Hipólito Mejía
Publicado el 23 nov. 2016
Conferencia ante la Asociación de Comerciantes e Industriales de Santiago (ACIS), tema sobre “Desafíos y Oportunidades de la Agroindustria Dominicana”.
https://youtu.be/kJnIxmh6mY8
22 de noviembre de 2016
El ex presidente Hipólito Mejía reclamó que el gobierno actúe como aliado del sector privado en la creación de un clima favorable a los negocios
SANTO DOMINGO:-Y para ello demandó que haya un mejoramiento de la infraestructura, la cualificación de recursos humanos, el desarrollo de mercados competitivos y el otorgamiento de incentivos fiscales.
“En fin, de lo que se trata es que el gobierno, en lugar de ser un obstáculo, sea un aliado del sector privado en la creación de un clima favorable a los negocios” recalcó.
Manifestó estar convencido de que el país tiene que volver a sus raíces en el campo, como una condición necesaria para promover nuestro desarrollo integral.
“Consecuentemente, dijo, la decisión de retornar al campo significa trabajar para garantizar la seguridad alimentaria, la prosperidad económica, y el bienestar para todos”.
Hipólito destacó que la agroindustria representa una gran oportunidad para el desarrollo económico y social de la República Dominicana y una herramienta eficaz en la lucha real contra la pobreza.
Manifestó que la gran oportunidad que representa la agroindustria tiene que descansar en una alianza del gobierno con el sector privado, que abarque desde la formulación de políticas públicas consensuadas hasta la ejecución de proyectos concretos.
Mejía fue el conferencista en el marco de la Séptima Premiación anual “Excelencia Empresarial” organizada por la Asociación de Comerciantes e industriales de Santiago, (ACIS), donde expuso sus consideraciones y sus experiencias sobre el tema.
“Quiero insistir en que el éxito de cada uno de esos proyectos descansa en la productividad, la apertura y consolidación de mercados, el financiamiento, la tecnología, las políticas fiscales idóneas y en el mejoramiento de las vías de comunicación e infraestructura para el manejo post cosecha”, enfatizó.
“Todo este sistema de soporte debe descansar, no lo olvidemos ni un instante, en la capacitación de nuestra gente. Esa es la mejor forma de ser competitivos en cada empresa agroindustrial. Y de serlo, también, como país”, afirmó.
Dijo no tener dudas de que la agroindustria dominicana tiene la oportunidad de acceder a los grandes mercados mundiales, en el marco de los tratados internacionales que hemos suscrito, tales como el DR-CAFTA, así como los que nos relacionan con la Unión Europea y el CARICOM
Sin embargo, aseveró que tal como se ha hecho en países con óptimo desarrollo industrial, en la República Dominicana es necesario contar con políticas públicas efectivas de apoyo a la iniciativa privada.
Señaló que ese apoyo debe consistir en el mejoramiento de la infraestructura, la cualificación de recursos humanos, el desarrollo de mercados competitivos y el otorgamiento de incentivos fiscales.
Manifestó estar convencido de que el país tiene que volver a sus raíces en el campo, como una condición necesaria para promover nuestro desarrollo integral.
Resaltó que ese regreso al campo que propone, con un nuevo modelo de desarrollo, centrado en la gente, la agroindustria constituye la principal garantía de éxito.
Destacó que, en nuestro país, para crear un modelo de desarrollo incluyente, la agroindustria garantizaría las siguientes ventajas:
•Garantizar el acceso permanente de la población a bienes agropecuarios y alimenticios.
•Generar divisas.
•Crear empleos.
•Mejorar la seguridad alimentaria del país.
•Aumentar la capacidad de intercambio comercial interno y externo.
•Crear oportunidades económicas a los pequeños, medianos y grandes productores.
•Contribuir a la reducción de la pobreza rural y la desigualdad social.
•Promover el desarrollo regional equitativo.
Dijo que resulta innegable que la economía dominicana ha venido creciendo en los últimos cincuenta años. Sin embargo, ese crecimiento ha sido incapaz de reducir la pobreza y la desigualdad social.
Al ejemplificar los resultados de la promoción de la agroindustria en el país destacó que un número importante de las grandes familias y empresas dominicanas tienen su origen en el mundo rural. De hecho, muchas de las familias acomodadas de hoy gestaron sus riquezas en un vínculo directo con la producción agropecuaria y forestal.
Luego de hacer un extenso recorrido por la historia de la agroindustria en el país y su impacto en el crecimiento y desarrollo económico, destacó casos como lo que definió como la pujante industria cárnica, basada en la crianza bobina, porcina y aviar, localizada principalmente en esta región del Cibao Central.
