jueves, 24 de noviembre de 2016

Gobierno colombiano y FARC firman nuevo acuerdo de paz

Gobierno colombiano y FARC firman nuevo acuerdo de paz

Santos y Londoño, más conocido con el alias de "Timochenko", firmaron el nuevo acuerdo de 310 páginas en una sencilla ceremonia efectuada en el Teatro Colón de Bogotá.
Kolumbien Bogota Unterzeichnung Friedensvertrag (Getty Images/AFP/L. Robayo)
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el jefe de las FARC, Rodrigo Londoño, firmaron este jueves (24.11.2016) un nuevo acuerdo de paz que sustituye el que fue suscrito el 26 de septiembre y que busca acabar con 52 años de confrontación armada entre el Estado y ese grupo guerrillero.
Santos y Londoño, más conocido con los alias de "Timochenko" y "Timoleón Jiménez", firmaron un acuerdo de 310 páginas en una sencilla ceremonia efectuada en el Teatro Colón de Bogotá, a corta distancia del palacio de Gobierno, ante unos 800 invitados.
Esta ceremonia fue austera, a diferencia de la celebrada en septiembre en Cartagena de Indias, a la que acudieron más de 2.000 invitados, entre ellos 14 jefes de Estado, y que contó con acrobacias de aviones de la Fuerza Aérea.
Las partes culminaron así cuatro años de negociaciones en La Habana para tratar de poner el punto final a un conflicto que empezó en 1964, en el marco del cual surgieron varios grupos guerrilleros y paramilitares y que desde los años 80 estuvo atizado por dinero del narcotráfico.
Los puntos del nuevo acuerdo
El Gobierno y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) llegaron a acuerdos en temas como desarrollo agrario integral, la participación en política de los guerrilleros desmovilizados, la lucha conjunta contra las drogas y la aplicación de un sistema de justicia transicional para castigar a quienes cometieron delitos en el marco del conflicto.
Tras instalar la mesa de negociaciones en Oslo en octubre de 2012, los delegados de ambas partes prácticamente se enclaustraron desde el mes siguiente en La Habana, donde el pasado 24 de agosto anunciaron un pleno acuerdo en todos los puntos, tras lo cual empezó el alto el fuego bilateral y definitivo.
Sin embargo, dicho acuerdo de 297 páginas quedó en el limbo y no pudo ser implementado al ser rechazado por una estrecha mayoría de votantes en el plebiscito del 2 de octubre.
Sin plebiscito y sin la aprobación de Uribe
El nuevo acuerdo será presentado la próxima semana al Congreso para su refrendación e implementación, pues el Gobierno descartó someter el texto a un segundo plebiscito.
El partido de Uribe rechazó el nuevo acuerdo y dijo que votará en contra, aunque se estima que será refrendado sin mayores problemas porque la coalición centro-derechista de Gobierno Unidad Nacional tiene la mayoría en el Senado y la Cámara de Representantes, donde además cuenta con el respaldo de partidos independientes y la oposición de izquierda.
Una vez que el acuerdo sea refrendado, los cerca de 5.800 miembros de las FARC se concentrarán en 27 sectores específicos durante medio año, tiempo durante el cual entregarán las armas a las Naciones Unidas en fases previamente establecidas.
CT (EFE, dpa)

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En la firma del nuevo acuerdo con las FARC, el líder de esta guerrilla, Rodrigo Londoño, reclamó su implementación pronta y eficaz


