Más democracia
El mundo está viviendo momentos inéditos en la política. Un creciente descontento e insatisfacción por la democracia ha generado el discurso de la antipolítica, que algunos han calificado también como el retorno del fantasma del populismo. A esto se le agrega, el poder de las redes sociales, gracias a las tecnologías que permiten la generación de opiniones y valoraciones por medios no tradicionales sobre acontecimientos, al margen de que sean ciertos o no.
Por primera vez, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es un empresario que nunca hizo carrera política. Venció a todo el “establishment” del Partido Republicano y le ganó las elecciones a la candidata que las encuestas daban como segura ganadora, Hillary Clinton. El “outsider” le ganó a la veterana de la política.
Hoy, Trump tiene el propósito, y lo está logrando, de derogar el legado del expresidente Barack Obama, con su agenda de “hacer a América grande otra vez”.
Si alguien tiene duda de si el mundo está cambiando, les invito a revisar la lista de líderes mundiales de la revista Fortune, en la que figuran los dirigentes más poderosos del mundo. A primera vista, se pudiera pensar que la lista está conformada por políticos y jefes de estado y de gobierno. Bueno, Angela Merkel está en el puesto 10.
El Papa Francisco está en el puesto 3. Pero, ¿quién figura en el puesto No. 1? Theo Epstein, presidente de operaciones de los Chicago Cubs, el equipo de béisbol. Su relato de vida es extraordinario.
Mientras todo esto ocurre, la corrupción hace metástasis en América Latina, incluyendo República Dominicana, por el tsunami de Odebrecht.
El poder queriendo más poder, lo corrompió todo, y cooptó las instituciones democráticas. Ya Brasil, con un sistema político cuestionado, ha comenzado también a sufrir las consecuencias de esta corrupción. El presidente Temer está derogando uno de los principales legados de los gobiernos de Lula y Dilma, el de las conquistas laborales y sociales.
Nuestro país también cambió. Afortunadamente no todos los políticos están contaminados por la corrupción de Odebrecht. No todos somos iguales.
No todos estamos en el mismo saco. Una nueva ola de cambios estructurales es necesaria para enfrentar el fantasma del populismo, salvar las instituciones democráticas y erradicar la corrupción. http://elnacional.com.do/mas-democracia-2/
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