jueves, 15 de junio de 2017

Chavismo y Venezuela hoy - Ignacio Ramonet / Le Monde diplomatique 260 junio 2017


EDITORIAL EN DETALLE
Nº: 260   Junio  2017
Chavismo y Venezuela hoy

Ignacio Ramonet 
De todas las instituciones estadounidenses que reflexionan sobre la política exterior, sin duda la más influyente es el Council on Foreign Relations, fundado en 1921, editor de la revista de mayor impacto mundial en materia de asuntos exteriores: Foreign Affairs (1). Su sede principal se encuentra en el corazón de Manhattan, en Nueva York, en una esquina de la muy elegante Park Avenue, y por ella han pasado, a lo largo de casi un siglo, algunas de las principales personalidades políticas que han marcado la historia contemporánea.
Con ocasión de la edición en inglés de mi libro Hugo Chávez: Mi primera vida (2), el Council on Foreign Relations decidió organizar una mesa redonda de reflexión y debate en torno al tema “Chavismo y Venezuela hoy”. Obviamente, esa decisión se tomó hace diez meses, en septiembre pasado, cuando nadie imaginaba que las cosas tomarían el cariz que tienen en estos momentos en Caracas. O sea que, cuando llegó el día del evento, el pasado 17 de mayo, en plena ola de manifestaciones y violencias en Venezuela, la atmósfera estaba bastante cargada de electricidad hasta en pleno Nueva York.
Me acompañaban en la mesa: Jennifer McCoy, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Georgia y, sobre todo, exdirectora del Centro Carter (fundado por el expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter), que ha seguido muy de cerca todos los procesos electorales en Venezuela (3). Y Lisa Viscidi, especialista en temas de energía y petróleo, y autora habitual de la revista Foreign Affairs (4). El debate fue introducido por Romuald Sciora, ensayista, especialista del sistema de Naciones Unidas. Y estuvo moderado por Jonathan Tepperman, redactor jefe de Foreign Affairs.
El sentimiento que los demás ponentes, e incluso el moderador, trataron de instalar de inmediato fue que el “sistema chavista” se estaba derrumbando, que eso era una cuestión de días, a lo sumo de semanas, y que el debate, según ellos, debía centrarse sobre el tema “¿por qué se desmoronó el chavismo?”. Expresé mi desacuerdo. El chavismo, dije, no es sólo una corriente política, sino que es sobre todo una realidad sociológica mayoritaria en Venezuela. Pase lo que pase, el chavismo está, por largos decenios, instalado en el sentimiento de la población venezolana más humilde. Igual que el peronismo en Argentina.
Es lo que deseo explicar.
Como todas las revoluciones, la Revolución Bolivariana es una arquitectura en la que se conjugan una serie de fuerzas diversas importantes que, reunidas y fusionadas, conforman una dinámica política radicalmente innovadora. Como dice el presidente Nicolás Maduro: “El chavismo es el encuentro de varios caminos abiertos por los Libertadores y el encuentro de varias búsquedas iniciadas por muchos soñadores sociales que convergen en un punto nodal: el pensamiento de Hugo Chávez”.
Cuando el Comandante Chávez llega al poder –en 1999– no posee un gran partido; llega a la cabeza de un movimiento popular extremadamente diverso que incluye a militares, a exguerrilleros y a unas izquierdas muy variopintas. Y consigue ganar el apoyo popular con un discurso de refundación: la refundación de Venezuela, que es la base misma del chavismo. Porque en el núcleo duro de la filosofía chavista nos encontramos con la recuperación del concepto de nación, y la restauración y la defensa de la identidad nacional.
Hugo Chávez inventa para Venezuela y América Latina lo que podríamos llamar una “política de la liberación”, como decimos que existe una “teología de la liberación”. Con una opción preferencial por el pueblo, los pobres y los humildes. Con su capacidad de pedagogía política, Chávez impulsa una politización popular masiva, y conceptualiza una política de la liberación del pueblo en la que el pueblo, dotado de conciencia política, es autor de su propio destino.
Chávez intuye que la época permite estrenar nuevos caminos nunca antes surcados. Y logra elaborar de ese modo y transmitir al pueblo venezolano desmoralizado un nuevo relato de esperanza. En ese sentido, el chavismo es una narrativa que explica a los venezolanos quiénes son, a qué pueden aspirar y cuáles son sus derechos. Es una explicación nueva que da respuesta a viejas preguntas: ¿qué es la sociedad venezolana?, ¿cuáles son sus problemas?, ¿quiénes son las víctimas?, ¿quiénes los culpables?, ¿qué soluciones? Y ese nuevo relato es narrado, día tras día, discurso tras discurso, con enorme eficacia comunicacional, por Hugo Chávez, que se convierte en referente intelectual y carismático.
De tal modo que el chavismo constituye una vía política latinoamericana innovadora que se libera y se emancipa de la eterna tutela conceptual europea y anglosajona. Una política que, por primera vez, es original, fuente, manantial, y no espejo o copia de lo que se ha hecho en otras partes.
En ese sentido también, el chavismo es una opción revolucionaria. Es el proyecto más innovador y más atrevido que ha tenido Venezuela desde Bolívar. Es el único proyecto de paz, desarrollo, justicia y prosperidad para el pueblo venezolano desde 1810.
Luego, ¿qué es ser chavista? Ser chavista es acercarse al pensamiento político de los fundadores de Venezuela. El “Árbol de las Tres Raíces” es un concepto capital del chavismo. Que Chávez definía de la siguiente manera: “Primero está la raíz bolivariana por el planteamiento que hace Simón Bolívar de igualdad y libertad, y por su visión geopolítica de la integración de América Latina; luego la raíz zamorana, por Ezequiel Zamora, el general del pueblo soberano y de la unidad cívico-militar; y finalmente la raíz robinsoniana, por Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, el ‘Robinson’, el sabio de la educación popular, y de nuevo la libertad y la igualdad”. Aunque a esas tres raíces, Chávez le va añadiendo otras: por ejemplo, Miranda y Sucre. Y más tarde otras más como José Martí, Che Guevara y Fidel Castro…
Pero ser chavista es también ser profundamente cristiano. El Comandante Chávez consideró siempre el cristianismo verdadero como parte de su vida, de su esencia y de sus valores.
Hugo Chávez fue un líder pragmático que supo adaptar las modalidades de su acción a las circunstancias históricas, que nunca olvidó los objetivos por alcanzar y que siempre mantuvo intangibles sus principios. Él estaba convencido de que si Venezuela pudo hacer gloriosas hazañas en el pasado, llegando a ser una las principales naciones de América Latina, fue porque estaba movilizada por un alto ideal hacia un destino común. Inversamente, Chávez sabía que los venezolanos tienen en permanencia la tentación de replegarse sobre sus querellas y divisiones internas (políticas, sociales, intelectuales), lo cual –según la visión chavista– les hace constantemente correr el riesgo de caer y deslizarse por el tobogán de la decadencia.
En consecuencia, para poder dar lo mejor de ella misma y ponerse al frente de las naciones latinoamericanas, Venezuela debe estar unificada por un líder histórico y un proyecto grandioso, y articulada (en un eficaz equilibrio de los poderes) por instituciones políticas, militares, económicas y sociales decididas a evitar las luchas intestinas.
Hay que insistir en el hecho de que, en el seno del chavismo, existe una filosofía patriótica del humanismo, heredera del cristianismo y de la teología de la liberación. El humanismo chavista es, a la vez, una finalidad de la grandeza de Venezuela, porque el mensaje que Venezuela dirige al mundo es profundamente humanista, y una consecuencia de la política de justicia social cuyo primer objetivo es cohesionar a la nación.
El chavismo posee, pues, diversas dimensiones: histórica, filosófica y política. Desde el punto de vista ideológico, el chavismo recoge y sintetiza, como ya se dijo, la acción política de Hugo Chávez y también sus pensamientos políticos, o sea la doctrina que se deduce de sus discursos y de sus escritos.