El presidente de Colombia Juan Manuel Santos (i) y el jefe máximo de las FARC Rodrigo Londoño Echeverry (d) se felicitan luego de firmar el nuevo acuerdo de paz. M. DUEÑAS CASTAÑEDA (EFE)
En el Teatro Colón, un emblema del centro histórico de Bogotá, se ha firmado en la mañana de este jueves el nuevo acuerdo de paz con las FARC. El jefe de la guerrilla Rodrigo Londoño y el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, dejaron estampadas sus firmas en lo que será el acuerdo definitivo que ponga fin a más de 50 años de guerra. El mandatario ha pedido anteponer la paz a los "intereses políticos".
"Que la palabra sea la única arma de los colombianos", ha afirmado Londoño, en un emotivo discurso en el que hizo un recuento de lo que ha sido el proceso sobre todo desde lo que llamó "el desencanto del pasado 2 de octubre", cuando el no se impuso en el plebiscito con el que el Gobierno pretendía refrendar el acuerdo inicial. "Este acuerdo definitivo no termina confrontaciones de ideas, solo ponemos fin de manera definitiva a la guerra", ha reiterado el jefe de las FARC, a quien por segunda vez han presentado por su nombre y no por su alias y quien insistió en reclamar la implementación pronta y eficaz del acuerdo. "Reiteramos nuestra solidaridad con todas las víctimas de esta larga guerra", ha asegurado y agradecido a las organizaciones civiles, de mujeres, LGTBI, de jóvenes que se unieron durante las últimas semanas para apoyar los diálogos. "No habrá más violencia entre colombianos por razones políticas", ha señalado y ha enviado un mensaje a quienes siguen oponiéndose al proceso al hacer una "invitación fraternal a convivir en la diferencia".
El presidente Santos ha hablado de la urgencia de paz que tiene el país. "Había comenzado a desmoronarse el cese al fuego por cuenta de la incertidumbre sobre el futuro. No podíamos dilatar un minuto más la implementación", ha asegurado en su discurso que contó con los aplausos y arengas a favor de la paz por parte del público que ha asistido al acto, en el que el mandatario ha anunciado que la próxima semana se iniciará el proceso de implementación de todos los demás elementos del nuevo acuerdo en el Congreso. "Esta será una labor fundamental, tan importante como el acuerdo mismo, donde el aporte de todos será muy valioso. Se abre allí una puerta para buscar consensos y espacios de entendimiento", ha agregado.
"En un mundo polarizado, también podemos ser ejemplo y poner el país por encima de los intereses políticos", ha asegurado Santos en una ceremonia que poco o nada tuvo que ver con la que se celebró el 26 de septiembre en Cartagena. Entonces, centenares de medios y miles de invitados de todo el mundo aterrizaron en la ciudad del caribe colombiano. Aquello, en definitiva, fue una fiesta. El acto de este jueves ha sido infinitamente más discreto. Ha durado algo más de media hora y los ciudadanos no lo han vivido con la misma relevancia que la ceremonia anterior.
Lo extraordinario ha dejado de asombrar a la mayoría de los colombianos después de cuatro años de un proceso repleto de anuncios ‘históricos’, cuatro apretones de manos entre Santos y Timochenko, dos acuerdos y firmas, fechas incumplidas y una polarización exacerbada. Una suerte de anestesia general parece haber afectado al país, incluso ante la presencia en la capital, a pocos metros del Congreso y el Palacio Presidencial, del líder de las FARC y toda la cúpula guerrillera. De hecho, llevan varios días en la capital del país, protegidos por la seguridad del Estado que tanto han atacado. Para poner fin, esta vez sí, a 52 años de guerra.
La nueva firma llega en un momento de absoluta fractura política entre las élites que han gobernado este país desde hace décadas. El rechazo al nuevo acuerdo de los líderes del no, encabezados por el expresidente Álvaro Uribe, ha provocado que el camino que viene a partir de ahora sea menos luminoso del que se antojaba cuando se pensó en poner fin al conflicto. El uribismo había convocado protestas para este jueves, que en el transcurso de la jornada no tuvieron mayor eco.
Pese a los reclamos de la oposición para que Santos celebrase otro plebiscito, el presidente ha decidido refrendar el acuerdo mediante el Congreso, donde quiere llevar la discusión política. La polarización marcará, sin duda, la implementación del nuevo pacto. A partir de la otra semana empezará lo que han llamado el día D, con el inicio del estudio del acuerdo en el Parlamento, el desplazamiento de la guerrilla a las zonas de concentración en donde harán su tránsito a la vida civil. Según Santos, en un periodo de aproximadamente 150 días, la totalidad de las armas de las FARC estarán en manos de Naciones Unidas. http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/24/colombia/1480006046_276236.html

Colombia firma (otra vez) la paz con las FARC: ¿cuál es el siguiente capítulo de esta saga?


