“…Y a Dios que me perdone”: Tragedia y conflicto ético en la película de Ángel Muñiz
Ángel Muñiz posee la extraña, no común, virtud de pensar diferente, por no decir contrario, a como la mayoría de los dominicanos piensan. Su última película es un verdadero ensayo en materia de conflictos éticos, morales y religiosos. La película si bien denuncia la corrupción policial y administrativa del gobierno, no es menos cierto que cuestiona la forma como tradicionalmente valoramos la delincuencia y la criminalidad.
El personaje central de la película, Toribio Sosa, se encuentra en la situación de tener que robar para pagar por la medicina de su mujer enferma de una leucemia post parto. Debido a esto enfrenta el dilema de que dos poderosos principios éticos(i) se enfrentan. Por un lado, está la exigencia de salvar la vida de su mujer, por el otro, está el hecho del respeto a la propiedad ajena y la seguridad de los ciudadanos. Ambos principios son irreconciliables en las condiciones de pobreza y marginalidad social en que se encuentra Toribio.
El conflicto ético se hace presente claramente desde el primer dialogo entre Toribio y su mujer Claudia:
-Claudia: “…es que nada lo justifica Toribio, un ladrón es un ladrón, no importa las razones por las que robe”.
-Toribio: “Es que no es lo mismo Claudia, tú te mueres [que es de por si un mal] si yo no busco el dinero [que es otro mal porque implica robar] para la medicina”(ii).
-Toribio: “Es que no es lo mismo Claudia, tú te mueres [que es de por si un mal] si yo no busco el dinero [que es otro mal porque implica robar] para la medicina”(ii).
Toribio se enfrenta al dilema de decidir entre dos males: por un lado, dejar morir a su mujer, o por otro lado robar para salvarle la vida. Si aceptamos este punto de vista como valido, entonces debemos también aceptar que la película es un rompimiento con el principio de la moral abstracta, sobre todo con la moral religiosa, porque en esta moral los seres humanos decidimos no entre un mal y otro mal, sino entre un bien y un mal. Si Toribio decidiera dejar morir a su mujer, estaría infligiendo el principio ético de defender la vida. Si Porfirio decidiera robar está infligiendo el principio ético de poner en peligro las vidas de sus conciudadanos y del Estado.
Según el punto de vista de Toribio el hecho de querer salvar la vida a su mujer transforma su acción de robar desde un contenido puramente negativo, a un contenido positivo de salvar la vida a su mujer. En ese sentido la expresión de Toribio “Es que no es lo mismo Claudia”, significa que el juicio categórico de Claudia “un ladrón es un ladrón” pierde de vista el contenido de su acción ética y se mantiene dentro del punto de vista puramente formal. La decisión entre dos males que Toribio enfrentaba al inicio, dejar morir a su mujer o robar, es transformada por la elección de dos bienes: salvar la vida a su mujer y “robar”, que ahora es justificado por el valor ético de defender la vida a toda costa: el acto de robar pasó a ser un medio que está justificado por el principio ético de defender la vida.
Hegel en su Elementos de la Filosofía del Derecho, defiende radicalmente la posición de Toribio y se contrapone a la posición formal que sostiene Claudia:
“La vida, como la totalidad de fines, tiene un derecho en oposición al derecho abstracto. Si, por ejemplo, puede ser preservada robando un pedazo de pan, esto ciertamente constituye una violación de la propiedad de alguna otra persona, pero es erróneo mirar esta acción como un robo común. Si alguien cuya vida está en peligro no le es permitido tomar medidas para salvarse a sí mismo, estaría destinado a perder todos sus derechos; y ya que podría estar negándosele la vida, su libertad entera podría estar negada”(iii).
En esta primera aproximación al problema de la criminalidad Ángel Muñiz enfrenta dos formas de conciencias irreconciliables con respecto a la criminalidad. La primera, que juzga el aspecto formal del crimen y entiende que un crimen es un crimen. La otra forma de conciencia que justifica el acto de robar por su contenido ético de salvar la vida y lo contrapone al juicio puramente formal de la primera. Hegel toma partido al lado de Toribio y critica la posición de Claudia.