Como acción política, el chavismo se caracteriza por los siguientes grandes lineamientos:
— soberanía e independencia nacional; rechazo de la dominación de cualquier superpotencia imperial, en particular Estados Unidos. Chávez decía: “No puede entender la Patria ni defenderla quien no sabe que su principal enemigo es el imperialismo norteamericano”;
— rechazo de cualquier pretendido superpoder económico y financiero (FMI, Banco Mundial, OMC). La independencia se defiende, no sólo en el campo político, sino también en los sectores económicos, geopolíticos, culturales, diplomáticos e incluso militares;
— instituciones estatales sólidas, como las de la V República instituidas por la Constitución de 1999;
— un Ejecutivo fuerte y cierta personalización de la política para oponerse a la impotencia del régimen de los partidos;
— un poder ejecutivo fuerte y estable que confiere al presidente de la República un papel primordial;
— una relación directa entre el líder y el pueblo que pasa por encima de los cuerpos intermediarios, gracias a una concepción “participativa” de la democracia, con recurso frecuente al referendo y a las elecciones, y al diálogo interactivo líder-pueblo mediante un uso singular de los medios de comunicación de masas;
— una articulación cívico-militar cuyo engranaje lo constituye el propio presidente, que coordina lo mejor de los movimientos progresistas civiles y la inteligencia patriótica de los aparatos militares; las Fuerzas Armadas están íntimamente asociadas al proyecto de desarrollo nacional en el marco de la unidad cívico-militar;
— la independencia nacional y la grandeza de Venezuela;
— la unión nacional de todos los venezolanos –más allá de las diferencias políticas o regionales tradicionales que fueron antaño causa de división y de decadencia–, en una relación directa entre el líder y el pueblo, cohesionada por las políticas sociales de inclusión y de justicia social;
— la prioridad de la política sobre otras consideraciones (económicas, administrativas, técnicas, burocráticas, etc.);
— respeto de la autoridad del Estado;
— voluntad profunda de justicia social;
— intervención del Estado en la economía;
— la reactivación de la OPEP y una coordinación de las políticas petroleras de los países productores y exportadores;
— la integración latinoamericana como horizonte constante e imperativo ideológico dictado por el propio Simón Bolívar; y creación de entidades concretas para la integración (ALBA, Unasur, Banco del Sur, Celac, Petrocaribe, TeleSUR);
— la concepción de un mundo multipolar sin hegemonías; lo cual exige derrotar el proyecto de hegemonía imperial unipolar para garantizar la paz planetaria y el “equilibrio del universo”. Impulsar un mundo multicéntrico y pluripolar. Chávez lo señaló como el cuarto gran objetivo histórico del “Plan de la Patria”, su programa de gobierno para el periodo 2013-2019;
— una diplomacia Sur-Sur con multiplicación de los lazos con los países del Sur a través del Movimiento de los no-alineados y de alianzas horizontales: América del Sur / África (ASA) y América del Sur / Países Árabes (ASPA). Chávez apoyó también al grupo BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica) y se planteó una alianza de Venezuela con ese grupo para consolidar un mundo multipolar;
— la solidaridad nacional entre los ciudadanos y los territorios; y la solidaridad latinoamericana;
— respeto de las naciones, que son entidades culturales esculpidas por la historia y baluartes de los pueblos contra los imperialismos;
— el rechazo de la doctrina del neoliberalismo económico, y la preferencia por una economía orientada por el Estado con vistas a un desarrollo voluntarista y estructurante (con ambiciosos proyectos públicos, nacionalización de los sectores estratégicos, soberanía alimentaria, etc.);
— construir un “Estado de las misiones” para responder más directamente a las diversas demandas sociales del pueblo;
— avanzar hacia la definición de un socialismo bolivariano y humanista, en democracia y en libertad, que además de otorgar a los trabajadores una protección social avanzada, los empodere dándoles acceso tanto a las decisiones de la empresa como a los beneficios de la misma.
Uno de los objetivos primordiales del chavismo es reconciliar a los venezolanos con la patria, hermanarlos y conseguir edificar un Estado con mayor soberanía, mayor eficacia administrativa, mayor justicia y mayor igualdad.