Presidente de Colombia Juan Manuel Santos junto al líder de las FARC, Timochenko.Image copyrightAP
Image captionUn nuevo acuerdo de paz tiene lugar este jueves en Colombia.

Que el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC hayan firmado por segunda vez en dos meses un acuerdo de paz para ponerle fin a un conflicto armado de 52 años parece más bien el alargue de una telenovela que se niega a terminar.
Se suponía que la pomposa ceremonia de Cartagena el 26 de septiembre era el preludio del gran final que iba a ser el plebiscito. Pero ganó el No... se venían más capítulos.
Así bien se puede explicar a la gente de fuera lo que está pasando en el país que produjo telenovelas tan exitosas como "Yo soy Betty la Fea" o "Café, con aroma de mujer".
Usualmente los seguidores de ese tipo de series televisivas están acostumbrados a que en cada episodio sucedan cosas que los mantienen atados a la sintonía, pero siempre hay un final, usualmente feliz.
En "Yo soy Betty la fea", el galán terminó enamorado de la protagonista, que era una mujer bella, pero que lucía mal presentada.

Manifestantes sostienen un cartel con la palabra Paz en Bogotá, Colombia.Image copyrightGETTY IMAGES
Image captionEl referendo en Colombia por el acuerdo de paz arrojó un No como resultado y nuevos acuerdos se tuvieron que rediseñar.

La sorpresa para la audiencia de las negociaciones de paz con las FARC se debe a que hace casi dos meses se había firmado en Cartagena de Indias el primer "acuerdo final".
Fue durante una llamativa ceremonia a la que asistieron miles de personas, entre ellas varias personalidades internacionales.
La fiesta por esa firma se dañó seis días después, cuando un plebiscito sobre el acuerdo fue ganado por los partidarios del No, por algo más de 50.000 votos.
Y esto cayó, literalmente, como un baldado de agua fría.

El presidente de Colombia Juan Manuel Santos saluda al líder de las Farc, Timochenko en Cartagena de Indias, Colombia.Image copyrightGETTY IMAGES
Image captionEl histórico acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las Farc ocurrió el pasado 26 de septiembre en Cartagena de Indias, Colombia.

Los resultados electorales reavivaron el drama y… reiniciaron la telenovela, donde los protagonistas -el gobierno y las FARC- ya se han dado la mano en más de una ocasión, pero hay mucho ruido entre los espectadores de la esperada reconciliación.
Entre tanto, parte de la audiencia se emocionó cuando el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, ganó el Premio Nobel de Paz y la expectativa aumentó cuando su gobierno tuvo que reunirse con la oposición, escuchar sus propuestas y acordar en tiempo record con la guerrilla varios cambios al texto que se había negociado en La Habana durante cuatro años.
Ahora, a pesar de los cambios introducidos en materia de justicia e indemnización a las víctimas, el nuevo acuerdo tampoco satisface a los promotores del No en el plebiscito, entre ellos el popular expresidente Álvaro Uribe y el Partido Conservador.
Esos sectores no quieren que, después de que se desarmen y desmovilicen, los miembros de las Farc puedan participar en política, si contra ellos hay procesos y sanciones judiciales pendientes de cumplir.

Paramilitares con caras tapadas en la selva de Colombia.Image copyrightGETTY IMAGES
Image captionEl conflicto en Colombia se extendió por 52 años.

Uribe y los conservadores quieren que en lugar de "penas restrictivas de la libertad" los guerrilleros responsables de delitos relacionados con el conflicto armado vayan a la cárcel. Pero el gobierno y la guerrilla no cedieron en ese punto.
Y pese a que el gobierno lo negó, la oposición sigue insistiendo en que el nuevo acuerdo es más benigno en materia de justicia con los exguerrilleros que con los agentes del Estado, lo cual despertó suspicacias en algunos sectores de las fuerzas militares.

