OPINIÓN |COMENTARIOCon sus ataques a los inmigrantes y a las minorías, los mensajes del presidente Trump suenan similares a los de la ciencia ficción de los supremacistas blancos. https://t.co/9rkQg5GP7e— NYTimes en Español (@nytimeses) 2 de agosto de 2018
La ciencia ficción racista y sus ecos en el mundo real
Por IAN ALLEN 2 de agosto de 2018
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Mientras veía los debates presidenciales televisados en Estados Unidos de 2016 y escuchaba al entonces candidato Donald Trump discutir varios temas con Hillary Clinton, sentí un escalofrío en toda mi columna vertebral.
Estaba escribiendo una nueva obra, una parodia humorística de la ficción supremacista blanca. Y Trump, con sus ataques hiperbólicos contra los inmigrantes y las minorías —los estadounidenses negros “que viven en un infierno”, las “pandillas de latinos que vagan por las calles” y las insinuaciones de que una larga lista de filántropos y políticos judíos estaba conspirando en su contra— sonaba como un personaje directamente salido de mi investigación.
El hábito de Trump de hacer eco de la extrema derecha racista ahora es bien conocido pero, en ese entonces, nadie estaba seguro de qué sucedía ni mucho menos de cómo definirlo. Dos años más tarde —después del activista de ultraderecha Richard Spencer y de Charlottesville— el público ha escuchado mucho sobre la cultura de los supremacistas blancos. Sin embargo, yo diría que no hemos escuchado lo suficiente. Para entender sus ideologías y por qué apoyan a este presidente estadounidense con tanta contundencia, debemos analizar su literatura.
Esos libros funcionan como una suerte de enlace, una codificación casi bíblica de los principios básicos que fundamentan las varias denominaciones. No obstante, por motivos comprensibles, siguen siendo en su mayor parte desconocidos. Es común que los periodistas eviten mencionar los libros públicamente, por temor a promoverlos sin querer. Esta estrategia ya no es útil. Heidi Beirich, quien da seguimiento a grupos de odio de extrema derecha para el Southern Poverty Law Center, está de acuerdo. “Son muy influyentes: están alcanzando los más altos niveles de poder y han tenido un impacto en el terrorismo, las políticas, etcétera. No hablar de ellos simplemente está mal”, dijo Beirich. Así que hablemos de ellos.
La mayoría de los libros son de publicación independiente. Otros los distribuyen pequeñas editoriales con fines activistas o las ramas editoriales de organizaciones nacionalistas blancas. Se venden en internet y en ferias de armas de fuego o pasan de mano en mano. Este sistema de distribución dispersa hace que sea difícil rastrear las ventas, pero se calcula que los títulos más populares han vendido cientos de miles de copias. Adquirí algunos títulos fuera de circulación con vendedores de libros poco conocidos. Están maltratados, tienen anotaciones y a menudo contienen dedicatorias.
Los géneros cambian drásticamente según el tono y el tema, desde dramas oscuros y premonitorios hasta comedias graciosas y extensas; hay romances ambientados en el sur nacionalista y pesadillas distópicas futuristas. Son peligrosos y asquerosos, claro, pero también son absurdamente estúpidos y, en general, están muy mal escritos. Como un dramaturgo que se especializa en el humor atrevido, me parecen infinitamente fascinantes. Su vocabulario de estereotipos generalizados, fantasías paranoicas y disparatadas conspiraciones de invasión global son ingredientes básicos de la comedia.
Tengo una afinidad particular por los libros de ciencia ficción. Uno de los más populares es Hold Back This Day, de Kendall Ward, donde el autor se imagina un futuro en el que un malvado y todopoderoso “Gobierno del Mundo” ha unido a la fuerza a la población de la Tierra bajo una sola religión y, mediante la mezcla obligada de razas, la población es homogéneamente de piel morena. Jeff Huxton es el administrador de un “skoolplex”, una suerte de colegio, y una de las pocas personas de raza blanca que quedan. Poco a poco aprende a valorar su piel blanca, se radicaliza y se une a un grupo terrorista llamado “Nayra” (¡que es la palabra en inglés para ario escrita al revés!). Secuestran una nave espacial y viajan a Avalon, una colonia secreta exclusivamente de gente blanca en Marte que se ha transformado en una tierra paradisiaca.
