El fin del principio
‘Este no es el fin; no es el principio del fin; pero es, quizás, el fin del principio’. Así se refirió Winston Churchill en noviembre de 1942 a la victoria sobre el ejército alemán comandado por el General Erwin Rommel en la batalla de El Alamein, Egipto. En efecto, esa victoria constituyó una inflexión en la trayectoria de la guerra, que hasta entonces había estado marcada por una serie de derrotas británicas.
La figura retórica de Churchill es aplicable a la reciente victoria electoral sobre el populismo autoritario que obtuvo el partido de oposición liderado por Mauricio Macri. Ese partido es nuevo en el sentido de que difiere de las fuerzas políticas tradicionales de la Argentina: el peronismo y el radicalismo. El rechazo al modelo impuesto durante doce años por Néstor yCristina Kirchner representa un retroceso para el proyecto regional coordinado por los dirigentes de Argentina, Brasil y Venezuela. Los aglutinantes del proyecto eran las afinidades ideológicas de los respectivos partidos de gobierno y los cuantiosos negocios celebrados entre empresas estatales de los tres países. Si bien la justificación económica y social de esos negocios era poco clara, la rentabilidad resultante para sus promotores era formidable.
Cristina Kirchner, cuya fortuna familiar se ha multiplicado durante su paso por el gobierno, le deja a su sucesor un legado de debilitamiento institucional y una bomba de tiempo macroeconómica. Su ministro de Economía, Axel Kicillof, podría hacer parte del gobierno de Corea del Norte. Atribuía el fracaso de la planificación central en la Unión Soviética a la carencia del programa Excel. Justificaba suprimir las encuestas sobre la incidencia de la pobreza para no estigmatizar a los pobres. El nuevo gobierno tendrá que corregir el enorme déficit fiscal, la inflación oculta y las demás distorsiones económicas heredadas, mientras enfrenta la oposición del kirchnerismo por hacer el ajuste necesario. Esta irresponsabilidad corresponde al comportamiento peronista que tanto daño le ha hecho a la Argentina: ‘O gobernamos nosotros, o no dejamos gobernar.’
El seis de diciembre, el pueblo venezolano expresó su veredicto acerca del Socialismo del Siglo XXI en las elecciones para la Asamblea Legislativa. El descalabro electoral que sufrió el gobierno es un voto de no confianza en un manejo que ha producido destrucción económica, pobreza y represión. El régimen de Nicolás Maduro se ha granjeado el repudio internacional por la violación sistemática de los derechos humanos. Su actuación después de las elecciones sugiere que se aproxima a una fase terminal.
A distintos ritmos, en distintos países, se empieza a desmoronar un proyecto de hegemonía latinoamericana inspirado en las directrices del Foro de Sâo Paulo. La magnitud de la transformación que se inicia en el escenario geopolítico regional se ilustra con una frase pronunciada por el presidente de Argentina, Mauricio Macri, en la cumbre de Mercosur celebrada en días pasados en Asunción. Es la frase que debe convertirse en el clamor de la comunidad democrática en el año 2016: Libertad para los presos políticos en Venezuela.
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