lunes, 19 de noviembre de 2018

Juntos podemos | Por Víctor Garrido Peralta

Juntos podemos
Por Víctor Garrido Peralta
15 de noviembre de 2018
Al iniciar este desahogo lo hago abrumado por las diferentes informaciones recibidas sobre la hecatombe que contra la naturaleza se viene haciendo en la isla.  Nos resistimos a implementar las medidas medio ambientales que en el planeta se aplican y hasta osamos retroceder varios siglos al volver a la mas que superada era del carbón como fuente energética.  Diariamente actuamos contra todo lo creado sin el menor reparo.  Bosques, ríos, playas, cañadas o animales sufren el abuso que contra su existencia se hace. 
No entiendo prudente el silencio y mucho menos la cómplice desidia ante los continuos desastres naturales que se vienen produciendo por tanto tiempo.  Nos creemos respirar un aire puro a sabiendas de lo contrario.  Aún vivimos la constante contaminación de la emisión de gases por fabricas, vehículos y maquinarias, seguimos sin realizar un manejo adecuado de los desechos y su reciclaje se nos presenta como ciencia ficción.   No pretendo desviar con esto la atención de las cruciales acciones por venir, en procura de un precio justo a los combustibles ni de otras tantas dignas causas en agenda de múltiples movimientos sociales con las que me solidarizo. 
Resulta inquietante notar cómo la constitución y las leyes de la nación son cada día quebrantadas tanto por ciudadanos civiles como por los que juraron cumplirlas y hacerlas cumplir al ocupar posiciones en la administración de lo que a todos pertenece.  En consecuencia también los inmigrantes legales e ilegales emulan el ejemplo de nuestras “autoridades”. 
Hoy observamos imágenes de la salvaje depredación que emporios multinacionales hacen de nuestro patrimonio natural, continuando así con la nefasta práctica de un abusivo intercambio comercial internacional iniciado en 1492, un comercio sustentado en entregar nuestras riquezas y salud a cambio de espejos rotos.  Igualmente contemplamos cómo nuestros hermanos haitianos contribuyen con este desastre en sus cotidianas batallas por la supervivencia, todo ello ante la indiferencia indolente de quienes nos desgobiernan, varios de los cuales y/o sus familiares tienen la desfachatez de talar áreas protegidas para la explotación agrícola sin la mas mínima consecuencia. 
No podemos seguir dándonos el lujo desde el errado convencimiento de que “ese no es mi problema”, o desde el “a mi no me afecta”,  ya que no existe la menor duda de que perjudica no sólo nuestro presente, sino que también el futuro de todos los ciudadanos de la República. 
Estamos siendo testigos de momentos transcendentales de nuestra historia y depende de todos y cada uno de nosotros el que esta historia sea plasmada sobre el folio de la equidad, el respeto y sobre todo el amor.  Escribamos juntos un porvenir de esperanza colectiva.  ¡Dios bendiga la República Dominicana!
Sin prisa pero sin pausa… ¡Llegaremos!

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