Sin embargo, aseguró que la masiva importación de “MDM y Trimmings” – Carne Mecánicamente Deshuesada - constituye una competencia desleal que perjudica a los criadores locales.
“Esa importación, que viene principalmente de los Estados Unidos, es usada aquí para la fabricación de salchichón y otros embutidos, en lugar de la carne de cerdo producida localmente”, expresó el ex mandatario.
Dijo que como muestra de esta realidad, en el año 2015, el país importó alrededor de 45 millones de libras de carne de cerdo y nueve millones de libras de “Trimmings”. La importación de “MDM” superó los 65 millones de libras.
Por tal motivo, expresó su apoyo a las voces que demandan a las autoridades competentes tomar medidas para impedir que estas importaciones se conviertan en una competencia desleal con nuestros productores.
Por otra parte, el país tiene una creciente industria de quesos. Ahora hace falta apoyar a esa industria con tecnología, financiamiento y acceso a nuevos mercados, de manera que pueda ser competitiva.
Amenazas al sector agroindustrial.
Manifestó que el aporte realizado por el sector agroindustrial al país, ha estado amenazado recientemente por la toma de decisiones incorrectas desde el gobierno.
Citó que, entre estas decisiones incorrectas durante los gobiernos del PLD, el sector agro empresarial ha sufrido los efectos de políticas públicas que han privilegiado las importaciones en detrimento de los sectores productivos nacionales.
Dijo que una expresión dolorosa de esta agresión a la producción nacional es la Ley de Capitalización No. 141-97, promovida y ejecutada por el presidente Leonel Fernández.
Calificó a la industria cañera como la agroindustria más perjudicada por esa indolente iniciativa y considera que un resultado de ese desacierto es el aumento de la pobreza, debido a la desaparición del empleo y las oportunidades que antes existían alrededor de esa industria.
Consideró que cierre definitivo de casi todos los ingenios azucareros estatales ha contribuido a profundizar la desigualdad social, la mala distribución de la riqueza, y la falta de acceso a oportunidades de desarrollo humano.
“Para nosotros, la recuperación de la industria cañera significa aprovechar nuestra capacidad de producir riquezas a partir de una materia prima que podemos producir eficientemente”, explicó.
Por eso pidió celebrar las iniciativas que han tomado varias empresas nacionales, para modernizar ese sector.
ANEXO TEXTO INTEGRO DISCURSO DE HM
DISCURSO
DE HM ANTE LA ACIS SOBRE LA AGROINDUSTRIA
Señor
Sandy Filpo
Presidente
Asociación Comerciantes e Industriales de Santiago
Señor
Ramón Ventura Camejo,
Ministro
de Administración Pública
Señor
Félix García
Tesorero
ACIS
Señor
Luis Caraballo,
Primer
Vicepresidente ACIS
Señor
Carlos G. Núñez,
Segundo
Vicepresidente ACIS
Señor
Fernando Capellán,
Presidente
Asociación para el Desarrollo APEDI
Señor
Miky Lama
Presidente
Corporación de Zona Franca Santiago
Señor José Camacho,
Coordinador
del Premio a la Excelencia Empresarial ACIS
Señor
José O. Pérez,
Secretario
de la ACIS
Señor
Luis Liriano
Vice-secretario
de la ACIS
Distinguidos invitados
Señoras y Señores:
Agradezco a la Asociación de
Comerciantes e Industriales de Santiago (ACIS), especialmente a su Presidente
Sandy Filpo, la invitación a participar en esta séptima entrega del Premio a la
Excelencia Empresarial 2016, acto donde se reconoce a un selecto grupo de
empresarios de Santiago.
Antes de referirme formalmente al
tema que nos convoca hoy, quiero expresar mi solidaridad con las miles de
personas perjudicadas por las lluvias e inundaciones ocurridas en varias
localidades del país, especialmente en la región norte, incluyendo esta
provincia de Santiago. Me identifico, de manera particular, con los productores
agropecuarios que sufren las consecuencias de este desbordamiento de la
naturaleza.
Deseo que, con la ayuda de Dios,
el apoyo de las autoridades, la solidaridad de las instituciones privadas, así
como la determinación y capacidad de trabajo de nuestros productores, podamos
superar esta situación a la mayor brevedad.
Ahora compartiré con ustedes mi
visión sobre las oportunidades y los desafíos que tiene la agroindustria en
nuestro país.
