Opinión: Obama rehabilita a los hermanos Castro
lunes, 6 de abril de 2015 0:03 EDT
Los hermanos Fidel y Raúl Castro en 2004. Cristobal Herrera/Associated Press
Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, viaje esta semana a Panamá para asistir a la séptima Cumbre de las Américas, espere una inundación de clichés sobre el florecimiento de la democracia en la región. No los crea. La represión está marchando por las Américas y la ambivalencia de Estados Unidos es parte del problema.
Los intimidadores de la región perciben debilidad en la falta de claridad moral de la Casa Blanca. Un resultado de ello es que una isla caribeña atrasada, dirigida por un par de hermanos mafiosos, ahora tiene la ventaja a la hora de fijar la agenda regional.
A nadie debería sorprenderle si el presidente estadounidense es humillado en Ciudad de Panamá, como lo fue en Puerto España en 2009. Fue en aquel entonces cuando Obama trató de hacerse amigo de Hugo Chávez, quien le agradeció presentándole una copia de la famosa diatriba antiestadounidense Las venas abiertas de América Latina.
Las cumbres son un desperdicio de tiempo y dinero para países de verdad. Pero esta será útil para Cuba, país al que se le permitirá ingresar al grupo por primera vez y en sus propios términos. Es difícil señalar cuál es el punto más bajo de la política exterior de Obama, pero su sumisión abyecta respecto de esta reunión en el patio trasero de EE.UU. es un serio contendiente.
Por muchos años, a Cuba no se le permitió sentarse a la mesa con los miembros de la Organización de Estados Americanos. En abril de 2001, los participantes de la cumbre de las Américas en Quebec ratificaron una política establecida de incluir únicamente a gobiernos elegidos democráticamente. En septiembre de 2001, los miembros de la OEA firmaron la “Carta Democrática Interamericana” que requería la suspensión de los gobiernos no democráticos.
La carta tuvo algún significado en sus primeros años, gracias a la influencia de EE.UU. y al hecho de que la OEA no podría pagar sus cuentas sin el Tío Sam. Pero comenzó a desvanecerse cuando Obama asumió el poder y comenzó a tratar de calmar a Cuba y Venezuela. Para este año, ya no queda ni un rastro.
Ser parias hizo que Raúl y Fidel Castro se sintieran irrespetados. Así que presionaron a buena parte de la región para que dijeran que si Cuba era excluida de nuevo, boicotearían el evento. En diciembre, Obama cedió.
Fue una señal de lo mal que están las cosas en las Américas. Gobiernos autoritarios tienen el control en Nicaragua, El Salvador, Venezuela, Ecuador, Argentina y Bolivia. Todos emplean, en diferentes niveles, al menos algunos de los elementos del modelo cubano en el que el ejecutivo consolida el poder, la sociedad civil es suprimida y el debido proceso es cosa del pasado.
Las elecciones están arregladas. Los gobernantes expropian cuando quieren hacerlo. Los medios que se atreven a diferir de los lineamientos del partido enfrentan cargas legales que los condenan a la desaparición.
Las instituciones democráticas en Brasil y Chile se mantienen intactas, pero los líderes socialistas en ambos países son grandes admiradores de los Castro y jamás se les ocurriría ofender a sus simpatizantes de extrema izquierda. Colombia está comprometida debido a las negociaciones de paz que adelanta con los narcoterroristas de las FARC en La Habana.
Un puñado de países podría haber defendido el principio de democracia si tuvieran cierta confianza en el respaldo de EE.UU. Pero el débil equipo diplomático estadounidense no puede hacer frente a la política exterior de exportación de terror de los Castro. Nadie va a poner su mano en el fuego con Obama en la Casa Blanca. Así, Cuba entra a la OEA y Raúl recibirá la esperada legitimidad de un presidente estadounidense.
El apaciguamiento ha generado nuevas exigencias. Algunos gobiernos dicen que protestarán en Panamá debido a que EE.UU. recientemente declaró a Venezuela una amenaza para su seguridad nacional y sancionó a siete funcionarios venezolanos. El presidente Nicolás Maduro dijo que ha recolectado más de seis millones de firmas en una carta de protesta que le entregará a Obama.
El presidente Obama espera ser recibido en Panamá como un héroe, como el hombre que ofreció abrir las relaciones diplomáticas con Cuba por primera vez en medio siglo. Pero Cuba lo ha desairado. Castro dice que no aceptará relaciones normales hasta que, entre otras cosas, la isla sea sacada de la lista de estados que patrocinan el terrorismo y que EE.UU devuelva Guantánamo.
Cumplir con la mayoría de las exigencias de Cuba requeriría la aprobación del Congreso estadounidense. Pero aplacar a Raúl será una prioridad para Obama. El mandatario podría tratar de sacar unilateralmente a La Habana de la lista de patrocinadores del terrorismo si cree que tiene un apoyo que asegure su veto en caso de un desafío del Congreso.
Aquí es donde la realidad cubana podría interferir. La isla es hogar de terroristas vascos buscados en España y decenas de fugitivos de la justicia estadounidense como Joanne Chesimard, que fue encontrada culpable en 1973 del asesinato de un policía estatal de Nueva Jersey. La dictadura militar también arma y entrena a las FARC. Cuba desea tener acceso al sistema bancario de EE.UU., pero los bancos tendrían que considerar los riesgos legales que asumirían si reciben a un cliente con una historia de apoyo financiero al terrorismo y de lavado de dinero.
Será difícil incluso para Obama ser popular en la cumbre de Panamá a menos que decida abandonar la guerra contra el terrorismo. Incluso en ese caso, es poco probable.
Escriba a O’Grady@wsj.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario