Puntos de vista martes, 24 de abril de 2018
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Bosch predijo la Revolución de Abril
(A Milagros Ortiz Bosch)
En un valioso trabajo sobre el proceso de democratización del país iniciado con la salida de la familia Trujillo y los remanentes de la dictadura defenestrada el 30 de mayo de 1961 y de las causas que produjeron el Golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 contra la naciente democracia dominicana, llamado, “Crisis de la democracia”, el profesor Juan Bosch predijo la Revolución de Abril de 1965. Esta obra publicada a finales de 1964, y que llegó a nuestro país en enero de 1965, con exclusividad a la “Librería Dominicana”, de Julio Postigo, fue agotada en cuestión de horas por un público masivo, que adquirió todos los ejemplares de aquel libro. Bosch, con una lucidez memorable, analiza las clases sociales dominicanas en la etapa de la recomposición post trujillista, las características materiales, sicológicas y económicas de las mismas, hace una radiografía de la clase media en sus tres niveles y de los estamentos militares y religiosos. En el texto, Bosch dice que la revolución necesaria que los dominicanos no pudimos hacer a raíz de la muerte de Trujillo, esperaba en las puertas de la historia. Bosch también anuncia en su clarividente obra histórica, que de los cuarteles militares, nido del conservadurismo al servicio de los grupos oligárquicos de entonces, surgiría el líder militar de la revolución dominicana.
El 24 de abril de 1965 es una fecha histórica en la conciencia nacional porque produjo acontecimientos cimeros, el derrocamiento del gobierno ilegal del Triunvirato y la reposición del orden constitucional, bajo los principios emblemáticos de la reforma constitucional del 29 de abril de 1963, porque ante la invasión unilateral norteamericana del 28 de abril, forjó la resistencia nacional frente a ese atropello, convirtiendo en “guerra patria” la lucha patriótica del pueblo dominicano, habiendo parido el 27 de abril, la única derrota militar que haya sufrido el aparato oligárquico desde la fundación del Estado en 1844, creando un nuevo liderazgo nacional cívico militar bajo las orientaciones de Bosch y con la participación de las grandes masas populares.
Analizar 53 años después aquel movimiento histórico, nos obliga a destacar la existencia de la “zona constitucionalista”, ejercicio democrático y patriótico de lucha donde se expresaron los altos valores de la dominicanidad y de amor a la Patria, de unidad de todos los sectores representativos de la nación. Del seno del pueblo salieron nuevos líderes, combatientes heroicos de la libertad, afloró lo más sensible de la conciencia nacional, hermanados civiles y militares en un ideal de justicia. Esa gesta elevó a una categoría histórica superior la lucha democrática. Un espíritu de solidaridad humana y social se manifestó en aquel territorio de la dignidad nacional. Solamente en los interregnos históricos del 27 de febrero de 1844 y el 16 de agosto de 1865 había flotado con tanta hermosura y coraje la bandera nacional. Verla flotar cada mañana en el Altar de la Patria elevaba la autoestima de los dominicanos, forjaba una conciencia superior e inspiraba con mayor tesón la defensa del Gobierno constitucionalista presidido por la figura procera de Francisco Caamaño y de héroes como Manuel R. Montes Arache, los militares constitucionalistas, y miles de combatientes abnegados dispuestos a ofrendar sus vidas por la Patria.
No se puede omitir cuando hablamos del 24 de abril de 1965, a la figura hacedora de la gesta, a quien no tuvo descanso en organizar el movimiento y agrupar a militares honestos detrás de la acción redentora, y quien no vaciló un instante en combatir y entregar su vida noble a la causa de la libertad, el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez. No se puede dejar de mencionar a los patriotas de la zona norte de la ciudad de Santo Domingo, que detuvieron el avance de las tropas de San Isidro durante más de una semana, a pesar de éstas contar con apoyo logístico militar de parte de los invasores, mientras los constitucionalistas con escasez de municiones fueron impedidos de ser abastecidos debido al “cordón infame” de los interventores que imposibilitaba que las tropas del gobierno constitucional acudieran en su ayuda. No se puede olvidar a los patriotas que se alzaron en San Francisco de Macorís levantando en sus manos, los fusiles y la bandera nacional. Ni a los obreros del Central Romana, que paralizaron sus labores en apoyo al Gobierno constitucional de Caamaño. No se puede olvidar a los que cayeron el 15 y 16 de junio de 1965, combatiendo el bárbaro ataque de los invasores, tratando de ocupar la zona constitucionalista. No he conocido un lugar donde se practique la solidaridad, se reparta el pan entre todos, donde desaparezca el egoísmo humano de manera visible, donde se comparta todo, donde los ideales sean superiores a todo reclamo miserable de ganancias personales, como aquel que se vivió durante cuatro meses en la zona constitucionalista. En mis ojos asombrados de adolescente grabé entonces aquellas imágenes, para que permanecieran en mi memoria como destellos de mis recuerdos mejores y más trascendentes.
El papel desempeñado por José Francisco Peña Gómez fue determinante en la conducción de aquel proceso. Su voz estentórea lograba que vibraran los corazones de los dominicanos, su orientación cotidiana por “Tribuna Democrática” planteando la consigna de “Retorno a la constitucionalidad sin elecciones”, su coordinación de los movimientos de masas, el ejercicio de la táctica política, coronaron su rol histórico cuando los militares alzados lo llamaron para que fuera él quien anunciara la sublevación en los cuarteles, la tarde inolvidable del 24 de abril de 1965.
En Peña Gómez reconocían los militares al único que en ausencia de Bosch podía hacer un llamado semejante. Era el mismo Peña Gómez a quien Bosch había dedicado su libro “Crisis de la Democracia”.
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