Roma, el cielo y el infierno de la infancia de Cuarón https://t.co/NXodBwBUSk— LuisOrlando Díaz Vólquez (@GUASABARAeditor) 24 de febrero de 2019
Oscar 2019 NOTICIA
Roma, el cielo y el infierno de la infancia de Cuarón
JAVIER MUNERA Madrid 22 FEB. 2019 02:273.
Cleo y Sofía, interpretadas por Yalitza Aparicio y Marina de Tavira, respectivamente. Ambas optan a un Oscar.
Roma, el cielo y el infierno de la infancia de Cuarón
JAVIER MUNERA Madrid 22 FEB. 2019 02:273.
La cinta con más candidaturas en la presente edición de los Oscar -10, junto con La Favorita- es la más íntima de todas. Alejada del papel de envoltorio relucienteque suele cubrir las obras más veneradas en Hollywood (ese cóctel de estrellas protagonistas, promoción, efectos especiales...) Roma escala el muro del star-system americano y agita las conciencias transformada en el recuerdo de infancia de Alfonso Cuarón.
Lo del muro viene a cuento porque, según va ahondando Donald Trump en la idea de levantar una barrera más alta y más inaccesible para dividir México y EEUU, más directores con pasaporte 'criminal' se cuelan para copar los premios de la Meca del cine.
Los tres amigos
Cuarón, que ya había sacado brillo a la calva del Oscar a la Mejor Dirección o Mejor Montaje -acumuló en total siete estatuillas- en 2014 por Gravity, puede tomar el relevo de Guillermo del Toro, otro de esos 'traficantes' del otro lado del muro que se llevó los de Mejor Película y Mejor Dirección por la firma de La forma del agua el año pasado. El tercero que osó traspasar la fortaleza fue Alejandro González Iñárritu, que colecciona sendos trofeos (más el de Mejor Guión) por Birdman (2015) -ese eterno plano secuencia del vuelo de la mente del dramaturgo- y el de Mejor Director por El Renacido (2016), así que más que traspasar el fortín, directamente lo han reducido a escombros.
Cada vez que un medio de comunicación se refiere a ellos como Los tres amigos, no puedo quitarme de la cabeza cómo quedaría este triunvirato ataviado como los protagonistas de la película homónima de John Landis de 1987 frente a la verja de La Casa Blanca con su coreografía.
Y hasta aquí los apuntes de color, porque ni un solo gramo de humor encontramos en Roma. El filme reproduce la vida en esa colonia de Ciudad de México durante los años 70, alejada de los destellos de los focos, en blanco y negro, sin un rostro conocido entre los protagonistas. El espectador accede a la más absoluta intimidad de Cleo (Yalitza Aparicio) y lo que hay a su alrededor.
Que Aparicio haya eclipsado a los figurones mejor pagados, tanto en las galas de premios internacionales como en las portadas de revistas de la talla de Vogue echa por tierra el intento de relacionar los rostros que representa con lo más bajo de la sociedad.
Los sonidos y la altura
Sin color, los sentidos captan la infancia de Cuarón en su casa natal a través de los detalles y, especialmente, de los sonidos. El director reprodujo para Roma cuadras enteras y modificó la vivienda donde transcurre buena parte de la trama para que fuera tal y como la recuerda. (Tras la polémica de los subtítulos de Netflix para este filme, no sé si es buena idea anotar que una colonia es un vecindario o que la cuadra es una manzana).
En el cine que está por llegar, a los estímulos visuales y sonoros se incorporarán los olores. Esta película que arranca con el proceso doméstico de limpiar las cacas que deja un perro, en una Roma filmada en el futuro recuperaríamos los años en los que los campamentos olían al bote de Zotal con el que desinfectábamos las letrinas.
Pero lo bueno de la Roma de Cuarón es que no necesitas un artilugio electrónico de nariz para que la imaginación te permita llegar a los olores del patio donde el can deposita a gusto, la ropa sucia que lleva Cleo al lavadero, las mismas prendas limpitas y bien tendidas en la terraza, la cocina donde amontona platos con los restos de comida de la familia a la que asiste junto con Adela, con la que también pasa sus ratos de ocio en cantinas y cines.
Gritos, el claxon de los coches, puestos de comida ambulantes, trabajadores con timbres peculiares para anunciar su llegada... evocan una época marcada a fuego en el realizador y que dan forma a una de las grandes sorpresas de la cartelera.
En muchos hogares -tanto en ciudades como en pueblos- de España hemos conocido la figura de la interna. Estas mujeres vivían bajo el mismo techo que los dueños de la casa, criaban y cuidaban a los hijos, guisaban para todos, incluso para las visitas, muchas veces con la manutención y cama como sueldo.
Sin embargo, lo que más reivindica la figura de Cleo y Adela es la presencia de las minorías indígenas. Ellas son oaxaqueñas y en buena parte del metraje hablan en mixteco. Rasgos étnicos que tanto asuntan al hombre blanco al otro lado del muro.
Los recuerdos infantiles de Cuarón son metáforas que forman parte de la trama, como las escaleras. Tanto la casa principal como la estancia para el servicio cuenta con escalones, pero qué mundos tan diferentes, dan mal de altura.
Como el suelo del patio una vez limpio, lleno de charcos que reflejan las nubes, pero en el gris del blanco y negro, con los aviones dibujados en el aire y sobre el agua. Principio y fin de la película, infierno y paraíso, tierra y cielo. Lo vemos en la celebración de Año Nuevo en la finca de campo: la fiesta de los de arriba y en contraste de la de los de abajo.
El patio, centro del universo familiar, testigo del declive del padre, con las paredes que se van desconchando según avanza la tragedia, antes del abandono.
Porque puedes vivir por y para una familia, incluso salvar de la muerte a uno de los hijos de los señores y tener que tragarte la angustia de perder al propio -la carga-. Cuarón concede a Cleo el don del amor, pero deja que se lo entregue al villano, al gorrón que se bebe el culo de la coca-cola, al paramilitar de las artes marciales que la deja tirada, al pistolero contra los estudiantes el día del Halconazo.
La desgracia se ceba con los más desfavorecidos. Como ocurría en Barrio, de Fernando León de Aranoa, encarnada en el personaje de Rai.
La favorita en los Oscar quiere, además, ensalzar a la mujer. Porque Canadá estaba a la vuelta de la esquina, porque ricas o pobres, son ellas las que tienen que apoyarse unas a otras cuando la figura masculina se desvanece como un castillo de naipes -ya sea el marido o Felipe-.
El amor o la lealtad lo vemos en el amargo viaje al hospital de Cleo con la abuela, en la amistad de las dos asistentas, en la madre que se queda al frente de una prole numerosa. Al margen de los ausentes.
Triunfo en blanco y negro
Roma puede subir al Olimpo de las joyas sin pinceladas de color del cine moderno junto a La lista de Schindler -el abrigo, necesario-, The Artist o Ed Wood, que ya tuvieron una gran noche de febrero en Los Ángeles.
En España, Roma pudo verse en un número reducido de salas antes de llegar a Netflix. Sin embargo, el México que vemos en esta película nada tiene que ver con la saturación de narcotráfico que prolifera en el catálogo de la plataforma: desde Narcos o Dope, pasando por Dirty Money. Dramas que se han impuesto sobre cualquier otra realidad en los últimos. Trump piensa permanecer al margen ladrillo a ladrillo, pero Cuarón pone negro sobre blanco que, por encima de todo, hablamos de personas.
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