La relación con la agroindustria
dominicana ha sido una constante durante toda mi vida, comenzando en mi hogar
campesino de Gurabo. Puedo decir con satisfacción que pertenezco al mundo
rural, el cual ha hecho y continúa haciendo grandes aportes al desarrollo del
país.
Hablar de la agroindustria es
referirnos a la capacidad que se tiene de agregar valor a los bienes de origen
agropecuario, ya sea a través de la transformación en nuevos productos, como,
mediante la conservación y el manejo post-cosecha, que permite que la
producción de un período se pueda consumir en otra temporada.
Son también parte de la
agroindustria, los sistemas de embalaje y empaque que realzan la presentación
de los productos y brindan protección durante el traslado, contribuyendo a
asegurar el acceso de la población a los bienes de consumo.
El mercadeo y el transporte son
componentes vitales de todo sistema agroindustrial. Ambos procesos hacen
posible que, por alejada que se encuentre la producción de un determinado
rubro, el mismo pueda ser consumido en cualquier lugar del mundo.
La industrialización de los
productos agropecuarios ha significado un gran salto en la seguridad
alimentaria de la humanidad. En efecto, ya no es necesario vivir al lado de la
fuente de alimentos, ni tampoco que toda la población se dedique a producirlos.
Gracias al desarrollo de las
nuevas tecnologías, la capacitación y la investigación en el mundo de la
agroindustria, la humanidad disfruta de una diversidad de bienes y una
capacidad de consumo imposible de imaginar siglos atrás.
Los cambios
tecnológicos, la investigación y la extensión agrícola, han jugado un papel
determinante en la diversificación y en el aumento de la producción de
alimentos.
En efecto, se prevé
que el 90 por ciento de los incrementos en producción en los próximos años
serán fruto de la aplicación de nuevos conocimientos y sólo el restante 10 por
ciento será el resultado de la ampliación de las áreas cultivadas.
A lo largo de nuestra
historia, la producción agropecuaria se ha mantenido como la principal fuente
de materia prima para el desarrollo industrial dominicano.
Permítanme dar una mirada
histórica a este proceso.
Es bien sabido que la fabricación
de casabe, por parte de nuestros aborígenes, constituyó el primer proceso
agroindustrial que tuvo lugar en esta isla, desde antes de 1492. De hecho, los
conquistadores españoles lo acopiaron para sus largas travesías, en ausencia de
la harina de cereales para producir el pan.
Otro cultivo propio de nuestros primeros
pobladores es el tabaco. Sin lugar a dudas, el tabaco es el cultivo más
emblemático de la transformación económica y de la construcción de la identidad
cibaeña.
A ese respecto, en su defensa del
tabaco hecha hace más de un siglo, un hijo de Santiago, Pedro Francisco Bonó,
nuestro primer sociólogo, dijo, cito:
“El cultivo, cosecha y venta
del cacao es exclusivo. El estanciero nuestro y tres o cuatro peones bastan al
cacao; mientras que en el tabaco con todos los trabajadores en acción, todos ganando,
todos produciendo y consumiendo víveres nacionales y por tanto vivificando a la
sociedad. Si fuese dable calificar a ambos productos, diría que el cacao es
oligarca, y que el tabaco es demócrata”, termina la cita.
En este recuento histórico, siguiendo
la ruta del tabaco, cabe destacar el extraordinario avance tecnológico que
significó la construcción del ferrocarril durante el mandato de Ulises Heureaux
(Lilís).
Tanto la línea ferroviaria Sánchez-La
Vega, como la que unía a Santiago y a Puerto Plata, sirvieron para que las
exportaciones dominicanas aumentaran. Sabemos que el tren unía la parcela del
agricultor con los principales puertos y éstos con los consumidores de otros
países. Sin embargo, ese comercio era principalmente de bienes agropecuarios
primarios, tales como cacao, café, tabaco, cera, miel y madera, incluyendo la
del campeche, usada para producir el añil.
Es decir, la construcción del
ferrocarril contribuyó enormemente a impulsar el comercio dominicano con el
exterior y sentó las bases del futuro desarrollo de nuestra agroindustria.
La operación del ferrocarril en el Cibao
contribuyó a la dinamización de la economía regional en el Norte, en gran
medida porque el tabaco representaba el sesenta por ciento de lo que circulaba
a través de esa red. El ferrocarril hacía paradas en numerosos lugares para
recoger el tabaco de cientos de productores, activando así el comercio.
En la región Este, durante ese mismo
período, surgió otra agroindustria vital en el desarrollo de nuestro país. Me
refiero a la industrialización de la caña de azúcar y el establecimiento de
modernos ingenios.