Kendall, quien ha escrito una serie de libros similares, dijo en una entrevista en el sitio web de su editorial, Counter-Currents, que Hold Back This Day se inspiró en una preocupación de que “los blancos quizá tendrán que luchar en un futuro oscuro su ‘Álamo’ racial como último esfuerzo para combatir la extinción”. El título de su novela, que se traduce a algo como “Refrenar aquel día”, pretende preguntar: “¿Nosotros los blancos queremos prevenir ese día de perdición, o no? Porque tenemos la opción de defendernos y actuar ahora o de dejárselo a la última generación de blancos. Aunque para entonces quizá sea demasiado tarde”.
En Bedford: A World Vision, otra novela futurista, se alienta el aborto, los ancianos reciben eutanasia y una “corrección política” aplicada por la fuerza legal tiene sometidos a los caucásicos. Escrito por una exprofesora de una escuela pública en Alabama llamada Ellen Williams y publicado por primera vez en 2000, el libro refleja obsesiones que se basan en la paranoia de la “identidad cristiana” y canaliza sus ideologías racistas a través de temores de una amenaza percibida contra los cristianos blancos. Sus dos protagonistas, Horace y Virginia Pruitt, enfrentan un juicio después de haber sido acusados por su hijo Adam, de 13 años, de haberlo llevado a la iglesia en contra de su voluntad, un delito en la distopía de Williams. La trama, si puede llamársele así, se vuelve más dramática cuando se revela que a Adam lo influyó una relación sexual que sostiene con su profesor de educación física. En el recuento futurista de Williams, la pedofilia no solo se tolera, sino que está autorizada. Por eso, los pobres de Virginia y Horace no pueden hacer nada para evitar que su hijo caiga en las garras del libertinaje.
La biografía de la autora que aparece en la contraportada afirma que Williams también ha escrito “varios monólogos dramáticos”, los cuales presenta ante varios “grupos de legado sureño y sociedades históricas” (léase: mítines de grupos confederados). Mi copia del libro tiene la dedicatoria “Para Bettye”, con una cita escrita a mano que generalmente se atribuye a Edmund Burke y a menudo se menciona en el movimiento: “Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada”.
Entre los muchos títulos en el canon supremacista blanco, Los diarios de Turner es el más importante y uno de los pocos títulos conocidos por los estadounidenses que no son del movimiento. Escrito por William Pierce, entonces dirigente del grupo neonazi Alianza Nacional, y publicado en 1978 bajo el seudónimo Andrew Macdonald, es un diario ficticio escrito por su héroe, Earl Turner.
Turner, un joven blanco, se une a un grupo terrorista llamado “la Orden”, que comete una serie de ataques para incitar una guerra racial abierta. Una cosa lleva a otra y comienza una batalla de armas nucleares entre las fuerzas de Turner y el gobierno, que, según la historia de Pierce, es dirigido por judíos y negros. El clímax del libro llega con el establecimiento de un etno-Estado blanco y Turner se convierte en un mártir. La novela termina con una conmemoración —“Se volvió inmortal aquel oscuro día de noviembre”— y dice:
Y, al hacerlo, ayudó a asegurar que su raza sobreviviera y prosperara, que la Organización alcanzara sus metas políticas y militares mundiales, y que la Orden extendiera su gobierno sabio y benevolente en toda la Tierra para siempre.
La novela fue algo innovadora en su momento, al ser un híbrido de ficción y de manual instructivo; ha inspirado cientos de ataques terroristas en Estados Unidos y Europa, entre ellos el bombardeo de la ciudad de Oklahoma en 1995, donde murieron 168 personas y 684 más resultaron heridas. El ataque fue una imitación de uno descrito en el libro de Pierce, con la misma hora y el tipo de explosivos que se utilizaron en la escena ficticia. Las autoridades encontraron páginas del libro en una bolsa de plástico en el auto del líder del acto terrorista, Timothy McVeigh. La atención generalizada provocó un auge en el género literario que duró hasta principios de la década de los dos mil durante el cual varios dizque autores, entre ellos Kendall y Williams, probaron su suerte escribiendo ficción.
