Calderón, inicia con la formación de los profesionales en las universidades.
Calderón subraya que en el país hay ingenieros formados en el área de la Ingeniería Estructural, una rama de la Ingeniería Civil que se ocupa del análisis, diseño, construcción e inspección de estructuras. Pero tradicionalmente se ha puesto un mayor énfasis en lo que respecta a las fuerzas que se derivan de las acciones estáticas y gravitacionales, no así en lo que se refiere a las fuerzas relacionadas con los sismos que requieren un tratamiento distinto. Por lo tanto, muchas veces una formación en Ingeniería Estructural así resulta insuficiente al momento de implementar diseños estructurales que puedan comportarse adecuadamente frente a un evento sísmico importante.
“Tenemos profesores sin conocimientos, estudiantes mal formados, ingenieros que no quieren estudiar después que salen y gente en obras públicas que no son las idóneas para filtrar lo que está pasando”, argumenta.
También resalta la falta de interés de algunos profesionales en ampliar sus conocimientos, por lo que República Dominicana, en gran medida, continúa aplicando los conocimientos de ingeniería previos al entendimiento de la relevancia sísmica de la isla.
Diseñamos la casa para fuerzas menores a las que el terremoto le va a mandar, asumiendo que cuando venga un evento extraordinario, tu casa pueda sufrir daños. Ahora bien, ella va a tener una propiedad que se llama disipación de energía, en la que podrá dispersar ese exceso entre la demanda y la capacidad deformándose sin necesidad de que colapse y ponga en riesgo la vida”.
En lo que respecta al Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), institución que debe servir como un filtro al momento de evaluar los proyectos, el ingeniero precisa que a veces se presentan dificultades a la hora de determinar si una estructura cumple con los requerimientos necesarios para ser considerada sismorresistente, debido a los problemas de formación antes mencionados. Finalmente son aprobados algunos proyectos que podrían ser susceptibles de un mejor diseño.
Esta situación se torna más sombría en las edificaciones informales, viviendas ubicadas en gran medida en sectores populares, que se van construyendo y ampliando sin ningún tipo de supervisión y que no ofrecen ningún tipo de garantías ante un temblor.
Para el ingeniero César Madera, la regulación en dichas zonas, en el mejor de los casos, es limitada, dando mínimo seguimiento al protocolo, algo que se repite no solo en República Dominicana, sino en gran parte de los países del mundo, en los cuales personas con recursos limitados construyen sus viviendas de acuerdo a sus posibilidades.
En esos casos, el panorama es desalentador, pudiéndose presentar situaciones como las vistas en México durante el terremoto de 7,1 en la escala de Richter, ocurrido el pasado martes 19 de septiembre, justo en el trigésimo segundo aniversario del fatídico sismo de 8,1 grados que segó la vida de 10 mil personas e hirió otras 68 mil personas, además de reducir a escombros 30 mil edificios en ese país.
Construcciones en suelo blando – muy similar al suelo en Los Prados en el Distrito Nacional, República Dominicana –, y edificaciones hechas previo a la entrada en vigencia de las Reglas de construcción de 1986, introducidas luego del devastador terremoto ocurrido un año antes, fueron los ingredientes de la receta para el deceso de 280 personas y el colapso de 38 edificios. Otras tres mil se encuentran al borde del derrumbe, según la asociación APL Ingenieros Consultores de México.
“No hay manera de poder evitar lo que va a causar un terremoto en ese tipo de edificaciones”, asegura Madera. “Todas esas estructuras informales son tumbas”, lamenta.
En el “reino” de las mallas
El desarrollo de la tecnología de la construcción, ha permitido a República Dominicana abordar proyectos más osados, más altos y a un menor costo.
Uno de estos es el sistema de construcción con muros delgados de ductilidad limitada, un ingenioso método ampliamente utilizado en países de Suramérica, con el cual se puede reducir hasta en un 50 % el proceso constructivo en tiempo, comparado con el requerido por sistemas convencionales tales como albañilería reforzada o confinada.
Esta técnica, que surgió por la necesidad de viviendas de precio más bajo, también resulta en un costo menor al momento de construir.