La industria azucarera se consolidó a
partir de la intervención norteamericana de 1916. Desde ese momento, hasta hace
pocos años, la industria de la caña de azúcar fue el motor principal de nuestra
economía.
Sin embargo, mientras la agroindustria
tabaquera en el Cibao consolidó la economía del pequeño propietario, la
industria azucarera en el Este erosionó seriamente a los pequeños productores,
muchos de los cuales perdieron sus predios y fueron convertidos en obreros.
La agroindustria dominicana recibió un
impulso definitivo durante el período 1930-1961. Esta afirmación, lejos de
pretender ensalzar la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, es un reconocimiento
a hechos innegables.
Un ejemplo de ese impulso lo constituye
la expansión de la red de ingenios azucareros, así como el incremento de las
áreas cultivadas de arroz, junto a la capacidad de molienda.
Por otro lado, en este mismo período, el
cultivo y la exportación de guineos se dinamizaron con el establecimiento de la
“Grenada Company” en Montecristi y la “Dominican Fruit & Steamship Company”
(United Fruit), en Azua.
También se instaló la Chocolatera
Industrial, en Puerto Plata. Igualmente, se establecieron plantas para el
procesamiento del café, la Compañía Anónima Tabacalera, en Santiago, la
Sociedad Industrial Dominicana (La Manicera), numerosas empresas de
procesamiento de maíz, el Consorcio Algodonero Dominicano y la Fábrica de
Aceite Ámbar.
En ese período también se inicia el
cultivo comercial del sisal para la fabricación de sacos y cordelería (FASACO).
Igualmente, se empieza a producir briquetas a partir del bagazo de la caña.
Del mismo modo, en ese tiempo prosperó,
tanto la exportación de madera como la fabricación de muebles de gran calidad.
En cuanto a la industria pecuaria, se
instaló el Consejo Administrativo Matadero Industrial (CAMI) para el
procesamiento de carne y la fabricación de embutidos. Por su parte, los
inmigrantes judíos que se establecieron en Sosúa introdujeron nuevas técnicas
para la fabricación de productos lácteos y cárnicos.
La fabricación industrial de ron,
iniciada a mediados del siglo 19, experimentó un gran auge durante este
período, a partir de la producción de alcoholes. Es oportuno destacar los
aportes de familias pioneras de esta industria, tales como las familias
Barceló, Tavares, Jorge, Brugal y Bermúdez, entre otras.
Los beneficios del desarrollo alcanzado
por la agroindustria durante el régimen de Trujillo, estuvieron principalmente
centrados en el interés personal del caudillo.
Con la desaparición de ese régimen, se
inicia una nueva época para la agroindustria dominicana, en la cual el sector
privado comienza a ganar una posición de principalía.
En ese contexto es que surge, en
septiembre de 1961, la Asociación de Comerciantes e Industriales de Santiago
(ACIS), con el objetivo principal de defender los intereses de los comerciantes
e industriales de esta provincia y contribuir al desarrollo del país. Este
objetivo ha venido cumpliéndose cabalmente en el tiempo.
Así como ocurrió en Santiago, en
todo el país, los empresarios progresistas se unieron e iniciaron demandas de
incentivos al gobierno para impulsar el desarrollo de la industria nacional.
Fruto de esa demanda, el gobierno
del Triunvirato, en 1963, dicta la Ley No. 4 de Protección e Incentivo
Industrial.
Sin embargo, el mal uso que se dio al
mecanismo de exoneración de impuestos que contemplaba esta Ley, hizo que la
Asociación de Industrias de la República Dominicana se desligara de su
aplicación e iniciara un proceso dirigido a la modificación de la misma.
La mencionada Ley No. 4 fue
sustituida por la Ley No. 299, aprobada en el 1968 por el gobierno del Doctor
Joaquín Balaguer. Esa Ley ofrecía nuevos incentivos conforme a la cantidad de
materia prima local que se usara en los procesos de producción, así como por su
contribución a las exportaciones y al empleo.
No obstante, los inversionistas,
incluyendo los miembros de la ACIS, consideraron que la Ley 299 no ofrecía
suficientes atractivos para la inversión agroindustrial, y que además,
favorecía la concentración de las nuevas industrias alrededor del polo
económico de Santo Domingo.
En ese sentido, se criticó que esa
Ley no creara los incentivos necesarios para promover la agroindustria, puesto
que no reconocía los riesgos implícitos en la agricultura, los requerimientos
de mayores capitales, la necesidad de acceso a nuevas tecnologías y a
recursos humanos calificados, así como redes de distribución más eficientes.
