Trump desbloquea la construcción de un oleoducto para contrarrestar las críticas por su gestión de la pandemia
Tras los sondeos que suspenden a Trump por su gestión de la crisis y con la economía en pleno desplome, el presidente se agarra a este proyecto mastodóntico con unos efectos devastadores para el medioambiente y los territorios de las comunidades indígenas
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Tras los sondeos que suspenden a Trump por su gestión de la crisis y con la economía en pleno desplome, el presidente se agarra a este proyecto mastodóntico con unos efectos devastadores para el medioambiente y los territorios de las comunidades indígenas
Donalf Trump en un acto en la Casa Blanca. (TASOS KATOPODIS | EFE)
WASHINGTON
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Con la economía en pleno desplome por la pandemia de la covid-19 y con la llegada de los primeros sondeos en el que los norteamericanos suspenden a Donald Trump, éste, lejos de rectificar el rumbo, está redoblando la apuesta y el pasado viernes anunció el inicio de la construcción del oleoducto de 1.900 kilómetros que transportará entre Estados Unidos y Canadá petróleo y arenas bituminosas procedentes del fracking del país vecino.
"Grandes noticias esta semana sobre el oleoducto Keystone XL. Avanzando con fantásticos trabajos de CONSTRUCCIÓN remunerados para trabajadores estadounidenses. ¡Promesas hechas, promesas cumplidas!", tuiteó el viernes en su cuenta de Twitter el mandatario norteamericano.
Mientras que Trump sugiere con su mensaje una avalancha de empleos, una investigación de hace dos años de la NPR (la red estadounidense de radios públicas) ya alertó de que "si bien la industria del petróleo y algunos sindicatos han apoyado el oleoducto porque creará miles de puestos de trabajo durante su construcción, éstos serán temporales. "El Departamento de Estado", asegura la NPR, "ha estimado que, una vez concluido el proyecto, el oleoducto empleará a unas 35 personas".
Junto a esto, el oleoducto, que la administración de Barack Obama ordenó bloquear en 2015, tendrá un impacto descomunal sobre el medioambiente y atraviesa multitud de territorios de comunidades indígenas de Estados Unidos y Canadá.
Atraviesa dos Estados de este último país (Alberta, en cuya ciudad de Hardisty comienza la infraestructura, y Saskatchewan) y cuatro del segundo (Montana, Dakota del Norte, Dakota del Sur hasta concluir en la ciudad de Steele City, en Nebraska). Una vez concluido, cosa que la compañía espera para 2023, el oleoducto permitirá producir 830.000 barriles de crudo diarios.
El anuncio de Trump llegó tras el trabajo previo hecho por los Estados a mediados de marzo, cuando (especialmente Dakota del Sur) aprobaron leyes para declarar al proyecto como infraestructura esencial.
Según ha revelado The New Yorker, el gobernador de Dakota del Sur fue más allá la semana pasada y firmó una ley que permite acusar de "alborotador" a cualquier persona que, con la ayuda de tres o más, actúe para causar "daños a la propiedad".
El anuncio y la celebración de Trump llegaron (vía Twitter, como es habitual en el mandatario) después de que el pasado martes la empresa del proyecto, la canadiense TC Energy, asegurase que éste seguía adelante, a pesar de que el oleoducto tiene a sus espaldas una década de protestas, especialmente entre las comunidades indígenas de Canadá y Estados Unidos.
De hecho, en septiembre de 2018, en un intento de detener la infraestructura, dos comunidades indígenas demandaron ante un tribunal de Montana a la administración Trump con el argumento de que carecía del debido estudio de impacto ambiental.
La Comunidad India de Montana de Fort Belknap y la Tribu Sioux de Rosebud de Dakota del Sur adujeron además en la demanda que ni la empresa ni la administración norteamericana han realizado ningún estudio sobre cómo el oleoducto afectará a sus respectivos territorios, a sus sistemas de agua y a sus tierras sagradas.
El pasado 20 de diciembre la justicia se pronunció con una de cal y otra de arena. Un juez federal desestimó los argumentos del gobierno de que el presidente Trump tiene total autoridad para aprobar el oleoducto y determinó que las tribus indígenas Rosebud Sioux y Fort Belknap habían hecho afirmaciones creíbles de que violaba ciertos de sus derechos. Sin embargo, el magistrado denegó las peticiones que solicitaban al tribunal imponer una orden judicial para bloquear.