Pero Ángel Muñiz no se detiene en esta primera forma de conciencia en donde un ser humano se enfrenta a la decisión de elegir entre un mal u otro mal, al que luego justifica como un bien. Ángel decide hacer avanzar la conciencia de Toribio hacia una nueva forma de solución del conflicto ético.
Enterado del horrendo asesinato de una joven estudiante de medicina y los dos millones de recompensa que se ofrecen, Toribio decide entregar y capturar a los asesinos con la finalidad de cobrar el dinero y pagar por la medicina de su mujer. Ahora está eligiendo dos bienes formalmente no contradictorios entre si: por un lado salvar la vida de su mujer y por otro lado el medio, entregar a los asesinos, que también es un bien justificado por las normas de conducta ética de nuestra sociedad. Fines y medios se corresponden: el equilibrio ético entre defender la vida y la seguridad de los ciudadanos es restablecido, porque la familia es el órgano de creación y de formación del ciudadano y la sociedad debe proveer los mecanismos y medios para reproducir la familia. En la medida que Toribio consigue el dinero para salvar su mujer, defiende la vida de sus conciudadanos y en la medida que defiende la vida de sus conciudadanos, salva a su mujer. Parecería pues que el conflicto ético ha sido establecido y la armonía del orden ético a triunfado.
Esta nueva figura de la conciencia ética de nuestra sociedad fracasó miserablemente porque enterado el jefe de la policía local, el General Rodríguez, decide a cambio de dinero proteger al autor intelectual del crimen. Ordena que los asesinos deben ser ejecutados sumariamente sin derecho a defenderse ni declarar contra el asesino intelectual de la joven. En esta nueva figura, inversa a la primera, la elección de hacer el bien por medio de un bien es transformada en un mal por el funcionamiento corrupto del Estado.
Ángel Muñiz tampoco se detiene en esta segunda forma o modo de equilibrio de la conciencia ética que, al igual que la primera, termina en conflicto y fracaso. Ángel nos ofrece ahora otra tercera posibilidad: Toribio decide sacrificarse así mismo para resolver la situación de dolor y penuria de su familia. En esta nueva forma de conciencia Toribio decide declararse culpable y que el tío Guzmán se encargue de negociar la recompensa. El sacrificio parece momentáneo, pero los riesgos son considerables porque implican poner la vida en peligro. El conflicto ético vuelve a adquirir la forma de elegir entre el mal de dejar morir a su mujer y el mal de poner su propia vida en peligro para salvarla. En esta última figura de la conciencia ética Toribio no recurre a hacerle mal a otro robando, sino así mismo, poniendo su vida en peligro para salvar su mujer. En esta última forma, Ángel Muñiz termina haciendo que Toribio adquiera la figura poética del héroe, porque los héroes son los que ponen su vida en peligro por el bienestar de los otros o por un valor ético, que en este caso es salvar la vida de otro.
Si esta interpretación de la película es correcta, debemos pensar seriamente que Ángel Muñiz acaba de producir un drama que por su intensidad y diferentes modos de conflictos puede equipararse con la interpretación que filósofos como Martha C. Nussbaum(iv), apoyándose en Hegel, han desarrollado para interpretar la tragedia como drama del conflicto entre dos valores éticos, universales, validos por si mismos con igual fuerza y justificación: uno frente al otro.