Para responder a esas demandas y
necesidades propias de la agricultura y la descentralización de la inversión
agroindustrial, se aprobó, bajo el mandato del Presidente Don Antonio Guzmán
Fernández, la Ley 409 de Fomento, Incentivo y Protección Agroindustrial.
Bajo el amparo de esta Ley se
instalaron empresas como INDUSPALMA, dedicadas a la producción de aceite de
palma africana. Es propicia la ocasión para rendir homenaje a uno de los
líderes del desarrollo de la agroindustria dominicana, el visionario surgido de
las entrañas del Cibao: nuestro querido Don Luis Crouch Bogaert.
Digo con satisfacción que, en mi
calidad de Secretario de Estado de Agricultura, en ese período, tomé la
decisión de crear el Departamento de Agroindustria de esa dependencia. Fruto de
esta iniciativa se crearon decenas de agroindustrias en manos de pequeños y
medianos productores en todo el país.
En este recuento histórico debemos
destacar el apoyo dado a la industria por el Fondo de Inversión para el
Desarrollo Económico (FIDE), ya que durante años fue la principal ventanilla de
financiamiento para la empresa agroindustrial.
El conjunto de iniciativas y Leyes de
incentivo a la agroindustria que acabamos de ver ha contribuido a crear un
dinámico sector agroindustrial, que aunque muestra importantes avances, aún
requiere de otras iniciativas para su consolidación como un instrumento
esencial para el desarrollo integral de la República Dominicana.
El sector agroindustrial dominicano se
sustenta hoy, principalmente, en la producción de azúcar, ron, alcohol y
furfural, a partir de la caña; el procesamiento del café y el cacao; la
molinería de arroz; y la industria del tabaco que produce cigarrillos, cigarros
y andullos.
La industria de alimentos enlatados,
aunque ha perdido importancia en la medida que la refrigeración ha ganado
terreno, sigue siendo relevante.
El procesamiento del tomate, granos como
el guandul y frijol, frutas como el coco, la piña, lechoza y la guayaba, constituyen
importantes renglones de la rama de enlatados en la agroindustria local.
Entre las empresas dedicadas al enlatado
de alimentos tenemos a LINDA, GOYA, INDUBAN, JAJÁ, RICA, VICTORINA y la FAMOSA.
Una muestra del rol destacado del
Cibao en este sector lo constituyen las empresas Barceló Industrial, Industrias
Portela, Conservas Dominicanas y BALDOM. La calidad de sus productos les
permite competir con los bienes importados.
Es importante resaltar el soporte que
significó para estas empresas, pioneras en el enlatado de granos, frutas y
vegetales, el establecimiento de la fábrica de latas Envases Antillanos.
El país tiene, además, una pujante
industria cárnica, basada en la crianza bobina, porcina y aviar, localizada
principalmente en esta región del Cibao Central.
Sin embargo, la masiva importación
de “MDM y Trimmings” – Carne Mecánicamente Deshuesada - constituye una
competencia desleal que perjudica a los criadores locales. Esa importación, que
viene principalmente de los Estados Unidos, es usada aquí para la
fabricación de salchichón y otros embutidos, en lugar de la carne de cerdo
producida localmente.
Como muestra de esta realidad, en
el año 2015, el país importó alrededor de 45 millones de libras de carne de
cerdo y nueve millones de libras de “Trimmings”. La importación de “MDM” superó
los 65 millones de libras.
Me sumo a las voces que demandan a
las autoridades competentes tomar medidas para impedir que estas importaciones
se conviertan en una competencia desleal con nuestros productores.
Por otra parte, el país tiene una
creciente industria de quesos. Ahora hace falta apoyar a esa industria con
tecnología, financiamiento y acceso a nuevos mercados, de manera que pueda ser
competitiva.
Al hablar de agroindustria desde
Santiago de los Caballeros, no podemos dejar de mencionar el curtido de cueros,
especialmente la tenería Bermúdez, cuya existencia data de mediados del siglo
diecinueve, y la Industria Bojos con más de 70 años.
El aporte realizado por el sector
agroindustrial al país, ha estado amenazado recientemente por la toma de
decisiones incorrectas desde el gobierno.
En efecto, durante los gobiernos
del PLD, el sector agro empresarial ha sufrido los efectos de políticas
públicas que han privilegiado las importaciones en detrimento de los sectores
productivos nacionales.
Una expresión dolorosa de esta
agresión a la producción nacional es la Ley de Capitalización No. 141-97,
promovida y ejecutada por el presidente Leonel Fernández.