En la cima de la lista de éxitos de venta en el género de la supremacía blanca, junto a Los diarios de Turner, se encuentra la novela de Jean Raspail El desembarco (1973). Es una parábola inquietante que advierte sobre los peligros de la inmigración y que destaca en el género porque está relativamente bien escrita, aún en su traducción del original en francés, titulado Le Camp des Saints (El campo de los santos). La prosa de Raspail, cáustica, a menudo humorística y llena de elipsis, nos recuerda a la de su compatriota Louis-Ferdinand Céline, cuyo historial como simpatizante nazi eclipsó su obra por lo demás brillante.
El “problema” central de la novela comienza en Bélgica, donde los sacerdotes han alentado la adopción de niños de India como una forma de caridad. En una de las primeras escenas, un mar sofocante de madres indias desesperadas —calificadas como “criaturas miserables”— llegan a las puertas de la embajada belga en Calcuta, cada una con un niño en sus brazos extendidos. El país pronto se desborda por estas adopciones y las autoridades anuncian el fin de la política.
Sin embargo, es demasiado tarde; la muchedumbre gana fuerza cuando a los indios se les unen árabes y otras personas no caucásicas. Terminan por conformar una fuerza de un millón de personas, abordan una flotilla y se dirigen a Francia. El gobierno liberal del país no sabe si defenderse de la arremetida y, mientras tartamudea y se somete, los inmigrantes comienzan a entrar al país. Los blancos de Francia se repliegan al norte, pero terminan por ser absorbidos por el cambio demográfico, y la tendencia se extiende al resto de Europa, mientras las poblaciones indígenas y otras “hordas” se sienten inspiradas para levantarse en armas. Al final se apoderan del mundo y borran de su faz a la raza blanca.
Los supremacistas blancos parecen convencidos de que el “genocidio blanco” de las novelas está haciéndose realidad, y le están pidiendo ayuda a Trump. Andrew Anglin, la fuerza siniestra y oscuramente ingeniosa detrás de Daily Stormer —el sitio neonazi estilo milénial de la web—, comenzó a divulgar en la primavera la noticia de una “caravana migrante” que iba de América Central hacia la frontera entre México y Estados Unidos. Era una manifestación organizada por el grupo activista proinmigrantes Pueblo sin Fronteras. La marcha ha tenido lugar cada año desde 2010 sin que la prensa le ponga mucha atención.
Pero Anglin vio su oportunidad al pintarla como una representación literal de El desembarco. Movilizó a su ejército de troles para pedirle a Trump que usara la palabra “caravanas” públicamente y, el primero de abril, lo hizo. De hecho, él y el vicepresidente Mike Pence usaron esa palabra varias veces y después emitieron una orden para enviar a la Guardia Nacional a la frontera. La historia dominó el ciclo noticioso durante días y Anglin presumió su victoria. “Los medios no estaban hablando al respecto, solo la extrema derecha lo hizo y ahora Trump lo publicó… así que sí nos escucha”, dijo.
Es poco probable que Trump haya leído alguno de esos libros. Sin embargo, miembros de su personal sin duda lo han hecho. Su exasesor Steve Bannon es fanático de El desembarco y se refiere a menudo al libro, de una manera deliberada que revela su familiaridad con la literatura racista y lo consciente que está de los hábitos de lectura de su audiencia promedio.
Julie Kirchner fue nombrada defensora del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos después de pasar diez años como directora ejecutiva de la Federation for American Immigration Reform (FAIR). Esa organización, que el Southern Poverty Law Center ha señalado como grupo de odio, fue fundada por John Tanton, quien dirige The Social Contract Press, la editorial actual de El desembarco.
El punto no es que haya una línea directa entre, por ejemplo, Los diarios de Turner y el Despacho Oval. Más bien, se trata de que los tropos que definen las políticas y la retórica del gobierno de Trump —la xenofobia apocalíptica, las conspiraciones antisemitas y el fomento racista del miedo— también son los mismos que definen la literatura de la supremacía blanca.
Para cientos de miles de fanáticos de Kendall, Williams y otros escritores, Trump debe parecer un personaje salido de los elencos de sus tramas: un caballero blanco que rompe las reglas y no se detiene ante nada para erradicar las conspiraciones y enfrentarse a sus enemigos. No es sorpresa que el vínculo entre Trump y la extrema derecha sea tan fuerte: no solo es un héroe salido de sus novelas, sino que al apoyarlo, ellos se han convertido en héroes también.
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