Nussbaum podría estar de acuerdo con nosotros que Agamenón frente a la bahía de Áulides, confrontaría un conflicto parecido al de Toribio, pero inverso. Enfrentado ante la posibilidad de que las tropas se subleven contra su autoridad, decide ofrecer la vida de su hija en sacrificio. Agamenón tiene que elegir entre el mal de la sublevación de las tropas y el mal de aniquilar su hija. Ambas decisiones tienen dos diferentes principios éticos que la justifican por igual. Si Agamenón decidiera sacrificar la vida de su hija para evitar la sublevación de las tropas hubiera estado justificado por el principio ético que exige a los ciudadanos de un Estado subordinar, en tiempos de guerras, las vidas de sus hijos para la defensa del Estado: en este caso sacrificar a Ifigenia, un miembro de la familia real, al mantenimiento y preservación del Estado -lo mismo que lo estaban haciendo los otros ciudadanos comunes(v). Por otro lado, si Agamenón hubiera decidido no sacrificar la vida de su hija, también hubiera estado justificado por el principio ético de que la vida debe ser preservada a toda costa.
El conflicto trágico tiene un contenido ético, pero es la forma peculiar de organización del Estado griego que lo hace posible. Eurípides quería enfrentar a sus conciudadanos con el hecho horroroso del asesinato de una inocente para resolver la posible sublevación del ejército. La tragedia era inevitable porque los poderes éticos en conflicto, la integridad del ejército o la preservación de la familia, podían justificar con igual fuerza ambas acciones de sacrificar su hija o defender su vida. Era necesario sacrificar la familia para mantener la unidad del ejército o sacrificar al Estado para defender la familia. Igualmente, Toribio tiene que decidir entre sacrificar la salud de su mujer o la seguridad del Estado. Si después de tratar otras formas, como la captura del asesino o su propio sacrificio, ningunas logran restablecer el equilibrio ético entre la familia y el Estado es debido a la profunda inoperancia del Estado dominicano. De la misma forma que Eurípides(vi) denuncia la absoluta anulación del individuo por parte del Estado griego.
Agamenón decidió sacrificar la vida de su hija para defender la unidad del ejército y la existencia del Estado. Inverso a él, Toribio decide, por el contrario, poner en peligro la existencia del Estado y defender la vida de su mujer. Ambos se enfrentan al conflicto irreconciliable entre dos poderes éticos igualmente justificables y con la misma fuerza. Ambos sufren la catástrofe de la imposibilidad de conciliar el conflicto.
No tenemos que retroceder tan atrás hasta Eurípides y podemos encontrar en nuestra propia literatura otro ejemplo parecido al que nos relata Angel Muñiz. Juan Bosch nos cuenta una historia parecida en Victoriano Segura describiéndonos la historia de un hombre con cualidades morales excelentes y que sin embargo se ve forzado a robar para pagar la medicina de su mujer enferma de lepra. La razón que tanto Muñiz como Bosch coincidan en este tipo de narrativa se debe a que ambos están cuestionando los cánones convencionales de la moral abstracta y están interesados en validar otro punto de vista ético que tenga la misma o más validez para justificar a los pobres del mundo.
Hay otros personajes en la película a los cuales es imprescindible dedicarles algunas reflexiones. Ellos son el periodista Francisco Viau, el sicario Plomo y el drogadicto Flaco.
Hay otros personajes en la película a los cuales es imprescindible dedicarles algunas reflexiones. Ellos son el periodista Francisco Viau, el sicario Plomo y el drogadicto Flaco.
El periodista Francisco Viau es un hombre de izquierda que, sin embargo, participa de una moral que ha reducido el valor de las cosas a los conceptos de bueno y malo. Su discurso está plagado de expresiones como “no perder la sensibilidad ante el crimen y la impunidad”, estamos firmes en “nuestra propuesta contra la delincuencia”, “no me vengan con pendeja de que lo hacen por hambre porque no lo creo”, rechaza que la ignorancia justifica la delincuencia porque “no hay que ir a la escuela para saber que a lo ajeno no se le pone la mano” y que a “nadie se le debe arrebatar la vida”, critica también la corrupción gubernamental cuando dice que al “dinero del Estado no se le pone la mano”, etc.