Por su parte, en Nebraska, Estado adonde llegará el oleoducto, también se han alzado con fuerza las voces en contra del proyecto. La fundadora de la ONG Bold Nebraska (literalmente, Nebraska Valiente), Jane Fleming Kleeb, exige en un comunicado que la empresa "TC Energy debe ponga fin a toda su actividad relacionada con el Keystone XL en nuestros pueblos en un momento en que la pandemia se expande por nuestro país".
"Nuestras comunidades rurales e indígenas se encuentran bajo una fuerte necesidad de material sanitario y camas hospitalarias en medio de la pandemia global. TC Energy debe poner fin a toda su actividad", añade.
"Todos estos años, la empresa ha presumido de ser un buen vecino y ahora están poniendo en riesgo nuestras vidas con esta decisión. TC Energy", concluye Kleeb, "nunca ha contado con el respaldo de los inversores de nuestra comunidad para construir este oleoducto innecesario y peligroso".
La aprobación de Trump, también en caída libre
Trump parece desesperado por impulsar proyectos como éste para dar la imagen de que el país sigue en marcha y de, de algún modo, estas infraestructuras conllevarán logros económicos para el país, a pesar de que el desempleo está batiendo récords día tras día y alcanzando cotas inimaginables hace sólo un mes.
Pero como presidente, Trump siempre lo apostó todo a la economía y ahora éste parece que es el único clavo ardiendo al que se puede agarrar después también de que los norteamericanos están empezando a retirarle su apoyo en la gestión de la pandemia. Las elecciones son en noviembre y necesita como sea transmitir la imagen de que el país sigue en pie.
Una encuesta conjunta de la cadena ABC y la empresa Ipsos publicada ayer reveló que un 52% de los estadounidenses desaprueba su gestión de la pandemia frente al 47% que lo apoyaría. A mediados de marzo, Trump aprobó esta misma encuesta tras congregar unos apoyos del 55% y una desaprobación del 43%.
En cuanto a la economía, los datos que van llegando son tan catastróficos que empiezan a recordar a los de la Gran Recesión. Si el país llegó al pasado mes de febrero con un pleno empleo técnico (la cifra de paro fue del 3,5 por ciento, la más baja de su historia reciente), sólo en la última semana de marzo, el país pulverizó su récord histórico de solicitudes de prestaciones por desempleo: más de 6,6 millones de personas presentaron la petición de ayudas por haber quedado desempleadas. El dato de la semana anterior fue de 3,3 millones de manera que en medio mes casi diez millones de trabajadores han perdido su puesto de trabajo.
Aunque el gobierno no ha publicado oficialmente el dato oficial de desempleo, el Washington Post aseguró el pasado jueves de que éste podría estar ya en el 10%, un repunte que calificó de "masivo". El gobierno de Trump ya ha anunciado que baraja como peor escenario en este sentido que el desempleo llegue al 20% de la población activa.
Serían datos catastróficos. Según las estadísticas de la Oficina de Empleo de Estados Unidos, desde 1948 el país sólo ha alcanzado o superado un desempleo del 10% entre septiembre de 1982 hasta junio de 1983 (en diciembre del primer año se alcanzó un récord del 10,8%) y en octubre de 2009, cuando se registró un 10% justo de paro.
¿Vía libre para contaminar?
La decisión de Trump de avalar la construcción del oleoducto Keystone XL llega, además, días después de que se hiciera público una nueva directiva de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, en sus siglas en inglés) que establece que, mientras dure la pandemia, las empresas no se enfrentarán a multas ni a otras inspecciones por no supervisar o informar de su contaminación.
De este modo, la EPA dejará de saber cuánta contaminación se está filtrando en el aire, el agua y el suelo mientras durante en el país la epidemia de coronavirus. La agencia ha asegurado que este cambio es "temporal", si bien ha reconocido que no tiene una determinada fecha de finalización, según ha informado en un comunicado.
Aunque la EPA ha afirmado, por un lado, que esto no significará que haya vía libre para contaminar, por otro, se ha limitado a admitir que confía en que las empresas "cumplan con los requisitos reglamentarios cuando sea razonablemente posible y que vuelvan a cumplirlos lo antes posible".
Diversos grupos ecologistas y colectivos defensores de la salud pública han interpretado que este cambio es, en la práctica, una licencia para contaminar y han mostrado su preocupación por que la administración Trump utilice el covid-19 como cortina de humo para desregularizar ciertos sectores.
Entre los más beneficiados de esta decisión, alertan, estarían las plantas químicas, las de gas, las centrales eléctricas, los fabricantes de acero y la industria del petróleo. Casualidad o no, lo cierto es que el anuncio de Trump sobre el oleoducto Keystone XL llegó en este contexto.
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