lunes, 4 de abril de 2022

Regeneración urgente de la política y su legitimidad | Por CÁNDIDO MERCEDES

DESHOJANDO PARADIGMAS

Regeneración urgente de la política y su legitimidad

Sembrar el surco fertilizado y fecundo de la regeneración política, de la decencia, de la transparencia y del desarrollo institucional. ¡Hagamos posible la concreción de las acciones con los sueños porque el que no sueña siempre será un esclavo!.

Por CÁNDIDO MERCEDES 

“El mejor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan”.  (Arnold Toynbee)

 Dedicamos este artículo a Altagracia Salazar Bello, a quien aprecio, valoro y adoro.

Woody Allen, ese gran cineasta, dijo una vez “Arreglar los problemas económicos es fácil, lo único que se necesita es dinero”. Diríamos nosotros, lo trascendental es como canalizamos y al mismo tiempo catalizamos una agenda coyuntural con una agenda de sentido, de visión, que englobe lo urgente que es importante con lo importante que no es urgente. Es la mirada correlacionada que es a final de cuentas la cristalización de la verdadera POLITICA. Es desde la Política que se ganan campeonatos, no juegos.

La sociedad dominicana lleva sobre sus hombros el gran blasón, degradado a su máxima expresión, por la carencia de una política que lleve sobre su seno la necesidad de articular de manera más llevadera el arte de hacer que las cosas sucedan con eficiencia, eficacia y calidad. La vertiginosa urgencia de construir políticas públicas que hagan posible reducir las brechas de las desigualdades y la de disminuir la enorme concentración de la riqueza.

Recientemente en un enjundioso artículo de Magín Díaz nos llamaba la atención sobre la problemática de la desigualdad y de como esta, desde el año 2000 al 2021, había disminuido al pasar de 0.51 a 0.396, medida por el coeficiente de Gini. Sin embargo, nos llama a ver el promedio de ingreso per cápita en nuestro país: US$8,332 dólares. No obstante, el 10% más pobres apenas tiene un ingreso per cápita de US$1,708 dólares, donde, además, el 65% de los hogares dominicanos tienen ingresos por debajo del promedio general del país (US$8,332 dólares).

Esta realidad económica y social que se expresa a lo largo y ancho de todo el tejido social deriva en un cuerpo social amorfo, desfigurado, dada la alta concentración de la riqueza y el cruento modelo económico de desarrollo, que no tiene como espina dorsal al capital humano y al capital intelectual. Solo con decir que el promedio salarial, según la Tesorería de la Seguridad Social, en el sector privado se encuentra en: RD$26,527.00 pesos. En la Administración Pública: RD$32,500.00. Solo un 11% de los asalariados ganan más de RD$50,000.00.

Es que los actores políticos (partidos políticos) que han dirigido el Estado a lo largo de esa larga transición: 1978-2020, no orquestaron el quid pro quo, la médula espinal del espacio vital de una sociedad: su gente. Las transformaciones estructurales nodales brillaron por su ausencia desde una perspectiva del desarrollo humano y lo logrado constituyó la mera concepción reactiva del derrame, lento y muy vertical y excluyente de la redistribución de la riqueza. En ese concierto distópico, como cadena con candados execrables, tomaría un rol estelar la corrupción como fuente de acumulación originaria perenne. Es lo que explica que el Foro Económico Global nos situara en el 2019 como el octavo país en el mundo en corrupción y el quinto de los 34 países de la Región.

La falta de reformas estructurales en los últimos 25 años hizo que la pirámide social, graficada y simbolizada en la movilidad social, se estancara. El más importante componente de la movilidad social vertical ascendente lo encontramos en la burocracia estatal. Los dirigentes políticos negaban en la praxis aquella frase lapidaria de Antonio Cánovas que nos decía “La política es el arte de aplicar en cada época aquella parte del ideal que las circunstancias hace posible”. O no tuvieron nunca ideal o el exceso del pragmatismo salvaje los enrumbaron por el acomodo y su mera transformación social-personal desde lo público.

