Por: JOSE C. NOVAS* Fecha: mayo 24, 2017
Jimaní: la agonía de un pueblo sin dolientes
A través de la historia los pueblos evolucionan, permanecen estáticos o retroceden. Ha sido la constante desde que el género humano apareció sobre la tierra.
José C. Novas |
Lo ideal fuera que la vida se desenvuelva acorde con las conquistas del hombre, pero ese no es siempre el caso. Hoy hacemos una observación al pueblo de Jimaní, enclavado en la profundidad de la frontera suroeste de República Dominicana.
No se sabe con certeza cuando se establecieron los primeros residentes en lo que es hoy Jimaní, pero existen evidencias que al llegar los europeos a la isla los nativos habitaban la zona, lo cierto es que coexisten allí varios linajes desde los tiempos coloniales. Los pobladores que reemplazaron a los nativos se acogieron a la vida simple en bohíos de tabiques cobijados con hojas de palma cana.
La mampostería no llegó a la zona hasta después de iniciada la dictadura de Trujillo en 1930. Los únicos vestigios de cemento en el Jimaní original se verifican en los viejos cementerios de Cachón Lucia y Boca de Cachón.
Recuerdo que mi familia salió de aquel pueblo en 1954 para establecerse en la ciudad de San Cristóbal, un pueblo puntual en la industria y el urbanismo para la época. En San Cristóbal tuve la experiencia con un guardia amigo de mi padre que una vez me dijo: “Tu eres de Jimaní, ese es un pueblo muerto, allí no hay ni diversión”.
En mi condición de niño, no entendí lo que me planteaba aquel militar, pero quedé marcado por el comentario del soldado, y quizás de allí nace el amor fanático por ese pueblo.
Ahora que puedo discernir sobre la teoría del soldado, les digo que hasta 1970 Jimaní era de los pocos pueblos en el país que no tenía prostíbulos, sólo contaba con dos centros de bailes y un pequeño teatro. La prostitución era nula, de ahí que el guardia le llamara “pueblo muerto”. Ese era su mensaje subliminal sobre el Jimaní del ayer, muy distinto a lo que ocurre hoy, donde impera la apatía de las autoridades, la perversidad y el desenfreno delincuencial se han hecho dueños del pedazo.
Hoy Jimaní es la antítesis de lo que establece la tabla de valores en la escala moral. Las informaciones que me llegan desde allá son desconcertantes porque aseguran que el parque principal del pueblo lo han convertido en una zona de tolerancia, donde por las noches merodean prostitutas haciendo ofertas indecorosas, por los barrios abundan las pandillas de asaltantes, los robos ya no causan sorpresa y las violaciones a mujeres y niñas alcanzan niveles alarmantes.
Por lo que me informan, Jimaní ha pasado del “pueblo muerto” al que refería el guardia, a paraíso del narcotráfico, el contrabando de armas, el negocio ilícito de carbón vegetal, la devastación del parque nacional Sierra de Bahoruco con su flora y su fauna; el descuido de las autoridades es casi total, no sé para qué tiene el pueblo un alcalde, una gobernadora, un jefe de la policía, un comandante del ejército, un jefe del CESFRONT, un encargado de medio ambiente y autoridades de migración.
En Jimaní son muchos los que alegan que inmigrantes indocumentados han desplazado a las autoridades y que sus operaciones delictivas azotan la ciudad a la vista de todos sin que nadie haga nada.
La pregunta es: “para qué las instituciones del Estado consumen presupuesto”. Todo ese dinero que se gasta en salarios y utilidades proviene de los contribuyentes, mientras los habitantes de Jimaní viven bajo zozobra y sin servicios básicos que les permita transitar sin temores a los asaltantes, los violadores y los ladrones.
Los delincuentes están violentando la tranquilidad de ese pueblo, la autoridad que no ejercen los funcionarios del gobierno ha permitido que impere el desorden, lo que constituye una vergüenza y una traición al deber como servidores públicos. josecnovas@yahoo.com
JPM http://almomento.net/jimani-la-agonia-de-un-pueblo-sin-dolientes/319104
*EL AUTOR es historiador y comunicador. Reside en Nueva York.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario