Año nuevo, pero las miserias continúan en la economía mundial
10 enero 2016 |
Carlos Berzosa. Catedrático de Economía Aplicada Universidad Complutense de Madrid
A
pesar de cierta euforia que se respira en los ambientes de la economía
convencional, la realidad es que en el contexto mundial se siguen
padeciendo los problemas estructurales del hambre y la pobreza sin que
estas privaciones tiendan a disminuir de una forma significativa. La
desigualdad se acrecienta y la concentración de riqueza alcanza cotas
que no se habían dado anteriormente. Mientras tanto el deterioro
ambiental se sigue produciendo y el cambio climático es una realidad a
la que no se pone freno a pesar de las conclusiones alcanzadas en la
Cumbre de París.
La
tragedia que se está viviendo con los emigrantes y refugiados es un
verdadero escándalo, pues son miles los que mueren o sufren pérdidas de
seres queridos en su intento de llegar a otros países, a los que no
solamente se les ofrece una solución, sino que se les cierran las
puertas con vallas y más controles fronterizos. A su vez, a los
refugiados y emigrantes se les pretende demonizar como los responsables
de los muchos problemas que padecen los países avanzados. Es una forma
de no profundizar en las verdaderas causas que provocan los fallos en el
funcionamiento de la estructura en un sistema cada vez más injusto.
Los emigrantes huyen de la pobreza, del hambre y de la falta de oportunidades que se dan en sus países de origen. Esto es un síntoma de que siguen perviviendo, aunque se hayan producido algunos progresos, grandes y graves privaciones. Los economistas más convencionales siguen insistiendo en que se mejora en la disminución de la pobreza y del hambre; pero, sin negar los tenues avances que se han podido conseguir, lo que resulta evidente es que con la lentitud a la que se va en la erradicación de estos males resulta indudable que no tienden a desaparecer y, sobre todo, siguen siendo excesivamente elevadas las cifras que dan cuenta de estas tragedias humanas. Unas cifras que son realmente escandalosas, sobre todo si se tienen en cuenta los avances que han tenido lugar en la ciencia y en la aplicación de la tecnología en la vida económica y social.
Los refugiados huyen de persecuciones políticas y religiosas, de zonas en guerra o, en el caso de muchas mujeres, porque sufren la violencia de género y violaciones. Las atrocidades que se cometen son de tal calibre y producen tantos sufrimientos que no se puede entender cómo las autoridades de determinados países siguen negando el pan y la sal a tantos necesitados de solidaridad y de justicia. La falta de humanismo que se observa en el comportamiento que está habiendo en países miembros de la Unión Europea es una consecuencia de la sociedad que se está construyendo, individualista, egoísta, competitiva y falta de valores morales y éticos. Se fomenta peligrosamente el racismo y la xenofobia, que lo único que pueden traer son calamidades y barbaries como las que se vivieron en el siglo XX.
El becerro de oro es adorado, el lucro es la guía esencial y el libre mercado se convierte en un fetiche, mientras se siguen socavando los valores de igualdad y justicia que deben presidir el fin de la sociedad. Frente a los economistas fundamentalistas, que creen que la falta de desarrollo es debido al uso de políticas económicas equivocadas y que lo que hay que fortalecer es la puesta en práctica de decisiones favorables al mercado, hay que oponer un enfoque radicalmente diferente que tenga por objeto el análisis de las relaciones de poder, la desigual posición social que se ocupa dentro de una estructura económica, los mecanismos de explotación y del uso y transferencia que se hace del excedente económico a escala global y no solamente nacional.
En los análisis convencionales se pone el énfasis en el insuficiente desarrollo de una economía de mercado para explicar el subdesarrollo, o bien en el mal funcionamiento de las instituciones, haciendo recaer la responsabilidad de todo lo que sucede al conjunto de la sociedad, sin mencionar el comportamiento de las oligarquías que son en la mayor parte de los casos un freno al desarrollo y representan un obstáculo para lograr un mejor funcionamiento de las instituciones. Se pretende con ello obviar algo que resulta incómodo a los economistas como el enfoque estructuralista e institucionalista, pero no el que se está utilizando bajo esta denominación, sino la corriente surgida a principios del siglo XX, en la que Veblen es el máximo exponente.
En suma, la economía mundial se encuentra lejos de ofrecer un panorama alentador y, desde luego, como se pone de manifiesto desde una perspectiva histórica y la pervivencia a lo largo del tiempo de tantas privaciones, ni el mercado ni el creciente proceso de globalización neoliberal pueden resolver los graves problemas existentes. Para entender más sobre lo que sucede conviene leer, entre otros, el libro de Jean Ziegler Destrucción masiva. Geopolítica del hambre (Península, 2012). Es un buen antídoto ante tanta banalidad que se pretende difundir
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Categorías: Internacional, Mercados Financieros, Portada
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