Estados Unidos pospone cualquier avance en el TLC hasta la llegada del enviado de Trump
Los tres países cierran capítulos técnicos, pero la falta de decisión política frena los progresos en temas cruciales
Montreal (Enviado especial)
Todo queda congelado, en una suerte de guiño a las gélidas temperaturas de estos días en Montreal, hasta la llegada de los ministros. Los centenares de técnicos mexicanos, estadounidenses y canadienses que se han reunido a lo largo de la última semana en un céntrico hotel de la ciudad quebequesa empezaron a hacer las maletas el sábado por la noche para dar paso al momento cumbre de la sexta ronda de conversaciones trilaterales para la actualización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC): la negociación políticadel lunes. Las maratonianas reuniones de los últimos días han servido para cerrar un solo capítulo completo, el de medidas anticorrupción, y para dejar zanjado un subapartado de tecnologías de la información. Una cosecha no muy prolífica para una cumbre que las partes implicadas habían catalogado de “crítica” durante semanas, pero algo mejor que la de los dos encuentros precedentes: desde octubre los tres socios no habían conseguido acordar nada en la treintena de mesas en las que se ha segmentado una negociación trascendental para la economía mexicana.
El pacto preliminar sobre medidas anticorrupción -a expensas, como todo, del visto bueno final de los ministros al cargo de las conversaciones, Robert Lighthizer (EE UU), Ildefonso Guajardo (México) y Chrystia Freeland (Canadá)- ha dado alas a un “optimismo moderado” en las caras de los negociadores encargados de los temas menos espinosos. En cambio, en los grandes asuntos, los que marcarán si hay o no fumata blanca final, los avances siguen brillado por su ausencia: las negociaciones se dividen en cuatro grandes grupos de temas en función del grado de susceptibilidad: tradicionales, de oportunidad, sensibles y críticos. Y todo lo pactado hasta la fecha pertenece al primer y segundo bloque.
"Estamos moviéndonos en la buena dirección, pero aún hay mucho camino por recorrer", resumía este fin de semana Steve Verheul, jefe negociador canadiense, contentándose de alguna forma con que Trump no se haya levantado de la mesa hasta ahora: "Todavía estamos hablando y eso es lo principal”. En una negociación como esta, los avances se miden por el número de corchetes en los textos. Cada uno de ellos acota los puntos en los que hay discrepancias, por lo que su número es inversamente proporcional a la probabilidad de acuerdo. "En muchos textos hemos logrado rebajarlos a la mitad", decía un negociador mexicano en los pasillos del hotel que acoge la ronda, esforzándose por exhibir optimismo y poniendo en valor el trabajo de sus técnicos, que han tenido que pisar el acelerador para hacer en cuestión de meses el trabajo que habitualmente lleva años.
El rostro de quienes llevan la voz cantante en los asuntos más complejos, los temas que verdaderamente marcarán el rumbo futuro, es de preocupación: “Varía radicalmente de una mesa a otra”, describe una persona que acompaña a la delegación mexicana en Montreal. “El ambiente es menos tenso que en las rondas previas”, añade en referencia a la cuarta y quinta tanda de encuentros en la que el bloqueo total fue la nota predominante, “pero eso no asegura nada: a EE UU sigue sin estar muy convencido de lo que ve”.
Como desde que empezó el proceso, la prudencia y el perfil bajo de los negociadores estadounidenses contrasta en Montreal con el ruido y la polvareda que levanta Trump cada vez que habla o, sobre todo, tuitea sobre el tratado. La jerarquía pesa mucho más que en México o Canadá y los encargados de la negociación apenas tienen margen de maniobra: todo depende de Trump, de Wilbur Ross o, en su defecto, de Lighthizer, su mano derecha en comercio internacional. De ahí la importancia de las reuniones bilaterales y trilaterales de este lunes.
En este contexto, en las últimas horas ha crecido con fuerza la probabilidad de que las negociaciones se prolonguen hasta 2019, en el ecuador del mandato de Trump, con un nuevo Gobierno en México y más de un año después de la fecha de término prevista inicialmente. "Sin un mayor compromiso por parte de EE UU, en cambio, de poco servirá alargar a negociación", subraya un representante empresarial mexicano presente en Montreal.
El discurso sobre el estado de la Unión, al acecho
La zozobra se concentra ahora en dos ámbitos: la acogida que tendrá la contrapropuesta canadiense presentada el miércoles y el jueves sobre el sector automotriz -uno de los que más ampollas ha levantado en la negociación- por parte del representante estadounidense de Comercio, Robert Lighthizer, y qué mensaje transmitirá éste a su jefe, Donald Trump, el lunes, al cierre de la ronda, menos de 24 horas antes de que el magnate republicano pronuncie su discurso sobre el estado de la Unión.
"La gran incógnita es cómo terminará la ronda el lunes y qué le transmitirá Lighthizer a Trump", apunta Ignacio Martínez, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que teme que Trump quiera dar uno de sus ya tradicionales golpes de efecto en la alocución. "El Gobierno estadounidense quiere más cesiones en los temas espinosos [reglas de origen de los automóviles, cláusula de terminación automática y mecanismos de resolución de controversias]", añade el académico, que ha viajado a Montreal para apoyar a los negociadores mexicanos en asuntos técnicos. Fuentes cercanas a la Casa Blanca han negado a Bloomberg que el presidente estadounidense vaya a anunciar la salida de su país del TLC, pero la volatilidad de Trump impide descartar cualquier escenario.
Canadá movió ficha a mediados de semana, al poner encima de la mesa un nuevo método de cálculo del contenido regional de cada vehículo (el porcentaje de piezas que monta procedente de los tres países de la región) en el que prima el I+D en la región.
La iniciativa canadiense -junto con la puerta abierta por el Gobierno mexicano a aceptar cesiones a las que, en un primer momento, se había negado en redondo- pone toda la presión sobre la delegación estadounidense: ya no puede decir, como al término de las rondas anteriores, que no ve el “compromiso” necesario para sacar adelante la negociación. México y Canadá, que nunca quisieron abrir el melón de la renegociación del tratado hasta que la llegada de Trump a la Casa Blanca les obligó a hacerlo, están hoy dispuestos a borrar algunas de sus líneas rojas en aras de llegar a un acuerdo. Si es o no suficiente solo lo sabe el presidente estadounidense y su círculo más cercano.
LAS ARMADORAS DE AUTOS ECHAN NÚMEROS
Ante la posibilidad de que el acuerdo final esté más cerca del contenido regional para el sector automotriz que propone EE UU (85%) que el actual 62,5%, muchas armadoras de la región están elaborando auditorías para ver si les sería posible cumplir con el umbral que quiere Washington. Las automovilísticas más perjudicadas serían las japonesas Honda y Toyota, las coreanas Kia y Hyundai y, en menor medida, la alemana Volkswagen, mientras que las estadounidenses saldrían del atolladero de manera relativamente airosa. Eso sí: en el periodo de transición, advierten los especialistas, la competitividad de la industria automovilística de todo el bloque norteamericano sufrirá una pérdida de competitividad frente a regiones como Asia. "Muchas piezas y componentes ni siquiera se fabrican en Norteamérica, ¿cómo vamos a hacer?", se quejaba recientemente una voz autorizada de la industria en forma de pregunta retórica dirigida a un único lugar: la Casa Blanca. https://elpais.com/internacional/2018/01/28/mexico/1517156967_370744.html
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