Una mujer sostiene una bandera con el NO al acuerdo de paz en ColombiaImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionEl nuevo acuerdo tampoco satisface a los promotores del No en el plebiscito.

En el episodio de este jueves, el gobierno y las FARC firmaron por segunda vez la paz. Lo hicieron en una ceremonia más bien discreta, ante 800 personas, en un sitio que ha sido durante más de 124 años escenario de grandes dramas: el Teatro Colón de Bogotá.
Después el nuevo acuerdo será llevado al Congreso de la República, donde el gobierno de Santos tiene las mayorías suficientes para avalarlo.
La oposición ha anunciado que hará todo lo que esté a su alcance para impedir la aprobación del nuevo acuerdo de paz.
Voces del uribismo quieren que el Congreso sea revocado, lo cual es poco probable, mientras que Uribe llama a la "resistencia civil" contra el nuevo acuerdo.
Y en paralelo, la Corte Constitucional aclara si las reformas que serán llevadas al Congreso podrían tramitarse en la mitad del tiempo, la implementación de las reformas en materia de amnistía, reforma rural y participación política se hará paulatinamente y tomará tiempo.

Presidente de Colombia Juan Manuel Santos con su esposa María Clemencia Rodríguez.Image copyrightGETTY IMAGES
Image captionEl presidente de Colombia, Juan Manual Santos, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2016.

La implementación de los accidentados acuerdos de paz con las FARC se hace en medio del aumento de amenazas contra líderes sociales en zonas donde históricamente ha habido conflicto armado y mientras comienza a calentar motores la campaña presidencial de 2018.
Ya empiezan a sonar los nombres de los eventuales candidatos a suceder a Juan Manuel Santos, entre ellos varios promotores del No, como la exministra Martha Lucía Ramírez y el exprocurador Alejandro Ordóñez.
Otros críticos del proceso, como el vicepresidente de la república, Germán Vargas Lleras, o defensores a ultranza, como el jefe negociador del gobierno con las FARC, Humberto de la Calle.
Por eso, no es aventurado decir que esta telenovela tuvo hoy un capítulo relativamente feliz, pero que el drama no ha concluido.

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  • El Gobierno colombiano y las FARC firman un nuevo acuerdo de paz

    Publicado: 24 nov 2016 16:31 GMT | Última actualización: 24 nov 2016 18:54 GMT




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    Con la firma de este segundo acuerdo se espera poner fin al conflicto armado entre el Gobierno de Colombia y las FARC. El contencioso se prolonga ya más de medio siglo. 
    Alexandre MeneghiniReuters
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    El Gobierno de Colombia y las FARC  han firmado un nuevo acuerdo de paz este jueves en Bogotá con objeto de poner fin al único conflicto armado vivo en la región, que dura más de medio siglo.
    El documento ha sido rubricado por el presidente Juan Manuel Santos y el líder de la guerrilla Rodrigo Londoño, alias 'Timochenko'. La ceremonia se ha celebrado en el Teatro Colón, recientemente remodelado y con capacidad para unas 800 personas. Tras la firma, el texto será llevado al Congreso, donde se espera que quede refrendado la próxima semana.

    "Fin definitivo a la guerra"

    "Para que la vida, la integridad personal y la libertad de pensamiento sean reales, Colombia cierra filas en torno a este acuerdo", ha declarado 'Timochenko'. "Nadie debe quedarse fuera. Hoy ponemos fin definitivo a la guerra (...) que la palabra sea la única arma de los colombianos", añade.
    Asimismo, el líder de la guerrilla ha destacado "la importancia que tendría para el país un gobierno de transición" y se ha referido al presidente electo de EE.UU. Donald Trump al  afirmar que espera que su gobierno "pueda jugar un destacado papel en la paz mundial".