La película va desarticulando progresivamente el punto de vista de Francisco. En la escena cuando afirma que él está trabajando mientras los delincuentes están bebiendo, resulta ser que en ese momento Claudia ha hecho una crisis de salud y Toribio está corriendo con ella para el hospital. Por último, cuando él piensa que el móvil del asesinato fue el robo de un celular, finalmente se da por enterado que Toribio está luchando por salvar la vida de su mujer y que se está responsabilizando de un crimen que no cometió para cobrar la recompensa. Su conciencia va progresivamente moviéndose desde una condena absoluta de la criminalidad hacia la reconciliación con Toribio. Sobre este punto sería posible articular una crítica al pensamiento tradicional de izquierda que solo ha sido capaz de tener una visión de la sociedad dominicana en términos de luchas de clases y luchas políticas, haciendo omisión en su totalidad de la dimensión del conflicto ético entre familia, sociedad civil y Estado.
Contrario a Eurípides y Bosch, Ángel Muñiz no fija la conciencia ética de sus personajes principales, sino que los hace indagar otras formas de solucionar el conflicto ético en que se encuentran. Claudia, Toribio y Francisco avanzan hacia diferentes soluciones del conflicto trágico y en esa medida van creando la posibilidad del entendimiento mutuo y la reconciliación. Este último punto no podemos perderlo en cuenta y debemos verlo como un aporte al tratamiento del tema.
Los otros dos personajes dignos de mención son Plomo y el Flaco. Ambos nos recuerdan que este mundo marginal de la delincuencia no carece de valores éticos que funcionan organizando el comportamiento y la solidaridad entre los seres humanos que lo habitan. El discurso de Plomo al oficial Zacarías expone claramente el punto cuando explica al oficial que, si el crimen cayó en el vecindario de ellos, es justo que quien se beneficie de la recompensa sea Toribio y no la policía: “el problema de la policía es que no se organiza”, en otras palabras, no saben hasta donde ellos deben respetar un código de conducta con la delincuencia para que ellos puedan respetar a su vez la policía. Lo justo, según Plomo, es que, si ellos tienen que entregar al asesino, quien debe hacerlo, cobrar la recompensa y beneficiarse del hecho es Toribio; no solo porque es del barrio, sino también porque tiene a su mujer enferma. El reconocimiento de las penurias del prójimo y la solidaridad con el dolor ajeno se hacen manifiesto en los consejos al oficial Zacarías.
El Flaco no deja de ser otro personaje interesante. El no solo demuestra solidaridad con Toribio, sino también cariño y respeto. Se lo expresa claramente en más de una ocasión. Su visión de sí mismo es pésima. Se sabe y se reconoce como un ser humano deplorable que no vale ni siquiera para que desperdicien un tiro matándolo. Pero al mismo tiempo demuestra una gran dignidad y solidaridad humana defendiendo a Toribio y procurando que los asesinos fueran entregados, no por la policía, sino por Toribio(vii). Los dos personajes no dejan de producir emociones ambivalentes y contradictorias. Nos sentimos molestos y enojados por la forma como mueren y ambos nos mueven a solidaridad, simpatía y rechazo.
Otro aspecto que Ángel Muñiz logra en la película es el efecto del ritmo trágico de concatenación de causa a efecto que es inevitable en todo drama trágico: todo parece desenvolverse según un orden cósmico preestablecido. Las consecuencias del fracaso del robo inicial se van desarrollando de una manera ineludible. Cada acción lleva a otra y está a las demás sin que nada ni nadie pueda detener el ritmo trágico. El equilibrio ético, una vez dislocado, no parece recomponerse y los diferentes agentes del drama no logran llevar a buen término su acción debido a la existencia de un medio social en donde sus acciones se bifurcan y sus intenciones y propósitos quedan retorcidos, truncos, no pudiendo ser reconocidos por los demás. El general Rodríguez tiene razón cuando le dice al tío Guzmán “resolvamos esto entre usted y yo” hay demasiados muertos en este asunto, “no se puede seguir matando gente”, esto se nos fue de las manos.
