sábado, 31 de diciembre de 2016

PERCIVAL | Por: José Luis Taveras

PERCIVAL
Por: José Luis Taveras
Santo Domingo-En una sociedad torcida ya Percival es mito. Sus hazañas han despertado una sutil e inconfesa admiración popular. Y es que el forajido encarna lo que está faltando en estos tiempos: coraje.
Empuñar armas automáticas y acometer sus rimbombantes asaltos es una imagen oscura y primitiva de lo que en alguna manera se agolpa en los ciudadanos adocenados cuando la impotencia tuerce sus instintos ante la iniquidad que se teje en nuestra rutina salvaje. Esa sensación “rápida y furiosa” que detona en el pecho cuando la ley no alcanza ni la justicia funciona.
Frente a una sociedad dócilmente violada sin un régimen de castigo para los grandes delincuentes, cualquier desafío violento a una autoridad deslegitimada y degradada constituye un acto épico y sus ejecutores son sádicamente idealizados.
La caza de Percival sucede después de develarse otro atraco más lesivo: Odebrecht. Es paradójico que mientras la persecución del bandido activó la agenda de un consejo en pleno de la seguridad del Estado presidido por Danilo Medina, los atracadores de la hacienda pública en la caso Odebrecht probablemente disfruten de este thriller en una suite imperial del Ritz Carlton de París o después de descargar sus humedades viscosas en Las Vegas.
Las comparaciones nunca son justas y sé que una cosa no tiene que ver con la otra, pero, antes de que algunos se rasguen las vestiduras, expresaré lo que cualquier opinante prudente y políticamente correcto no haría: los bancos tienen seguros que responden por las pérdidas; la nación, en cambio, no tiene hombres, decisión ni autoridad para empuñar el pescuezo de la delincuencia política con la fibra testicular de Percival. Sin justificar nunca los abominables desafueros del bandido… (para evitar los sermones y los histerismos morales).
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