La principal diferencia entre los muros de ductilidad limitada que utilizan únicamente malla electrosoldada y los muros con refuerzo de acero convencional versa sobre elongación: en un edificio de con acero corrugado, la vivienda podría sufrir daño, pero disipando las fuerzas del terremoto, alongándose y deformándose sin que necesariamente llegue al colapso, sirviendo como una alerta para que las personas puedan evacuar. Mientras que en las que no poseen este refuerzo pueden llegar el colapso de manera muy brusca.
Este sistema consiste en el vaciado de los muros, empleando encofrados metálicos o de planchas de madera prensada, esto con la finalidad de optimizar la superficie del muro desencofrado y ganar en velocidad de construcción.
Los edificios de muros de ductilidad limitada se caracterizan por tener muros delgados de concreto armado de entre 10 y 12 centímetros de grosor, en los que las losas se apoyan directamente sobre los muros, que reciben las cargas de gravedad.
El vaciado dentro de las planchas es complementado, principalmente, con mallas electrosoldadas como acero de refuerzo.
Sin embargo, tanto César Madera como Roberto Calderón denuncian que las construcciones con este tipo de sistema se están realizando con el criterio de que esa malla electrosoldada posee la ductilidad necesaria, lo cual no ha sido debidamente probado, por lo que ante la ocurrencia de un sismo relativamente importante, estas estructuras no responderían de forma adecuada.
“Las edificaciones van a estar sujetas a unas condiciones, siendo las frecuentes, las que se derivan de las fuerzas gravitacionales y estáticas, lo que significa que las edificaciones van a hacer frente a su propio peso, al mobiliario existente, a la gente que se mueve, sin embargo, esas cargas no imprimen ningún tipo de movimiento a la estructura. La carga sísmica es distinta”, señala el ingeniero Calderón.
En su lugar, Calderón señala que en zonas de amenaza sísmica este tipo de sistema debería cumplir con los requerimientos pertinentes indicados en el código de diseño de hormigón armado que rige en el país, el cual es prácticamente el mismo que se aplica en los Estados Unidos. Por lo que sin el uso de un acero de refuerzo con la debida ductilidad y sin el detallamiento del refuerzo necesario para lograr el confinamiento del hormigón y evitar el pandeo del acero en compresión, estas edificaciones no tendrían un comportamiento adecuado frente a un terremoto.
Según el profesional de la ingeniería, este tipo de sistema comenzó a implementarse en edificaciones de baja altura, pero ya está siendo usado en edificaciones de hasta 12 pisos en el Gran Santo Domingo.
“Para esto se requiere el uso de acero que posea ductilidad o acero convencional, y concreto confinado al acero, que permita ser comprimido y mantener su integridad. El hormigón es frágil si no está acompañado con un acero debidamente detallado”, sostiene.
Genner Villarreal, doctor (Ph.D) en Ingeniería Sismo-Resistente y profesor visitante de la Maestría en Ingeniería de Estructuras de la Universidad Tecnológica Centroamericana de México (UNITEC), concuerda.
Asevera que sería un grave error utilizar solamente mallas electrosoldadas en el interior de los muros, en especial en inmuebles de gran altura, por lo que recomienda un sistema mixto, en el que se podría reforzar el primer y segundo nivel con acero corrugado y luego con la malla, para garantizar que la fuerza del sismo la disipe los primeros niveles.
A pesar de que el sistema no ha dado resultados positivos en países como Chile, debido a que no ha ofrecido un buen comportamiento en zonas de alta sismicidad, en otros como Perú, el sistema de construcción se ha expandido desde el año 2000, con edificios de 8 y 12 pisos, permitidos por la regulación del país. Sin embargo, Villarreal explica que para la construcción de una edificación mayor, se necesitaría modificar y reforzar la obra con acero corrugado.
A partir de 6 pisos, se recomienda construir edificios con muros de 15 centímetros, mientras que para torres de más de 12 pisos, los muros deben ser de 30 centímetros. En ambos casos, se debe incluir malla, refuerzo de barras de acero y confinado en las esquinas de los muros.