La industria cañera fue la agroindustria
más perjudicada por esa indolente iniciativa. Un resultado de ese desacierto es
el aumento de la pobreza, debido a la desaparición del empleo y las
oportunidades que antes existían alrededor de esa industria.
El cierre definitivo de casi todos
los ingenios azucareros estatales ha contribuido a profundizar la
desigualdad social, la mala distribución de la riqueza, y la falta de
acceso a oportunidades de desarrollo humano.
Para nosotros, la recuperación de
la industria cañera significa aprovechar nuestra capacidad de producir riquezas
a partir de una materia prima que podemos producir eficientemente. Celebramos
las iniciativas que han tomado varias empresas nacionales, para modernizar esta
industria.
Amigos todos:
Resulta innegable que la economía
dominicana ha venido creciendo en los últimos cincuenta años. Sin embargo, ese
crecimiento ha sido incapaz de reducir la pobreza y la desigualdad social.
Debemos preguntar: ¿Qué puede aportar la
agroindustria para contribuir a conciliar la generación de riquezas con la
creación de bienestar para nuestra gente?
Yo respondo a esta pregunta
diciendo que estoy convencido de que el país tiene que volver a sus raíces en
el campo, como una condición necesaria para promover nuestro desarrollo integral.
En ese trayecto hacia el
desarrollo integral, regresar al campo de la mano de la agroindustria es una
garantía de éxito.
Es pertinente decir que un
número importante de las grandes familias y empresas dominicanas tienen su
origen en el mundo rural. De hecho, muchas de las familias acomodadas de hoy
gestaron sus riquezas en un vínculo directo con la producción agropecuaria y
forestal.
El desarraigo de nuestro vínculo
con la tierra nos impide reconocer que nuestra vida cotidiana se nutre de lo
producido en el campo.
Pensemos, por ejemplo, en los
ingredientes de nuestro desayuno, almuerzo y cena.
Pensemos también en los postres
que ingerimos, en el café que tomamos, en las bebidas que degustamos.
Pensemos en la mesa y la silla en
que nos sentamos a disfrutar de esos alimentos y bebidas.
Y pensemos, por último, en la
mecedora donde se sientan a descansar nuestros mayores.
Consecuentemente, la decisión de
retornar al campo significa trabajar para garantizar la seguridad alimentaria,
la prosperidad económica, y el bienestar para todos.
Y en ese regreso al campo, con un
nuevo modelo de desarrollo, centrado en la gente, la agroindustria constituye
la principal garantía de éxito.
En nuestro país, para crear un
modelo de desarrollo incluyente, la agroindustria está llamada a realizar los
siguientes aportes:
· Garantizar el acceso
permanente de la población a bienes agropecuarios y alimenticios.
· Generar divisas.
· Crear empleos.
· Mejorar la seguridad
alimentaria del país.
· Aumentar la capacidad
de intercambio comercial interno y externo.
· Crear oportunidades
económicas a los pequeños, medianos y grandes productores.
· Contribuir a la
reducción de la pobreza rural y la desigualdad social.
· Promover el desarrollo
regional equitativo.
Estos aportes del
sector agroindustrial se entienden mejor si vemos lo que ocurre en el mundo con
la demanda de bienes agropecuarios.
En efecto, se estima
que para los próximos 30 años se duplicará la demanda actual de bienes
agropecuarios. Eso se debe, principalmente, al aumento de los niveles de
ingresos de grandes núcleos poblacionales que pasarán a consumir más derivados
cárnicos y lácteos, así como más frutas y vegetales, entre otros.
Esas proyecciones
son buenas nuevas para naciones como la nuestra, con gran potencial para la
producción de estos rubros. Pero, para aprovechar estas oportunidades, el país
tendrá que mejorar su capacidad de producir competitivamente bienes
agropecuarios con altos niveles de calidad e inocuidad.
En el caso
dominicano, esto significa que aumentará la demanda de bienes agropecuarios en
nuestros centros urbanos, donde hay cadenas impresionantes de supermercados,
así como la creciente demanda que generan nuestros polos turísticos y la
expansión de nuestra capacidad exportadora a los diferentes mercados del mundo.
Por supuesto, mi defensa del rol
protagónico de la agroindustria no excluye a otros sectores de la actividad
económica en los cuales el país tiene grandes oportunidades de crecimiento,
tales como el turismo, la informática, la metalmecánica y la electrónica, entre
otros.
Estoy convencido de que, en el
contexto del comercio mundial, no basta que nuestras agroempresas sean
competitivas. Es necesario, también, que el país como un todo, sea competitivo.
