lunes, 5 de julio de 2021

Fake news: el reto de recuperar la confianza de los gobiernos | Por Mariel Ledesma

La República sábado, 03 de julio de 2021
Enfoque
Fake news: el reto de recuperar la confianza de los gobiernos
| Por Mariel Ledesma
  • Existe una diferencia en los niveles de confianza que experimenta la población informada versus la población general.
  • Las fake news generan desconfianza, la desconfianza genera indiferencia y la indiferencia en términos sociales sumerge la moral de los ciudadanos y resta a la construcción de valor público.

Una dinámica global cada vez más convulsa, entornos de incertidumbre, ciudadanía más activa, mayores exigencias de transparencia y el valor de los intangibles en pleno auge, sumado a la percepción histórica que arrastran los gobiernos –al igual que sus actores– y sus instituciones de ser poco competentes y éticos, hace que la confianza en ellos transite por un camino escabroso que necesita ver la luz en un contexto de hipertransparencia.

Como si esto fuera poco, se suman a los tantos retos de los gobiernos, la lucha contra las fake news, concepto que se puso de moda en las elecciones de 2016 en Estados Unidos, pero que hace referencia a un fenómeno que siempre ha existido y que ha encontrado en las redes sociales un catalizador para su viralización, teniendo un efecto negativo importante sobre lo que se pretende dañar.  

Dos años después de que este concepto se pusiera de moda, el barómetro de confianza de Edelman 2018, revelaba que 7 de cada 10 personas en el mundo estaban preocupadas de que las fake news sean usadas como arma; sin embargo, la inacción ciudadana para combatir este fenómeno ha quedado en evidencia en los últimos años. Existe una realidad y es que las fake news encuentran consumidores que la han convertido en un negocio rentable y en este punto quiero rescatar una entrevista que hizo BBC Mundo a una persona dueña de un “medio independiente” en Estados Unidos, quien reveló en esa entrevista, cito: “Recientemente publicamos una historia que decía que a Hillary Clinton le habían dado las respuestas antes de un debate. Ya había algunos rumores sobre eso -todos falsos-, pero ese tipo de titulares entra en la burbuja de los de derecha y son ellos los que mantienen viva la historia.” Entonces me pregunto ¿Promovemos las fake news siempre y cuando no nos afecte a nosotros y dañe al adversario? ¿Son los gobiernos solo víctimas de este fenómeno? pues no y para muestra solo es necesario observar una contienda electoral.  Para combatir la desinformación se necesita pasar de la queja a la acción. Cuando hablo de actuar, más que “controlar” lo que se dice - que sería algo inconcebible-  o ir a cazar las fake news, me refiero al compromiso con un ejercicio ético y responsable por parte de los diferentes actores sociales. Aunque, honestamente pienso, que los que consumimos información podemos hacer la gran diferencia.

En el más reciente Barómetro de confianza de Edelman 2021, se revelan datos que soportan lo mencionado más arriba y es que la confianza en los gobiernos se sitúa en un 53% y apenas 1 de cada 4 personas cuidan bien la información que van a consumir, “higienizando la información”, un 26% tiene buena higiene informativa y el 57% comparte o reenvía noticias solo porque les resultan interesante. estos datos reflejan el poco esfuerzo de la población mundial en “higienizar la información que consumen” y en este contexto de pandemia, pues hemos visto la lucha titánica que ha representado esto.

Entonces ¿No hay salida ante la desinformación? Sin duda que esto es un tema que llama a reflexión, no solo por parte de los gobiernos, sino también de los medios de comunicación, las plataformas sociales  y los ciudadanos.

Vemos, por ejemplo, países como Costa Rica que para hacer frente a las fake news lanzaron una página web titulada “Gobierno Aclara”, para enfrentar este reto que actualmente tienen las democracias.

Sin embargo, esta iniciativa del gobierno costarricense no utilizará la plataforma para responder o desmentir informaciones que provengan de medios u organizaciones que posean una trayectoria reconocida públicamente ni declaraciones o especulaciones hechas por personalidades de la política ni por representantes o instituciones sociales; sino a informaciones anónimas de las cuales no se sepa la fuente ni quién la generó.

De su lado, Facebook, luego de admitir no sentirse preparado en 2016 para hacer frente a los bulos, ya ha logrado implementar mejoras en sus plataformas para evitar que las fake news se viralicen trabajando con verificadores independientes y colocando etiquetas. Sin embargo,estas etiquetas al parecer no han resultado muy efectivas, ya que en el 95% de los casos el usuario no hace clic en el contenido de advertencia generado por la empresa.

En el Latin American Communication Monitor de 2018/ 2019, 62% de los directivos de comunicación de organizaciones públicas dijeron haber sido afectados una vez o varias veces por noticias falsas, siendo mucho más frecuentes que en otro tipo de organizaciones.  

Si sumamos la predisposición de los ciudadanos a los actores políticos, producto de la actuación de éstos en el tiempo, con la intensificación del escrutinio público y la información que viaja con mayor rapidez gracias a los entornos digitales, da como resultado un terreno fértil donde las fake news tienen un espacio de consumo y si a esto le agregamos que pocos usuarios saben identificar una noticia falsa o verificar la información, estamos frente a un escenario que atenta contra la confianza

Sin duda que para hacer frente a este tema, debemos superar algunos desafíos. Por un lado tenemos el reto de la verificación, paso que actualmente muchos medios se saltan porque hemos visto como noticias falsas logran colarse en medios establecidos y cómo hemos visto con el caso de facebook también los usuarios suelen saltarse. Este reto lo uno al desconocimiento de los usuarios de herramientas de fact-checking que están a disposición de todos, pero como sucede con las etiquetas de Twtiter y Facebook, al parecer no son del interés del lector.

Esto nos trae un tercer reto que es la alfabetización mediática de los usuarios para que puedan hacer un consumo y difusión más responsable, así como para que puedan identificar una noticia de una opinión - que se ha hecho ya costumbre ver noticias mezcladas con opinión que sesgan y confunden-  para poder consumir información y formarse su propia opinión.

Por último, un cuarto reto es que las organizaciones públicas también pueden actuar desde la profesionalización de la comunicación que abrace la proactividad y efectividad de la difusión de los mensajes, innovando en canales de comunicación con los ciudadanos. Esto, definitivamente, debe ir acompañado de un comportamiento institucional que genere confianza.

Si algo nos han dejado los datos, es que existe una diferencia en los niveles de confianza que experimenta la población informada versus la población general, como lo refleja el Barómetro de Confianza de Edelman que, en 2020 revelaba una diferencia hasta de 14 puntos.

Las fake news generan desconfianza, la desconfianza genera indiferencia y la indiferencia en términos sociales sumerge la moral de los ciudadanos y resta a la construcción de valor público.

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Lectura recomendada. Sobre las transformaciones en comunicación. El mundo que vivimos es uno de cambios constantes. Vamos. https://t.co/pHrav6ScLc

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