    "La paz devolverá la esperanza"

    "La paz y la concordia es un sueño que llevamos buscando desde hace décadas (…) la paz nos devolverá la esperanza", ha comenzado diciendo Santos en su discurso. El mandatario ha indicado que "este conflicto lo han sufrido también todos los que indirectamente han tenido que verlo" y que "las FARC, como partido sin armas, podrá presentar y promover su proyecto político".
    Santos ha añadido que en los más de 40 días dedicados a la reestructuración del acuerdo se han tenido en cuenta propuestas de todas las partes negociadoras a fin de lograr un trabajo conjunto encaminado a recuperar las regiones más afectadas por el conflicto. "Será una oportunidad para reconciliarnos y para aprovechar nuevas oportunidades de crecimiento y progreso", ha insistido.

    "Día D"

    Durante su intervención el presidente colombiano ha explicado que, de ser aprobado el acuerdo por el Congreso la próxima semana, entraría en vigor inmediatamente. A partir del "día D" –como lo ha bautizado Santos—, paulatinamente las FARC se irán desplazando hacia las zonas transitorias y 90 días después se iniciaría el proceso de desarme. "En tan solo 150 días, todas las armas de las FARC estarán en manos de las Naciones Unidas y, como grupo armado, habrá dejado de existir", ha aseverado. https://actualidad.rt.com/actualidad/224384-gobierno-colombiano-farc-firman-nuevo