En el ranking del Foro Económico
Mundial, la República Dominicana ocupa un lugar muy distante de los países con
los cuales aspiramos a competir en el comercio mundial.
Los factores más críticos para
hacer negocios en el país, de acuerdo al Foro Económico Mundial son:
· La corrupción,
· La tasa de impuestos,
· La baja educación de
los trabajadores,
· La ineficiencia de la
burocracia pública, y,
· La falta de
financiamiento.
Estos factores son limitantes
importantes a la hora de emprender nuevos negocios, especialmente para los
inversionistas extranjeros.
En ese sentido, los empresarios
dominicanos, quienes son los más afectados por estas irregularidades, han
demostrado que un factor importante de nuestra baja competitividad es la
ineficiencia del sistema eléctrico.
Consecuentemente, la solución al
problema energético debe ser un compromiso inaplazable para que la industria
dominicana, especialmente la agroindustria, sea competitiva.
Tal como se ha hecho en países con
óptimo desarrollo industrial, en la República Dominicana es necesario contar
con políticas públicas efectivas de apoyo a la iniciativa privada.
Ese apoyo debe consistir en el
mejoramiento de la infraestructura, la cualificación de recursos humanos, el
desarrollo de mercados competitivos y el otorgamiento de incentivos fiscales.
En fin, de lo que se trata es que
el gobierno, en lugar de ser un obstáculo, sea un aliado del sector privado en
la creación de un clima favorable a los negocios.
No
tengo dudas de que la agroindustria dominicana tiene la oportunidad de acceder
a los grandes mercados mundiales, en el marco de los tratados internacionales
que hemos suscrito, tales como el DR-CAFTA, así como los que nos relacionan con
la Unión Europea y el CARICOM.
Permítanme ilustrar con tres
ejemplos lo que he planteado sobre los aportes que puede hacer la agroindustria
al desarrollo integral del país.
El primer ejemplo se refiere al
cultivo del aguacate.
En efecto, solamente en Elías
Piña, San José de Ocoa y San Cristóbal hay más de 150 mil tareas sembradas de
aguacate.
En esas fincas se usa alta
tecnología, se crea miles de empleos y se genera divisas por un monto superior
a los 30 millones de dólares al año. La empresa MACAPI, por ejemplo, lleva ya
varios años procesando la pulpa del fruto para elaborar guacamole, tanto para
el consumo interno como para la exportación.
La agroindustria del aguacate
todavía necesita de mucho apoyo por parte de las autoridades y de mucho esfuerzo
por parte de los productores para el desarrollo pleno de su potencial.
El segundo ejemplo concierne a la
agroindustria del tabaco.
El eco del elogio al tabaco hecho
por Bonó hace más de un siglo, resuena hoy con renovado vigor.
Hoy, el tabaco es el cultivo que
más contribuye a la distribución de riquezas y generación de mano de obra, ya
que es cultivado, fundamentalmente, por pequeños productores y su
industrialización se hace principalmente a mano.
En efecto, la producción tabaquera
constituye la base de nuestra principal agroindustria de exportación. El país
exporta unos 750 millones de dólares en tabaco, en empresas establecidas
principalmente en las zonas francas del Cibao.
Ese lugar privilegiado que hoy ocupa la
agroindustria tabaquera, es el resultado de un largo y complejo proceso marcado
por los siguientes hechos, entre otros:
· La investigación e
innovación tecnológica
· El aprovechamiento de
los mercados
· La inversión en
infraestructura por el sector privado
· La capacitación de los
recursos humanos
· La consolidación de la
base institucional
Mi tercer y último ejemplo se refiere a
lo ocurrido con la agricultura de invernaderos.
Como muchos saben, el desarrollo
de la agricultura de invernaderos en el país, está vinculado a la decisión que
tomé de sembrar flores y vegetales en Jarabacoa usando ese método de
producción. Eso ocurrió en el año 1982.
Contrario a lo que algunos
opinaban, esa iniciativa se sustentaba en mi convicción de que en la
agricultura en ambiente controlado se podían alcanzar altos niveles de
productividad y rentabilidad, si se usaban las nuevas tecnologías, es decir,
semillas mejoradas, ferti-irrigación y control biológico, entre otras
innovaciones.
Es un hecho que la productividad de
los vegetales cultivados en ambiente controlado puede alcanzar hasta 12 veces
la productividad obtenida en campo abierto. A este respecto, la FAO reseña que
en México se han obtenido hasta 750 quintales de tomate por tarea, en
invernadero. Por el contrario, en campo abierto la producción promedio es de
sólo 60 quintales.
