Visiones de educación popular: experiencia comunal vs. asistencialismo
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¿Qué imágenes te vienen a la mente cuando escuchas la palabra “popular”? En la RAE el término popular habla de lo que es relativo al pueblo: masas, grandes cantidades, pocos recursos económicos y sociales y culturales, muchedumbre. Eso suele asociarse con el pueblo. Y como si esto fueran dos historias cortas diremos que el pueblo, por un lado, es la base del Estado, son grandes cantidades estadísticas que votan y que trabajan en una situación siempre más precaria que la de quienes se encuentran en los puestos de mayor status social; al mismo tiempo, el pueblo es el objetivo para quienes están destinadas las políticas públicas estatales y las labores de las ONG’s que buscan llenar los espacios sociales que el Estado deshabita. A esta función, tanto estatal como oenegeísta, le llamamos asistencialismo cuando lo que se hace es mantener anestesiada la condición social precaria del pueblo, cuando el trabajo realizado no lleva a una experiencia comunal, vivencial y consciente de las personas.
La educación popular puede ser pensada como una mera metodología asistencialista o como fundamento filosófico-metodológico en tanto praxis de una educación comunitaria.
Educación popular como asistencialismo
En este marco la educación popular pasaría a ser una política compensatoria para una parte de la sociedad que no consigue cumplir con la escolaridad formal (de esto hablamos en el artículo anterior). Estas formas compensatorias son un recurso demagógico del que se nutren los Estados para drenar descontentos sociales generados por la disparidad estructural de estratos económicos. A veces, el asistencialismo, lo ejerce directamente el Estado y otras veces lo hace a través de ONG’s y asociaciones religiosas. Así hay programas de alfabetización, de educación no formal, entre otros, que terminan generando estadísticas internacionales para posicionar a un país en la escala geopolítica sin tener una consecuencia real de cambio en las formas cualitativas y vivenciales de quienes asisten a esos programas compensatorios, que incluso están pensados desde organizaciones internacionales o nacionales que aportan una mano asistencial momentánea en alguna comunidad pauperizada para luego llevarse las estadísticas y no volver a darles entidad por haber ya cumplido con el objetivo, un objetivo absolutamente ajeno a las necesidades de la comunidad.
Asistencialismo y voluntariado
El asistencialismo se nutre de la docencia voluntaria o ad honorem, con lo cual la política compensatoria queda suplida del Estado sin que los gobiernos inviertan recursos: ni capital humano, ni monetario. Mientras las estadísticas se vuelven favorables para el país la intervención cumple una ficcional función honorífica de expiación de culpa de clase a la persona que está cumpliendo el rol voluntario, que en casos puede incluso no tener una capacitación en docencia (mucho menos un manejo de lógicas de intervención comunal) y a la vez estas instancias sociales pauperizadas suelen servir como “prácticas” para estudiantes universitarios o licenciados sin experiencia profesional, apoyándose en la idea de que los sectores sociales del más bajo status quo no cuenta con la prerrogativa de una práctica digna de la alta alcurnia. Entonces los voluntarios harán ahí currículum para luego poder aplicar con algo de experiencia y honor a entidades académicas oficiales de mayor nivel estatal.
Educación popular como experiencia comunal
Desde este lugar, la educación popular fundamenta el proyecto educativo en una comunidad específica, no desde la perspectiva de una escolarización sino urdiéndose en la zona de trabajo. La experiencia educacional se plantea en una relación estrecha con el trabajo y con la sociedad próxima de les estudiantes (donde no se dejan por fuera los vínculos afectivos en el proceso ya que son parte de la socialización). Y desde acá el programa de estudio se desarrolla basado en las inquietudes y necesidades de la comunidad.
Nos encontramos con una problemática: la comunidad pertenece a un Estado Nacional al cual se le atribuye la posibilidad total de distribuir presupuestos económicos, de otorgar certificados de conocimiento adquirido y de habilidades para desarrollar profesiones específicas (títulos); esa centralización se ve facilitada por el proceso de relevamiento de datos estadísticos y por generar masivamente planes de estudio según un parámetro de normalización (inclusión/exclusión), y hay una relación entre la producción desproporcionada de capital y la producción de sujetos escolarizados que comentaremos en un artículo posterior en mayor profundidad.
Experiencia comunal y Estado
Para aproximarnos a las lógicas de la educación popular hay que desprenderse de la totalización de la representatividad política y poder derogar decisiones a las comunidades; esto se da en un doble proceso de aprendizaje ya que al tiempo que se van relevando instancias de decisión a las personas con respecto a su comunidad y su entorno, este proceso también se va dando en las lógicas de la experiencia educativa en la cual las maestras y los profesores(1) dejan de ser figuras representantes totales, y pasan a ser disdocentes (discentes y docentes en un rol cambiante de articulación de poder), igual que les estudiantes, saliendo así del lugar de detrimento infantil para jugar un doble rol, el de sujeto con dudas y habilidades a explorar, al mismo tiempo que indaga en sus capacidades a aportar. Sobre esa compleja diversidad de entes está formada la comunidad, y desde ahí se puede indagar en las necesidades y posibilidades de la experiencia educativa.
__________http://nuestrotiempo.com.do/2015/12/27/visiones-de-educacion-popular-experiencia-comunal-vs-asistencialismo/
- Las denominaciones “las maestras” y “los profesores” implican una develación de las diferencias asignadas para segmentar roles de género
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