Oportunidades de la Marcha Verde
La sociedad dominicana no alcanza a ver la luz al final del túnel. Nada espera de los partidos llamados de oposición ni de los políticos que allí laboran o medran porque la gente entiende que están adaptados, se conforman con preservar lo que tienen, con existir, como el dueño de pulpería que le gustaría vender mas pero que jamás ha soñado con convertirse en supermercado. Como de este, que es el litoral de donde procedería –por definición- una esperanza de cambio está vacío, entonces esa misma gente se rasca la cabeza y empieza a caminar toda la costa a ver, donde encuentra o de donde podría surgir una esperanza redentora.
Recorren los lugares habituales, la iglesia, los cuarteles, las empresas, los sindicatos y las academias. Nada encuentran; no se vislumbra un dirigente con potencial, todos los que ahora existen cojean y eso sin que la sociedad haya salido a revisarle las patas….. cojean a simple vista. ¿Como entonces enfrentar y derrotar a Danilo Medina un hombre en el poder, con dinero y sin escrúpulos?
La paradoja dominicana es múltiple. La Marcha Verde ha sido el testimonio más elocuente del hastío y descontento con la gestión de Danilo Medina, pero esa misma Marcha Verde que surgió en primer lugar por el fracaso, incapacidad o complicidad de todos los demás frente al gobierno enfrenta a su vez algunos de los problemas derivados del éxito. Tiene pueblo pero carece de la organización capaz de vertebrar un proyecto de poder y debe pasar a una nueva etapa pero todavía no tiene claro como hacerlo.
Y es natural que así sea.
La Marcha Verde no surgió originalmente como un proyecto de poder sino como una expresión de descontento que rompiera la anomia y desatara fuerzas y potencial ciudadano. Tenía espontaneidad relativa, mucha autenticidad y frescura; reivindicaba valores abandonados o explícitamente negados por el peledeismo. La Marcha Verde anunció la posibilidad de un renacer de justicia pero, el pueblo que la ha respaldado, todavía deberá entender que impartir justicia además de un reclamo válido es una gestión que depende de las relaciones de poder. Por lo tanto, para hacer justicia, hay que modificar las relaciones de poder y para modificar esas relaciones será necesario que la Marcha Verde, en su momento, con sus propios medios, dependiendo de las circunstancias y las posibilidades se organice como proyecto de poder.
Como ya se ha indicado antes y explícitamente en mi artículo anterior, de la Marcha Verde, poco a poco, tarde o temprano, brotarán dirigentes, nuevos líderes, partidos, grupos y/o facciones organizadas con una visión y vocación de poder mas claramente definidos. A todos los fines prácticos, la Marcha Verde es una fragua, un enorme campo de entrenamiento donde empieza a formarse y destacarse la dirigencia de relevo y sobre las características que podría tener ese relevo hay un detalle de gran importancia.
Cuando los dominicanos piensan en figuras presidenciables generalmente lo hacen siguiendo un estereotipo de saco y corbata, cierto grado de formación académica, buen discurso y algo de experiencia económica. En el futuro cercano, por no decir inmediato, el rasgo mejor valorado de cualquier dirigente político dominicano que aspire a la primera magistratura será –a no dudarlo- la espontaneidad y autenticidad de su proceder. Será así porque en numerosos países y no solamente el nuestro, la gente está hastiada de políticos mentirosos que hablan mucho y no dicen nada, que prometen y no cumplen y que con frecuencia terminan haciendo justo lo contrario de lo que se esperaba de ellos. La autenticidad de un dirigente ha venido a equipararse con honestidad y el electorado, desechando elementos del discurso, observa las conductas.
Tarde o temprano los dominicanos encontrarán un dirigente carismático y auténtico, alguien cuya sola presencia se encumbre por sobre la mediocridad del entorno y sobre la falta de luces, de brillo y de decoro del propio señor Medina.
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