El chavismo aspira a reunir a hombres y mujeres de todos los orígenes políticos en torno a un gran proyecto de “país potencia” y a la acción voluntarista de un líder. Para alcanzar esos objetivos, el método del chavismo es el pragmatismo y el rechazo de los corsés ideológicos. Sus dos principales ejes: unidad interna al servicio de un ambicioso proyecto patriótico y social; e independencia y proyección de una “Venezuela potencia” en Latinoamérica y en el mundo.
El chavismo es, por consiguiente, un sistema “de pensamiento, de voluntad y de acción”. Parte de los hechos y de las circunstancias; no actúa predeterminado por una doctrina o una ideología. Voluntarismo contra fatalismo; acción contra la pasividad, contra el abandono y la renuncia.
Para Chávez, lo primero es Venezuela. Su actuar político consiste en crear las condiciones para que la patria pueda dar lo mejor de sí misma. Y esto sólo se consigue si el pueblo venezolano está unido en torno a un proyecto de progreso social definido por un líder carismático que lo propulsa hacia su gran ideal histórico.
El pensamiento chavista tiene como bases ideológicas varias raíces que se entremezclan entre sí para formar una nueva ideología progresista venezolana. La cual se caracteriza por la ausencia de dogmatismos, para diferenciarse de los experimentos socialistas fracasados en la Europa del siglo XX. Por eso, para distinguirlo del que fue rechazado por las clases populares en Polonia en 1980, o del que se derrumbó con el muro de Berlín en 1989, o del que implosionó en 1991 con la caída de la Unión Soviética, Chávez hablaba de “socialismo del siglo XXI”. Se trata de un socialismo surgido en América Latina, que debe ajustarse a nuestro tiempo, y por eso Chávez le añadió fundamentalmente tres dimensiones: la democracia participativa, el feminismo y el sentimiento ecologista.
Ese “socialismo del siglo XXI” se considera compatible con la propiedad privada, aunque alienta otras formas socialistas y solidarias de propiedad como la cooperativa y la cogestión. También se declara compatible con el nacionalismo económico. Chávez no dudó en nacionalizar las grandes empresas de sectores estratégicos en manos de capitales extranjeros.
El “socialismo del siglo XXI” es asimismo compatible, insisto en ello, con el cristianismo social. Chávez hace suya la vieja consigna de los sandinistas: “Cristianismo y revolución, no hay contradicción”. Partiendo del postulado según el cual la verdadera identidad del cristianismo es la que le confiere la teología de la liberación. No en vano, Chávez afirmaba que Jesucristo fue el primer socialista de la era moderna y que el “reino de Dios” había que construirlo aquí, en la Tierra.
Porque el chavismo es, esencialmente, un proyecto de democratización de la felicidad.
De todo esto se deduce que tiene vocación de ejercer naturalmente, en Venezuela, una hegemonía. Por su capacidad para llevar la dirección intelectual y moral de la sociedad. Y porque ha permitido la recuperación política de una democracia en la que deben participar Gobierno, Fuerzas Armadas y pueblo, unidos en la expansión de los derechos sociales y en la redistribución justa de las riquezas del país.
En la sala del Council on Foreign Relations, no todos los oyentes estuvieron de acuerdo con estas tesis. Normal. En el coloquio que siguió de intercambio entre público y ponentes, varias intervenciones defendieron, con pasión a veces acalorada, los argumentos de la oposición venezolana (5).
En la calle, un grupito de manifestantes partidarios de esa oposición denunciaba el principio mismo de este evento académico. Muy mala señal. La ética elemental de la democracia se fundamenta en una regla básica: escuchar al otro.   http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=a4904472-586d-4b50-b5e6-0a58360b9e57
 NOTAS
(2) Ignacio Ramonet, Hugo Chávez: My First Life, Verso, Londres, 2016.
(3) Léase, por ejemplo, Jennifer McCoy (con Francisco Díez), International Mediation in Venezuela, United States Inst of Peace Edit., Washington DC, 2011.
(4) Léase, por ejemplo, Lisa Viscidi, “Venezuela on the Brink. How the State Wrecked the Oil Sector and How to Save it”, Foreign Affairs, Nueva York, septiembre-octubre de 2016.

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