En la República Dominicana hay
fincas donde se ha obtenido rendimientos equivalentes a los antes
mencionados. Esa alta productividad se debe, principalmente, al uso de alta
tecnología.
La producción en invernadero es
una expresión del desarrollo tecnológico que tiene la agricultura a nivel
mundial. Los Estados Unidos con 570 mil hectáreas de invernaderos, Canadá con
235 mil y México con 25 mil hectáreas son una muestra de la importancia que se
ha dado en estos países a esta forma de producción.
En el caso de la República
Dominicana este desarrollo aun tiene mucho camino por recorrer. En efecto el
país, apenas tiene 500 hectáreas bajo invernaderos, ubicadas en San José de
Ocoa Jarabacoa, Padre Las Casas, Constanza y San Juan de la Maguana.
San José de Ocoa es el lugar donde
está la mayor área dedicada a la agricultura de invernadero. Allí hay más de
dos millones de metros cuadrados dedicados a la producción bajo invernaderos
donde se genera miles de empleos.
Desde Ocoa se exporta una
diversidad de vegetales tales como pimientos, tomates, pepinos, calabacín,
berenjena, y chile, con óptimos niveles de calidad.
Lo ocurrido con la producción de
los invernaderos demuestra que nuestra proximidad geográfica con Norteamérica y
El Caribe es una ventaja comparativa excepcional.
En efecto, el proceso de cosechar,
seleccionar, empacar y transportar vegetales por vía aérea desde nuestro país
hasta territorio norteamericano y caribeño toma apenas horas. Por barco, ese
proceso se realiza en un par de días.
La expansión de la agricultura de
invernadero es un aporte tangible a la lucha contra la pobreza y al freno del
éxodo del campo a la ciudad, por cuanto la misma crea empleos y nuevas oportunidades
en la zona rural.
En nuestro territorio hay muchos
lugares donde los invernaderos pueden ser establecidos exitosamente debido a la
existencia de condiciones climáticas apropiadas.
Quiero destacar el hecho de que
los invernaderos no requieren de grandes extensiones de tierra. Aquí, donde el
minifundio es una realidad, es posible y conveniente promover los invernaderos
en manos de pequeños propietarios.
Para que este desarrollo sea
posible, se requiere de la contribución del gobierno en cuanto al
financiamiento, la asistencia técnica y el mejoramiento de la infraestructura
rural, especialmente los caminos, así como la protección de las fuentes
acuíferas que es una variable fundamental de la producción de invernaderos.
Igualmente, es responsabilidad del
gobierno contribuir a la búsqueda de mercados para los productos cosechados en
los invernaderos. Ese apoyo debe incluir facilidades para el manejo post
cosecha, de manera especial en el almacenamiento, empacado y transporte,
garantizando la cadena de frío hasta los lugares de destino.
La formación de clusters y
cooperativas de pequeños propietarios, puede hacer más eficiente la
comercialización. El vínculo con los polos turísticos y las grandes cadenas de
distribución de alimentos (supermercados) es de vital importancia para el éxito
de esta iniciativa.
Este éxito de los invernaderos no
ha alcanzado su pleno potencial debido al freno que le impuso el PLD con su
llegada al gobierno en el año 2004, al cuestionar la transparencia de esa
iniciativa tomada durante nuestra administración.
Se ha requerido de mucha visión,
coraje, emprendimiento, decisión y solidaridad para recuperar el terreno
perdido durante varios años.
Expreso mi reconocimiento a
quienes han creído y creen en la agricultura de invernaderos.
Señoras y señores:
Estoy convencido de que la
agroindustria representa una gran oportunidad para nuestro desarrollo económico
y social.
Esa oportunidad tiene que
descansar en una alianza del gobierno con el sector privado, que abarque desde
la formulación de políticas públicas consensuadas hasta la ejecución de
proyectos concretos.
Al concluir, quiero insistir en
que el éxito de cada uno de esos proyectos descansa en la productividad, la
apertura y consolidación de mercados, el financiamiento, la tecnología, las
políticas fiscales idóneas y en el mejoramiento de las vías de comunicación e
infraestructura para el manejo post cosecha.
Y todo este sistema de soporte
debe descansar, no lo olvidemos ni un instante, en la capacitación de nuestra
gente. Esa es la mejor forma de ser competitivos en cada empresa
agroindustrial. Y
de serlo, también, como país.
Muchas gracias.
Hipólito Mejía
Santiago de los Caballeros, R.D.
22 de noviembre, 2016.
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