Todas las miradas están puestas en el Palacio Coburgo de Viena, sede de las negociaciones con Irán.
Cómo Irán logra poner de acuerdo a Rusia y EE.UU.
Hay veces en las que el amigo de mi enemigo puede ser mi amigo.
Estados Unidos y Rusia, por ejemplo, no pueden llamarse "amigos", pero cuando se trata de lidiar con Irán ambos gobiernos concuerdan en que un programa nuclear con potenciales aplicaciones militares es algo que se debe evitar.
En medio de lo que algunos describen como una nueva Guerra Fría que los enfrenta, Washington y Moscú se coordinan dentro del grupo de seis naciones que negocia con Irán el control de su programa atómico.
"Estamos negociado este asunto colectivamente, como seis países juntos, con Irán", dijo el canciller ruso, Sergei Lavrov, cuando se retiraba de las negociaciones la noche el martes en Viena, Austria.
Se supone que están en la recta final del trabajo del llamado Grupo 5+1, integrado además por Reino Unido, Francia, China y Alemania.
Es una notable coincidencia que la fase final de esas negociaciones, desde que en noviembre de 2013 se acordó en Ginebra el llamado Plan de Acción Conjunta, ha ido paralela al empeoramiento de las relaciones entre el gobierno de Vladimir Putin y el de Barack Obama y sus aliados occidentales, a causa de la crisis de Ucrania.
Moscú incluso se ha visto golpeada por sanciones estadounidenses y europeas por su supuesto apoyo a los separatistas prorusos y su anexión sin reconocimiento internacional de la península de Crimea.
Y aunque la crisis ucraniana que enemista a rusos y estadounidenses no ha mejorado, ambas delegaciones presentan un frente unido y armónico frente a los iraníes.
El amigo ruso
Quienes en EE.UU. piden una línea más dura frente a Irán ven con desconfianza el papel ruso en las conversaciones. Recuerdan que Moscú siempre fue amigo cercano de Teherán.
De hecho, los rusos han participado en el desarrollo de los planes nucleares iraníes construyendo el reactor de Bushehr, un plan ideado en 1975 en tiempos del Sha y retomado veinte años después por la Revolución Islámica con tecnología rusa.
En noviembre de 2014, la corporación estatal nuclear Rosatom anunció un acuerdo para la construcción de dos nuevos reactores para Bushher y la posibilidad de otros seis en los próximos años, bajo observación de la Agencia Internacional de la Energía Atómica.
Rusia suplirá el combustible nuclear para la planta y lo reciclará, siguiendo el mecanismo acordado con la comunidad internacional para evitar que Irán cuente con los elementos para construir armas atómicas.
La presencia de Moscú garantiza para los iraníes cierta buena disposición del G5+1, algo que según fuentes diplomáticas ha generado un clima más productivo en las negociaciones.
¿Qué busca Moscú?
Pero en la geopolítica no se trata solo de buena voluntad. Su presencia en la mesa ayuda a Rusia a concretar más rápidamente importantes negocios, necesarios para suplir la baja de ingresos con la caída del precio del petróleo.
La planificada cooperación atómica ruso-iraní podrá ampliarse en lo que se llegue a un acuerdo final sobre el programa nuclear.
Además, el levantamiento de las sanciones internacionales que rigen sobre Teherán ayudará a la recuperación de la economía persa, algo que podría llevar el intercambio bilateral de los actuales US$5.000 millones a unos US$70.000 en pocos años, según los cálculos que compartió recientemente con la prensa rusa el embajador iraní en Moscú, Mehdi Sanaei.
El sector de tecnología petrolera ruso espera poder beneficiarse de la necesaria actualización a la que debe someterse la industria petrolera iraní.
Otra parte importante de ese comercio podría salir de la venta de armas, específicamente un sistema de defensa antiaérea en el que los iraníes están interesados, pero al que no pueden acceder por el embargo de armas impuesto por Naciones Unidas.
Por eso no sorprende que el canciller Lavrov dijera al dejar Viena que "es importante alcanzar un acuerdo en el levantamiento del embargo de armas lo antes posible", un punto en el que el ruso suena más cerca de Teherán que de Washington.
¿Qué obtiene Washington?
Más allá de la puntual diferencia de enfoque en cuanto al embargo de armas, tener a Moscú dentro del G5+1 le ayuda al presidente Barack Obama y al secretario de Estado, John Kerry, a formar un frente internacional más homogéneo ante los iraníes.
Ya en sus último año y medio en la Casa Blanca, Obama busca dejar un legado en la arena internacional, lo que lograría si puede presentar una solución al ya viejo problema nuclear con Irán.
Reducir las tensiones con Teherán también permitiría a Washington enfocarse en otros asuntos, sobre todo en la lucha contra los grupos extremistas de inspiración religiosa, particularmente el autodenominado Estado Islámico (EI).
Incluso hasta podría destinar recursos -en primera instancia diplomáticos- para atender el frente europeo, complicado por lo que algunos perciben como la intención rusa de retomar la vieja zona de influencia soviética.
En la balanza de la Casa Blanca, son beneficios que superan tanto el potencial reforzamiento del poder regional de Irán frente a su aliada Arabia Saudita como el del eje que forma con Siria, gobierno que no es del agrado de Washington pero que enfrenta el desafío común de EI.
Aunque para ufanarse del logro, hace falta más que la sola unidad internacional, porque como le dijo a la BBC John Sawers, jefe negociador británico en diálogos con Irán entre 2003 y 2007, tratar con los iraníes es una tarea compleja.
"Hay un dicho iraní que reza que las verdaderas negociaciones empiezan solo cuando se firma el acuerdo".
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150702_iran_viena_rusia_eeuu_nuclear_cch
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