miércoles, 14 de octubre de 2015

Develado el secreto del crecimiento | Por Luis Scheker Ortiz

Por 
l.scheker[@]hoy.com.do 
China es un país maravilloso. Cuna de grandes filósofos y hombres sabios que supieron gobernar a su pueblo, dinastía tras dinastía, siglos tras siglos, por miles de años, conforme con su cultura ancestral y respeto a sus tradiciones hasta llegado el momento del cambio necesario cuando un sistema, anacrónico y envejeciente, “se transforma o se destruye.”
En China fue descubierta la pólvora utilizada en grandes festejos y eventos para deleite y alborozo de multitudes atrapadas en la magia de los fuegos artificiales, de colores deslumbrantes descendientes desde los cielos tras una ligera detonación de inocentes explosivos hasta que, sin abandonar su inicial donaire, se abrió cancha por linderos desconocidos tras la confección de armas de fuego sofisticadas con sabor amargo de desolación y muerte a nombre de la paz y el progreso.
De ese país fabuloso, el más grande y poblado, surge de una pequeña aldea el genio prodigioso de Mao Tse Tung para rescatar de la miseria, los vicios, y la ignorancia a su pueblo humillado alentando una quimera redentora mediante una Revolución Cultural que más que comunista le puso precio a la libertad, al derecho a disentir, como también al capital que la prostituye.
Pero nada es para siempre, el agua que corre y va a la mar no es la misma, y el capital que hizo su revolución para apropiarse del poder no se rinde ni se muere fácilmente. Se disfraza y evoluciona. También China se agiganta y se trasforma. Su sistema, sin cambiar todo de golpe y porrazo, se va adaptando, camina despacio pero seguro de la vieja Plaza de la Revolución al modernismo donde el capitalismo brilla en altos rascacielos y ejerce su fascinante embrujo: vivir mejor en un mundo de oportunidades, de mayores libertades y lujos de cosas novedosas, chulísimas, la banca pierde y se ríe.
De repente el misterio del crecimiento económico negado a la pobreza es develado. Nos da respuesta. En una nota llegada desde China, casi a escondida se revela lo que todo el mundo sabe y políticos del patio y economistas prohijados del sistema se empeñan en ocultar con explicaciones poco convincentes: la causa del singular y extraordinario crecimiento sostenible de nuestra economía, por encima de casi todos los demás países del hemisferio, tal muestra las estadísticas y confirma la medición de crecimiento del PNB del Barómetro de las Américas de que no toma en cuenta la mala distribución de la riqueza usurpada por unos pocos: “las medidas adoptadas por el Gobierno Chino para luchar contra la corrupción (están) provocando indirectamente la desaceleración del crecimiento del gigante asiático”, dice la nota.
Y es lógico que así sea. Los grandes capitales huyen de tales medidas. Buscan refugio y protección donde gobiernos cómplices o complacientes se abstienen de implementar políticas públicas eficientes, medidas regulatorias y acciones anti corruptivas menos tolerantes, más agresivas. Una fácil lectura de la nota trascrita explica una de las causas del cacareado crecimiento económico que parece insólito y no lo es: donde la corrupción campea por su fuero, libre de consecuencias, el crecimiento económico de cualquier país florece. La lógica del capital no falla.
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