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    Una manifestación en apoyo al proceso de paz en la Plaza de Bolívar de BogotáCreditLuis Acosta/Agence France-Presse — Getty Images
    La historia está llena de ejemplos de países que se han visto abocados a la guerra, aun sin quererla, por la decisión arrogante y temeraria de sus gobiernos. Colombia parece ser el caso contrario. El presidente Juan Manuel Santos tendrá que sacar adelante la paz, muy a pesar de que aún medio país no cree en ella.
    El proceso para ponerle fin al conflicto armado con las Farc ha polarizado tan radicalmente a Colombia, que el nuevo acuerdo logrado el 12 de noviembre tendrá que ser refrendado e implementado en el congreso, sin pasar por las urnas, donde fue rechazado el pasado 2 de octubre.
    Tras el plebiscito, el proceso de paz entró en un limbo peligroso, a pesar de que el cese al fuego definitivo ya estaba en marcha. Pasaron 40 días frenéticos en los que el gobierno escuchó a los líderes del No, que obtuvieron una mayoría de apenas 53.000 votos, o 0,43 por ciento de diferencia. A la cabeza del No están dos expresidentes que intentaron hacer la paz con las Farc en el pasado y fracasaron: Álvaro Uribe y Andrés Pastrana.
    De aquellas reuniones salieron 410 propuestas de modificaciones, algunas de las cuales eran dardos envenenados dirigidos al corazón de la negociación. Fórmulas inaceptables en cualquier acuerdo razonable, como que la guerrilla firmara su propia sentencia para ir a prisión y que, de sobremesa, sus líderes no pudieran ir a elecciones.
    Otras modificaciones buscaban agitar demonios provenientes de una lectura sesgada del acuerdo. El hecho de que este fuera el primer pacto de paz con una perspectiva amplia de género hizo que muchas iglesias vieran en él una amenaza a la familia y a los valores cristianos. O que tímidos propósitos de distribuir tierras y ofrecer titularidad a campesinos pobres pusieran a temblar a terratenientes que vieron su derecho a la propiedad privada en riesgo. Un tercer tipo de comentarios eran sobre todo jurídicos, razonables, y provenían de las cortes del país.
    A los negociadores del gobierno les tocó el insólito papel de defender ante las Farc las propuestas de la oposición, en búsqueda de darle al acuerdo de paz, por vía de la concertación, la legitimidad perdida en el plebiscito. Pero se trataba de una renegociación para un nuevo acuerdo de paz, no de pedirle a las Farc una rendición. El nuevo acuerdo, a pesar de haber incorporado un 80 por ciento de las sugerencias de los opositores, fue rechazado por Uribe y los demás críticos.
    Excepto por un puñado de optimistas, casi nadie en el mundo político se hacía ilusiones de que fuera posible el gran acuerdo nacional que pedía Uribe, a sabiendas de que sus propias objeciones al proceso de paz lo hacían sencillamente imposible. Dicho acuerdo nacional implicaba humillar a las Farc poniéndole obstáculos a su ingreso a la vida civil. Además los líderes del No entendieron que con su triunfo en el plebiscito del 2 de octubre tienen un capital electoral suficiente para disputar la presidencia en 2018 y no quieren desperdiciar la oportunidad.
    En el fondo esas 297 páginas del acuerdo original, o las 310 que tiene el nuevo acuerdo, ponen el dedo en una vieja herida que sigue abierta en Colombia: la fractura de sus élites. Desde hace un siglo conservadores y liberales se disputan los caminos de la modernización, de la soberanía y de las reformas.
    El acuerdo de paz fue negociado durante cuatro años en La Habana no solo para que la guerrilla abandone la lucha armada, sino para cerrar de una vez por todas la espiral de violencia política en Colombia.
    Se identificaron los puntos que han sido determinantes en la persistencia de la guerra interna: el problema campesino y la falta de una reforma agraria, la precariedad de la democracia, la fallida lucha contra el narcotráfico, la rampante impunidad ante la ley y el orden, y la reincorporación política de los excombatientes para evitar el reciclaje de la violencia.
    En casi todos estos temas Uribe y los demás líderes del No son contrarios a los cambios propuestos. En sus recomendaciones defendieron el modelo económico rural, a pesar de que saben que el sector rural colombiano es uno de los más desiguales del mundo. Criticaron todas las medidas para garantizarle a las Farc y a sus bases sociales representatividad política, incluyendo la creación de un partido. Y apoyaron la infructuosa guerra contra las drogas. Por último, se negaron tercamente a reconocer los mecanismos de la justicia transicional.
    Para Uribe, Pastrana y sus seguidores, la única responsable de los crímenes graves cometidos en medio siglo son las guerrillas.
    Esos sectores conservadores buscan mantener un statu quo que ha hecho de Colombia un país fracturado territorial, social y políticamente.
    ¿Qué representa entonces Santos? La derecha liberal, moderada y modernizante que ha entendido que Colombia debe superar la violencia política para desarrollar su potencial económico.
    Aunque su proyecto no ha calado lo suficiente y su decisión de evitar un nuevo plebiscito es impopular, es el único camino para no echar por la borda un acuerdo de paz tejido con filigrana.
    Este nuevo acuerdo, que fue pensado para una paz estable y duradera, entrará con fórceps al ordenamiento jurídico y será atacado durante su implementación desde muchos flancos. Si quienes lo repudian ganan las elecciones del 2018, con la bandera de echarlo para atrás, Colombia se enfrenta al riesgo de un nuevo ciclo de violencia.
    Dado que Santos no logró construir un consenso básico para el nuevo acuerdo, está obligado a luchar por él en los 20 meses que le quedan de gobierno.
    Primero, debe mostrar victorias tempranas en la implementación, comenzando por el desarme de las Farc. Ese es un hecho contundente que puede convencer a los escépticos sobre las bondades de la paz.
    Segundo, debe mantener un diálogo político con diversos sectores sociales que se sintieron excluidos en el proceso de paz, particularmente las élites locales y emergentes, reticentes a un pacto con la guerrilla y tolerantes con formas de violencia paramilitar. Sin ellas, la paz siempre será débil e inestable.
    Uribe y los suyos anunciaron que se van a la calle, a buscar un referendo contra los puntos críticos del acuerdo, y a disputar la presidencia bajo la bandera de la indignación. La misma que les resultó exitosa en el plebiscito.
    Todo indica, entonces, que las elecciones presidenciales del 2018 funcionarán como referendo popular de este nuevo acuerdo. Por eso, finalmente, para enfrentar a los adversarios se necesita una coalición inédita en Colombia, del centro hasta la izquierda. Esta coalición tendría la bandera de la reconciliación en sus manos, que no es poca cosa. Su éxito dependerá de que los líderes actúen con grandeza, y de que este nuevo acuerdo se convierta en realidad lo antes posible. http://www.nytimes.com/es/2016/11/23/una-paz-cuesta-arriba-en-colombia/ 
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