domingo, 25 de junio de 2017

Obama, comandante en jefe del frente anti-Trump

ESTADOS UNIDOS
Obama, comandante en jefe del frente anti-Trump
PABLO PARDO Corresponsal Washington

El ex presidente Barack Obama come junto al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en Montreal, el pasado 6 de junio. REUTERS
Con sus llamamientos en favor de una asistencia sanitaria más amplia y de la lucha contra el cambio climático, puede movilizar a las bases
Época de cambios. Donald Trump ha cambiado la presidencia de EEUU a base de tuitear hasta acerca de los ratings de audiencia de los reality shows. Y Barack Obama ha roto con una tradición que se remonta a hace 220, cuando George Washington dejó la presidencia: una vez que sale de la Casa Blanca, el jefe de Estado y de Gobierno de Estados Unidos no intervendrá en política.
Acaso sea porque Trump se lo ha puesto fácil, llamándole "enfermo" y acusándole, sin absolutamente ninguna prueba de haberle espiado durante la campaña electoral. Aunque una explicación menos benévola para Obama es que el Partido Demócrata está destrozado, desmoralizado, fraccionado entre centro e izquierda, y sin un líder que sea capaz de capitalizar la movilización de las bases y el fuerte rechazo que Donald Trump levanta entre gran parte de la opinión pública. No es solo falta de liderazgo, sino, más bien, ausencia de competencia. Por eso, Obama tiene una oportunidad para influir en el debate.
Pero lo cierto es que el ex presidente de Estados Unidos está jugando un papel cada día más importante de oposición a Trump. Una parte de esa actividad es muy visible: son comunicados y 'posts' en Facebook. Otra no lo es tanto, pero puede tener más influencia en el futuro político de EEUU: es la preparación de la estrategia del Partido Demócrata para el rediseño de los nuevos distritos al Congreso, en 2020. La mayor parte de los distritos actuales fueron trazados en 2010, tras una victoria abrumadora republicana en las elecciones locales y legislativas que permitió a ese partido crear escaños imposibles de ganar por los demócratas. Esos rediseños son una forma elegante y legal de llevar a cabo fraude electoral. Y los demócratas no quieren que en 2020 les vuelva a pasar lo mismo.
El miércoles llegó el momento más evidente de esta estrategia pospresidencial. Obama recurrió a las redes sociales - exactamente, al más puro estilo de Donald Trump - para lanzar una larga exposición - exactamente, al más puro estilo de Barack Obama - atacando la reforma sanitaria presentada por los republicanos del Senado de Estados Unidos. Anoche, su texto llevaba 821.000 "me gusta", y 38.000 comentarios, y había sido compartida por 302.000 personas.
Obamacare, es decir, la reforma sanitaria de Obama, es uno de los legados del presidente. Así que, en cierto sentido, está defendiendo su obra. Igual que lo hizo el 1 de junio, cuando su oficina emitió un comunicado de prensa criticando con dureza la retirada de Estados Unidos del Tratado de París contra el Cambio Climático en el que Obama hablaba de "la ausencia de liderazgo" internacional del Gobierno de Trump.
El presidente de Estados Unidos también ha usado su actividad fuera de Estados Unidos para criticar de manera indirecta el aislacionismo de Trump e, incluso, para pedir el voto a candidatos. Así, el 4 de mayo pidió el voto por Emmanuel Macron en las elecciones francesas, con un vídeo en la web oficial del entonces candidato y ahora presidente galo en el que afirmaba que éste "apela a las esperanzas, y no a los miedos, de la gente". Fue un mensaje directo. Mucho más que el que lanzó tres semanas después, cuando participó en un coloquio con la canciller alemana Angela Merkel. Un coloquio que, dado el clima de precampaña en el que vive Alemania, podría fácilmente interpretarse como un respaldo en las elecciones de ese país previstas para septiembre.
Así, Obama es una especie de poder fáctico en el Partido Demócrata. Obama es, en cierto sentido, el único político de éxito de ese partido desde Bill Clinton. En 2010, 2014, y 2016, los demócratas fueron triturados en las elecciones al Congreso. El poder territorial de ese partido en los 50 estados - es decir, en sus respectivos congresos y oficinas de gobernador - es el más bajo en la Historia. Y en 2016, Hillary Clinton, la eterna candidata, perdió unas elecciones que parecía tener ganadas.
Y, desde entonces, las cosas no han ido a mejor. De las 4 elecciones especiales al Congreso celebradas este año para reemplazar a republicanos que se han ido al Gobierno de Trump, los demócratas no han ganado ninguna. La semana pasada, su carísimo intento de convertir unas elecciones especiales al Congreso en el estado de Georgia en el desembarco de Normandía de la reconquista del poder en Washington se saldó con un Waterloo cuando el candidato de ese partido, Jon Ossof, perdió a manos de una republicana apenas conocida, Karen Handel. Para más inri, los demócratas estuvieron a punto de ganar en otra elección al Congreso, en Carolina del Sur. Pero el partido había decidido apostarlo todo a la de Georgia. Aunque las cosas siempre pueden ir a peor: la reacción del ala izquierda demócrata a la derrota en Georgia fue pedir la cabeza de la presidenta del partido en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que lleva en el cargo desde 2004.
En esa situación, las palabras de Obama tienen mucho peso. Pero en la práctica, ¿qué significan? Los problemas demócratas están en la política nacional y local. Con sus llamamientos en favor de Macron, de una asistencia sanitaria más amplia, y de la lucha contra el cambio climático, Obama puede lograr titulares y movilizar a las bases. Pero está por ver que vaya a hacer que su partido gane elecciones.

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