La Marcha: escurridizo objeto del deseo
César Pérez - 29 de noviembre de 2017
En general, los movimientos parecidos al que aquí denominamos Marcha Verde surgen en torno a una o dos consignas puntuales de amplio poder movilizador a las cuales se le van agregando otras introducidas por los nuevos actores que van incorporándose al mismo, portadores de sus respectivas referencias políticas y culturales que hacen más complejo y diverso el movimiento. Eso es comprensible, natural e inevitable, pero es igualmente incomprensible y pernicioso que muchos no aquilaten esa diversidad, que en definitiva es la realidad del movimiento, y que quieran hacer del mismo una idealizada plataforma de sus particulares proyectos; un deseo tan escurridizo como inconducente.
La Marcha Verde se inició con una consigna: fin de la corrupción y del sistema de impunidad que la prohíja y potencia, una consigna dirigida contra el actual gobierno, por lo tanto, decididamente política. En tal sentido, cualquier deseo de que el Movimiento o Marcha Verde sea apolítico es sólo eso, deseo; como lo es tratar de mantenerla en el estrecho marco de esa consigna y en una ilusoria burbuja de apoliticidad algo que, en esencia, es una posición política de parte de quienes así lo plantean. Pero, la esencia política del Movimiento no debe conducir a la idea de forzarlo a que se exprese como una organización política, porque no lo es y porque difícilmente llegue a serlo, por lo menos en la forma que algunos especulan que es, sea o evolucione.
No obstante, el sentimiento de repulsa a la corrupción y la impunidad sí se puede y debe aprovecharse para formar un torrente de fuerzas políticas que pueda cambiar la lógica en que se reproduce el actual grupo en el poder. Ese torrente sólo podrá constituirse poniendo sobre el tapete una serie de objetivos y propuestas que son vitales para crear esa nueva lógica, algunas de ellas han sido avanzadas por colectivos y singulares individuos de alguna manera vinculados a la Marcha Verde. Intentar hacer de la diversidad de actores y colectividades que configuran ese movimiento que se expresan en las calles un colectivo para catapultar a una tendencia política o a una figura mesiánica con pretensiones de constituirse en poder es una ilusión.
También constituye un desliz poner la Marcha Verde en capilla ardiente por la relativa limitación de la frecuencia de las marcha, creo que el sentimiento que les dio origen y significado no sólo está ahí, sino que están dada las condiciones para que se mantenga. El movimiento es más que la gente va a las marchas y que la frecuencia con que estas se realizan; sobrepasa a que quienes las motorizan, es un estado de ánimo cuya fuente impulsora es la conciencia y condena a un poder clientelar, corrupto y corruptor, el cual debe ser echado de todas las instancias del poder: Ejecutivo, municipal, la judicatura etc. Con sus naturales problemas en términos de la fluidez en su discurrir organizativo, ese sentimiento se ha mantenido por 10 meses, pero la puja de algunos para canalizarlo como agua para su molino constituye su principal amenaza.
Es una lástima que no se aprenda que los movimientos políticos son generalmente de vida corta, que la diversidad de sus actores los lleva irremisiblemente a producir un impacto breve donde se producen, pero que la duración y profundidad de ese impacto sobre un determinado sistema o incluso en la historia de un país depende de cómo sus principales dirigentes rentabilizan políticamente la existencia de los mismos, estamos ante un poder político cuya fortaleza descansa en última instancia en un estado de dispersión de sus oponentes. Sin embargo, muchos insisten en una suerte de gusto suicida por el sectarismo inútil en aras de una pureza grupal que lo único que garantiza es el fracaso reiterado de sus acciones.
Constituye una trágica paradoja que muchos de quienes se consideran como la “única oposición”, pero que al menos reconocen su debilidad, tengan ante sí un movimiento como la Marcha Verde que es la máxima expresión de fuerzas en movimiento contra el sistema clientelar y corrupto que nos acogota, y en lugar de aprovechar esa coyuntura para convertirse en fuerza determinante en un proceso de articulación la oposición para producir un deslinde, no solo con el poder, sino con todo aquel que se considera opositor, optan por la reiteración del sectarismo, por el camino de la soledad que es igual al camino de la dispersión suicida, por ese retorno circular que es el camino de los nunca han ido a ninguna parte, parafraseando a Machado..
Pero pesar de esa circunstancia, la Marcha Verde ya ha producido un impacto positivo en la sociedad dominicana y se mantiene como una oportunidad a ser aprovechada para derrotar el continuismo en el hasta ahora fatal calendario político del país. De que así sea, depende de los actores que en última instancia constituyen el nervio central del movimiento.
https://acento.com.do/2017/opinion/8513001-la-marcha-escurridizo-objeto-del-deseo/
César Pérez
Agora
Sociólogo, municipalista y profesor de sociología urbana. Autor de libros, ensayos y artículos en diversos medios nacionales y extranjeros sobre movimientos sociales, urbanismo, desarrollo y poder local. Miembro de varias instituciones nacionales y extranjeras, ex director del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y ex dirigente del desaparecido Partido Comunista Dominicano, PCD.
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