No he visto una sociedad democrática, de mercado, donde lo público sea tan ferozmente subordinado a lo privado. Donde el mercado, que ha de ser regulado y controlado por el Estado, se ondee a su merced. Allí donde lo privado, su corporativización, juegue un rol tan estelar en la “defensa de sus intereses corpóreos”. Es algo que solivianta la mera protección. Es como si todo el Estado le perteneciera y en la división social del trabajo tienen sus alfiles en el juego de ajedrez del poder. Los que se suponían profesionales de la política, en la división social del trabajo, no jugaron su papel. Se sumaron en una estrategia suma cero que perjudicó y perjudica la sociedad como un todo.

La dominación política, en la forma y el contenido, cobra cuerpo a través de ellos. Como si no hubiese autonomía entre la infraestructura (base económica de la sociedad) y la superestructura (el conjunto de aparatos jurídicos políticos: el Estado). Esto hace que cada vez más la legitimidad quede truncada. Entre estas dos instancias esenciales del Estado y la sociedad ha de prevalecer un orden básico, que es la fuente primordial de todo gobierno democrático. Lo político, lo económico y social constituyen una triada que ha de reflejarse, si no simultáneamente, al menos en un espejo de foco permanente, más que intermitente.

Por ello es que Francis Fukuyama nos llama en su libro Orden y Decadencia de la Política “Por definición, las instituciones son pautas de conducta persistentes creadas en respuesta a las necesidades de un momento histórico concreto. Sin embargo, las sociedades especialmente las que experimentan un rápido crecimiento económico, no permanecen inmóviles. Crean nuevas clases sociales, educan a sus ciudadanos y emplean nuevas tecnologías que mezclan las cartas de la baraja social”. Si no lo vemos así gravitará sobre el cuerpo social una lacerante crisis de legitimidad, porque como nos señala el autor precedido “Si queremos entender los acontecimientos políticos y económicos cambiantes, del mundo contemporáneo, resulta importante situarlos en el contexto de la historia a largo plazo de la estructura institucional de las sociedades”.

Estamos aquí y en el mundo frente a varias crisis, que para los pesimistas son problemas que los dejan frisados y lo más que pueden desarrollar es el gatopardismo y la inercia. La argumentación perfecta para la justificación. Para los optimistas, oportunidades para transformar. La alteración, metamorfosis, ha de cristalizarse en una nueva forma de hacer política. Una mutación transversal que lo toque todo desde la política que vislumbre un compromiso cívico, ético y moral.

Los académicos, los intelectuales, los profesionales, debemos de empujar a una sociedad que no mire hacia atrás, para no buscar respuestas del presente y del futuro en el pasado. El costo social- moral e institucional ha sido muy alto. Es el momento para no pensar en los beneficios personales y particulares. Es el timing de desarrollar lo colectivo. Aquel liderazgo en el poder desde el 1996-2020 debe quedar en el pretérito, como fuente de la prehistoria. Esa oligarquía partidaria. Esa ley de hierro de la oligarquía, como nos dijera Robert Mitchell, debería encontrar actividades nobles para coadyuvar con la sociedad. Se le puede servir a ella desde diferentes ángulos. O creernos que nacimos para ser presidentes o ministros.

La regeneración de la política solo es posible si nos situamos en: escuchar, comprender, generar compromiso y flotar hacia el sendero de servir desde una óptica horizontal, teniendo siempre como baluarte el optimismo con el pensamiento crítico. Empero, hay que destacar unos versos del Paraíso perdido de Milton, cuando decía “La mente es su propio lugar y en sí misma puede hacer un cielo del infierno o un infierno del cielo”. De la mente surgen las ideas y estas, como nos señalaba Víctor Hugo, parafraseándolo “no hay nada más poderoso que una idea, incluso más fuerte con un ejército cuando le ha llegado su momento”

El momento es de transformación, de caminar en medio de la crisis, no tropezar con ella y mirando la perspectiva del futuro, que ya es hoy; y, hoy, es sembrar el surco fertilizado y fecundo de la regeneración política, de la decencia, de la transparencia y del desarrollo institucional. ¡Hagamos posible la concreción de las acciones con los sueños porque el que no sueña siempre será un esclavo, por más alto que sean sus niveles de bienestar individual, aunque forme parte de ese 1% (75,000 personas) que tienen un ingreso per cápita por encima de US$94,000.00 dólares!

https://acento.com.do/opinion/regeneracion-urgente-de-la-politica-y-su-legitimidad-9048860.html

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