Mas en República Dominicana, actualmente no existe una regulación específica el sistema de Muros Delgados de Hormigón Armado (MDHA), según confirmó a Acento la Dirección General de Reglamentos y Sistemas del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, por lo que se entiende que, hasta la fecha, se ha estado empleando sin regulación alguna.
Sumado a esto, el Ministerio explica que el país no cuenta con la infraestructura para realizar ensayos propios y evaluar el comportamiento de las estructuras bajo ese sistema, además de su resistencia sísmica.
No obstante, la Dirección General de Reglamentos indica que desde hace un año, el MOPC ha estado trabajando en torno a la elaboración de una propuesta de reglamento que contiene “especificaciones mínimas de los materiales de construcción del sistema, espesor mínimo de los muros, limitaciones en altura, criterios para análisis y diseño sísmico y especificaciones constructivas”.
Dicha propuesta de reglamento se encuentra en Encuesta Pública, en el sitio Web del Ministerio, a los fines de que la comunidad de ingenieros puedan emitir sus opiniones.
Agrega que para la propuesta de reglamentación, el MOPC se ha en más de 28 referencias que resumen “una buena parte del acervo científico internacional, fundamentado en ensayos y modelación matemática, que se ha acumulado respecto al sistema MDHA, cuyas conclusiones de comportamiento estructural, en términos sísmicos, son la base para la creación de la propuesta”.
En Perú – país que al igual que República Dominicana espera que pueda suceder un sismo de gran importancia –, se realizan investigaciones para determinar el comportamiento de los muros con ductilidad limitada, mejorando los cálculos y adecuando sus hallazgos a las normas.
Sin embargo, Villarreal hace hincapié en que no es sólo la existencia de un código que regule las construcciones con este sistema, sino también la responsabilidad social de las empresas constructoras respecto a la seguridad, ya que obviar las normas de construcción podría poner en riesgo las vidas de las personas.
Hay progreso
Pero el país ha dado algunos pasos de avance, aunque tímidos en la materia, como las discusiones para crear una regulación del sistema de Muros Delgados de Hormigón Armado.
También la publicación en el portal web del Ministerio de Obras Públicas del Reglamento para el Análisis y Diseño Sísmico de Estructuras, como una guía destinada a los ingenieros con especialidad en construcción sísmica.
Sin embargo, obviar que República Dominicana es un país de alta sismicidad plantea numerosos desafíos, y desde luego, lo coloca en una situación de riesgo.
César Madera asegura que el terremoto de 6,5 grados del 2003 que afectó el noreste de República Dominicana, próximo a Puerto Plata, la madrugada del 22 de septiembre, fue un ejemplo de lo que podría pasar en el país de ocurrir un sismo de gran intensidad.
Dicha provincia se encuentra dentro de las provincias de alta sismicidad que resalta el MOPC en su Reglamento para el Análisis y Diseño Sísmico de Estructuras.
Mientras que Roberto Calderón explica que cuando se diseña para un terremoto, no se hace para que la obra pueda resistir todas las fuerzas que el temblor le demanda, sin que esta sufra daños, ya que sería incosteable, por lo que solo se hace en construcciones que puedan poner en riesgo la vida de mucha gente, como presas o en plantas nucleares.
“Diseñamos la casa para fuerzas menores a las que el terremoto le va a mandar, asumiendo que cuando venga un evento extraordinario, tu casa pueda sufrir daños. Ahora bien, ella va a tener una propiedad que se llama disipación de energía, en la que podrá dispersar ese exceso entre la demanda y la capacidad deformándose sin necesidad de que colapse y ponga en riesgo la vida”.
Indica que en los últimos 37 años, a raíz de la publicación del Reglamento para el Análisis Sísmico, se han hecho esfuerzos para mejorar las edificaciones, sin embargo, todavía se cometen errores a sabiendas de que se han comportado mal en otros países.
Es por esta causa que es necesario motivarlo y sensibilizar al sector privado sobre la construcción de obras sismorresistentes y también para que hagan refuerzos en las construcciones realizadas en zonas de alta sismicidad, además de fortalecer la ética de los constructores, su formación y desde luego, establecer los mecanismos de regulación para aminorar el impacto de un fenómeno natural que se encuentra en cuenta regresiva.
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