La película termina con la reconciliación entre Toribio, aquel héroe condenado por la sociedad y Francisco, el alma intelectual y de principios de la sociedad dominicana. Ambos se reconocen mutuamente y expresan la esperanza de reestructurar el equilibrio ético profundamente subvertido por las condiciones de pobreza, miseria y corrupción en la sociedad civil y el Estado.
“Y a Dios que me perdone” es la frase de un hombre angustiado por fuertes conflictos éticos y morales. Los seres humanos envueltos en este tipo de contradicción solo esperan la reconciliación en el más allá. El más acá es solo el terreno del dolor, la incomprensión y el sacrificio.
La película hace un llamado a la religión, la justicia, la educación y la sociedad civil (representada por el pan) a solucionar la trágica dislocación del mundo ético. El asesinato vengativo de una joven por un “celular” -un asesinato hecho a mansalva, respondiendo a otro asesinato, sin ningún principio ético que lo justifiquen excepto la falta de justicia en un país en donde la ley se reduce a ojo por ojo y diente por diente- se transforma en una matanza generalizada que envuelve a todos los estamentos de la sociedad dominicana: los hechos trágicos toman fuerza, vida y autonomía por sí mismos.
Ángel Muñiz no quiere que el asesinato de esta joven quede en el olvido y parece recordarnos que la función del cineasta, como la del escritor, es recordar aquello que otros olvidan(viii). Todos, con nuestra indiferencia a la corrupción y al crimen, somos responsables de estos sucesos lamentables.
i. Hegel distingue entre eticidad y moralidad. Eticidad es un principio de conducta socialmente aceptado para validar, justificar, nuestras acciones. No es impuesto ni exigido. Para los fines de este trabajo entendemos por eticidad la definición de Francisco Viau cuando nos explica que, para respetar la vida de los otros y sus pertenencias, no hay que ir a la escuela. Moralidad requiere del sujeto otro punto de partida. Requiere un acto de voluntad en donde nuestras inclinaciones y satisfacciones son subordinadas al cumplimiento del deber. Cuando Francisco Viau exige de los delincuentes que cumplan con su deber, por el motivo del deber mismo, sin tomar en cuenta otras motivaciones, está asumiendo una posición moral.
ii. Las expresiones entre corchetes son mías.
iii. Hegel, G. W. F. Elements of the Philosophy of Right. Cambridge University Press. Cambridge, 1991. Pág. 155. Anotaciones a sus cátedras. Traducción R. N. Cursivas mías.
iv. Nussbaum, Martha C. The Fragility of Goodness. Luck and Ethic in Greek Tragedy and Philosophy. Cambridge University Press. Cambridge 1998.
v. Es posible que hoy nos parezcan espurias las razones del sacrificio de Ifigenia al considerar que fue motivado por las premoniciones falsas del adivino Calcas. Pero creo que Eurípides encontraría mucho más vánales las razones de haber sacrificado la vida de miles de soldados norteamericanos sobre informes no verdaderos de la CIA.
vi. Es mi convicción que, en general, nuestra producción poética y artística han ido alcanzando un nivel de desarrollo equiparable con los grandes temas de la literatura universal. Estas reflexiones deben entenderse como un esfuerzo para establecer los elementos que permiten esta comparación. Se trata de no perder de vista nuestra particularidad, modo de expresión y soluciones que nuestra producción artística ha ido ofreciendo a los grandes temas de la literatura universal.
vii. Ambos personajes recuerdan al cuento de Bosch Fragata. Se trata de una prostituta mal vista por los ojos moralistas del vecindario, pero que al mismo tiempo está llena de amor y dulzura para los niños. Dentro de este ser “malvado” y “deplorable”, Bosch nos hace ver el amor y la bondad, dos cualidades excelentes del género humano.
viii. Frase ligeramente modificada de Gabriel García Márquez.
http://nuestrotiempo.com.do/2017/03/29/y-a-dios-que-me-perdone-tragedia-y-conflicto-etico-en-la-pelicula-de-angel-muniz/
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