EL MUNDO 20 agosto, 2021
La estrecha relación entre los vivos y los muertos en Haití
La estrecha relación que hay en Haití entre los vivos y los muertos contribuye a ocultar en parte la cifra real de personas fallecidas en el terremoto del sábado. Los haitianos desean estar cerca de sus parientes fallecidos y a menudo los entierran en los jardines de sus casas.
La Agencia de Protección Civil de Haití lleva contabilizados casi 2.200 muertos. Hay quienes se preguntan cómo puede ser que semejante cantidad de personas fallecidas hayan sido enterradas tan rápidamente, pero hay dos factores que pueden explicarlo: Las funerarias no dan abasto y los entierros hechos por la misma familia en sus casas son comunes en este país. El terremoto de magnitud 7,2 lesionó a más de 12.000 personas, destruyó o dañó más de 100.000 viviendas y dejó a unas 30.000 familias sin techo, según las autoridades.
Numerosas escuelas, oficinas, iglesias e incluso alguna funeraria resultaron destruidas o severamente dañadas. El temblor acercó más todavía a los vivos y los fallecidos en una nación que, como México, celebra el Día de los Muertos. En Les Cayes, en el interior del país, algunas criptas quedaron al descubierto, con los ataúdes a la vista. Y algunas personas terminaron más cerca de ese mundo subterráneo de lo que hubieran deseado: Serge Chery, director de defensa civil de la provincia Sureña, que incluye a Les Cayes, dijo que su personal encontró a dos mujeres enterradas bajo los escombros de un edificio de departamentos de dos pisos porque habían logrado comunicarse con sus teléfonos celulares. Se escuchan muchas de esas historias en las zonas de desastres.
Chery dijo que su dependencia recibió numerosas llamadas con informes falsos. “Marcamos el número de una persona que supuestamente estaba enviando mensajes desde su casa derrumbada en Jeremie (una localidad vecina) y nos atendió esa persona”, expresó el funcionario. Chery se negó a describir el rescate de las dos mujeres gracias a un celular como un milagro. “El único milagro fue que tenían sus teléfonos cargados y a mano al producirse el terremoto, y que pudieron discar”. Las morgues de los hospitales públicos, lo mismo que la del hospital general de Les Cayes, están casi vacías. Ello se debe, admite el director del hospital, a que no pueden conservar los cadáveres refrigerados desde hace tres meses debido a problemas con la electricidad.
Los lugareños saben que deben llevar a sus muertos a alguna de las decenas de funerarias privadas de la zona, pequeñas y modestas. Saben que allí hay aire acondicionado que evitará la descomposición de los cadáveres mientras tratan de conseguir dinero para pagar por el entierro, que cuesta unos 500 dólares, una fortuna para los habitantes del país más pobre del hemisferio occidental. Jean Eddy Montezima administra una de esas funerarias, la St. Jaques, en Les Cayes. Dice que está abrumado y cansado de ese oficio. Mientras hablaba con periodistas, llegó otra destartalada “ambulancia” informal, en realidad una camioneta con una camilla atrás, que llevaba otro cadáver, el de una mujer que falleció de causas naturales en un hospital local. Montezima dice que ya no acepta cadáveres de víctimas del terremoto.
Tiene 15 cuerpos amontonados en las pequeñas salas con aire acondicionado de su funeraria. Cuenta que ha recibido al menos 50 cadáveres de víctimas del terremoto desde el sábado en su pequeño edificio, con un ruidoso generador que funciona las 24 horas del día para que haya aire acondicionado y los cadáveres no se descompongan. “Mucha gente no tiene dinero para enterrarlos”, señaló Montezima.
“Si las familias no regresan, probablemente tenga que enterrarlos en una fosa común”. Esa solución es un verdadero sacrilegio en Haití, pero el director de la funeraria dice que no tiene otra alternativa. “Trabajo las 24 horas del día”, se quejó. “Gasto 50 dólares en combustible todos los días. Necesitamos que alguna institución u obra caritativa haga donaciones para cubrir los costos”.
“En algunos casos los cadáveres están en tan mal estado que hay que enterrarlos de inmediato”, afirmó, agregando que no podía pasarle la tarea al gobierno. “Si un cadáver está muy descompuesto, no lo aceptarán en la morgue”. A la larga, muertos y vivos deben separarse. Chery tiene la dolorosa misión de decidir, junto con otras autoridades, cuándo enviar maquinaria pesada para despejar escombros, aunque admite que eso “inevitablemente” hará que se descubran más cadáveres. Indicó que tan solo en la zona de Les Cayes hay 300 desaparecidos todavía. Muchos probablemente estén debajo de toneladas de cemento y de ladrillos.
“Planeamos una reunión para empezar a despejar los lugares que fueron destruidos porque eso dará a los dueños de esos sitios al menos la oportunidad de construir algo temporal, para vivir allí”, expresó Chery. “Sería más fácil distribuir ayuda si la gente dejase direcciones, y no la de una carpa”. Destacó la necesidad de que ingenieros inspeccionen los edificios para determinar si son seguros. “Si queremos que las escuelas, los bancos y los hoteles vuelvan a funcionar, tenemos que generar confianza, porque (la gente) no quiere volver a esos edificios ahora”, manifestó Chery. “Es algo cultural. Las familias son muy apegadas a sus muertos”, dijo Chery. “Incluso con cólera o con el COVID-19, la gente quiere enterrar a sus parientes en una tumba linda”.
Debido al mal estado de los cadáveres de muchas de las víctimas, eso es imposible y hay que enterrarlos de inmediato. La relación de los haitianos con sus muertos se hace evidente en la funeraria de Marc Dor Lebrun, la más limpia y mejor equipada de la ciudad, según su propietario. Las familias de los fallecidos pueden alquilar una limosina Humvee de diez metros (30 pies) para los funerales. Cuenta con armarios refrigerados de acero inoxidable en una sala y con aire acondicionado en otra, donde se preparan los cuerpos.
Pero tiene 39 cadáveres, incluidas 17 víctimas del terremoto, y no puede recibir más cuerpos. “Somos honestos. Le decimos a la gente que no podemos recibir más cadáveres”, dijo Lebrun. “No sé nada de los demás”, agregó, aludiendo a otras funerarias que no están tan bien equipadas. “Recibimos tres cadáveres en tan mal estado que los pusimos en una bolsa y se los entregamos a los familiares para que los enterrasen ellos”, expresó Lebrun. Lebrun dijo que no rechaza a las personas que no pueden pagar el costo del entierro ni fija un precio preestablecido. “Es la situación que vivimos en Haití”, comentó, refiriéndose a la pobreza. “Si una familia no puede pagar, la ayudaremos”.
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