El nuevo pacto colectivo
En síntesis, lo correcto, es atenuar cualquier proyecto al que la gente entienda injusto, sin dejar de elaborar políticas económicas de Estado que dinamicen una economía lacerada por el hurto, el despilfarro y la desgracia sanitaria que tiene al mundo en zozobra.
Por Joan Leyba Mejía |07-10-2020 00:03hs
"No hay que interpretar mal nuestro pensamiento; no confundamos lo que se llama “opiniones políticas” con la gran aspiración al progreso, con la sublime fe patriótica, democrática y humana que, en nuestros días, debe ser el fondo mismo de toda inteligencia generosa.” -Víctor Hugo-
El poder, como fórmula acumulativa de prerrogativas políticas basadas en la conquista de voluntades, nunca, por mas bien que se utilice, obedecerá a los intereses contrarrestantes de quienes utilizaron mecanismos ominosos para perdurar largo tiempo ordeñando sin miramientos las arcas publicas. No debe ser, tampoco, la causa fundamental de la quiebra relacional entre quienes lo ostenten y los que decidieron, por las razones que fueren, arrebatarlo a su dueño anterior para ponerlo en manos mas justas.
Sin ánimos de “jota la pe” se intuye, que el actual gobierno, para muchos es el producto vencedor de una lucha constante entre dos ideas opuestas a partir de una visión general del desarrollo colectivo anclado al desempeño político en el manejo de la cosa pública. Para la mayoría, las consecuencias del desgaste de la pasada administración, la violación flagrante a toda norma existente, la vorágine al erario, el vicio que produce el mando cuando escasean los principios y la desconexión descarnada del régimen con una sociedad en procura de mejoras sociales.
Velar, en ese tenor, por el no rompimiento del reciente noviazgo de las capas componen la nación, y, que apostaron sus sueños por un cambio, es de carácter vital para mantener flotando el proyecto que hoy nos dirige. Sin importar que haya sido o no, construido sobre la base del repudio total a una a la fórmulas rancia del leonelismo, lo que es igual, al diseño carroñero de su excondiscípulo Danilo Medina y las prácticas corruptas que normalizaron para saquear sin contemplación los bolsillos de la gente, o si, por el contrario, es el surgimiento de un pacto colectivo que buscaba la construcción de una nueva sociedad.
Entender el miedo del conjunto social a los asuntos complejos de la hermenéutica estatal, luego de atravesar por el período funesto que significó el PLD en el mando del Estado. Es una tarea puntual; un elemento esencial a tomar en cuenta por los nuevos inquilinos que contribuirá a unas relaciones armónicas y flexibles, en cuanto a la búsqueda de soluciones en las que todos tengamos que sacrificar algo para lograr el país que queremos.
La fórmula perfecta para lograrlo, no depende del simplismo mediático al que se nos había acostumbrado, mucho menos, de la estructuración equivoca de respuestas superfluas que minan el sentir dubitativo de un pueblo bueno que “hasta ayer”, como diría un cantante borinqueño, solo había sufrido el desprecio de una clase política que se alzó con el santo y limosna.
En síntesis, lo correcto, es atenuar cualquier proyecto al que la gente entienda injusto, sin dejar de elaborar políticas económicas de Estado que dinamicen una economía lacerada por el hurto, el despilfarro y la desgracia sanitaria que tiene al mundo en zozobra. De igual manera, buscar una vía comunicacional oportuna por donde fluyan informaciones y despejen dudas sobre las intenciones del ejecutivo, empeñado en devolver a los dominicanos la fe en los políticos y la esperanza en si mismos.
No sin antes, dar señales de que aquellos inescrupulosos que hicieron de los recursos de todos, un festín, pagarán las consecuencias de sus malas acciones y devolverán cada peso robado con el que pudo haberse evitado muertes, tener una educación de calidad, una policía tecnificada, un sistema de justicia adaptado a los tiempos y un pueblo sin hambre ni enfermedades.
La acción recaudadora será entendida y aceptada en la medida que se transmita a partir de la inteligencia generosa del gobierno, asegurando que, en el fondo mismo de toda norma impositiva, lo que prevalece es la intención de generar, por medio de un pacto colectivo, los recursos necesarios para salir airosos de una crisis que nos mantiene a todos en estado de desasosiego. Sin olvidar que hay dar curso a un conjunto de obras que tienen como fin mejorar la calidad de vida de todos.
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