La militarización de la política hacia Venezuela: un espejo incómodo para el Caribe
La reciente investigación periodística sobre las deliberaciones internas de la Casa Blanca expone un patrón preocupante: decisiones de alto riesgo tomadas bajo la presión de agendas cruzadas, más orientadas a la política doméstica estadounidense que a una estrategia coherente de política exterior. Lo que se presentó como una campaña antidrogas terminó derivando en un bloqueo militar y económico contra Venezuela, con ataques navales, incautación de buques petroleros y planes de deportación masiva de migrantes.
El poder de las agendas internas
La política hacia Venezuela no fue diseñada en el Pentágono ni en el Departamento de Estado con criterios técnicos, sino en los pasillos de la Casa Blanca, donde asesores con intereses distintos —desde la narrativa antiinmigrante hasta la presión de legisladores cubanoamericanos— encontraron un punto de convergencia: usar a Venezuela como escenario de fuerza.
Este tipo de improvisación revela cómo la política exterior puede convertirse en un instrumento de campaña, más que en un ejercicio de responsabilidad internacional.
Riesgos para la región
El Caribe, históricamente vulnerable a las tensiones entre grandes potencias, vuelve a ser escenario de maniobras militares que afectan comercio, seguridad marítima y estabilidad política. Para países como República Dominicana, que dependen de rutas marítimas seguras y de una diplomacia equilibrada, la militarización de las aguas cercanas representa una amenaza directa.
Además, la instrumentalización de la migración venezolana como “arma política” abre un precedente peligroso: convertir a comunidades desplazadas en blanco de políticas de seguridad, en lugar de tratarlas como sujetos de derechos.
Una lección para la diplomacia caribeña
La región no puede permanecer como espectadora pasiva. La CELAC y la CARICOM deben reforzar su papel como espacios de concertación, capaces de denunciar y contener la lógica de la “diplomacia de cañoneras” que revive prácticas del siglo pasado.
Más allá de la coyuntura venezolana, lo que está en juego es el derecho de los pueblos caribeños a vivir en paz, sin que sus mares se conviertan en tableros de confrontación ajena.
Conclusión
El caso de Venezuela es un recordatorio de que las decisiones tomadas en Washington tienen repercusiones inmediatas en nuestra región. Frente a la tentación de militarizar los problemas, el Caribe debe insistir en soluciones diplomáticas, transparentes y centradas en las personas. La verdadera fortaleza de nuestras democracias no se mide en buques de guerra, sino en la capacidad de proteger a los más vulnerables y de dignificar el debate público.
--
No hay comentarios.:
Publicar un comentario