sábado, 3 de junio de 2017

¿Qué es el danilismo? POR NUESTRO TIEMPO EN ENFOQUE POLÍTICO

¿Qué es el danilismo?

La compra de voluntades para seleccionar los nuevos miembros del comité central y del comité político llevó al clímax de la descomposición ética del partido fundado por Juan Bosch y se puede afirmar que entre los protagonistas de esa descomposición Danilo Medina constituye una de las figuras más relevantes.
Sin ánimo de entrar en historietas, para penetrar en la deconstrucción del texto dominante acerca del danilismo es importante considerar la genealogía de la práctica política de Danilo Medina. Se enroló en las filas del PRD en los primeros años de la década del setenta al ingresar a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) proveniente de una de las comunidades más pobres de la región sur. Entonces la UASD y los grupos estudiantiles eran un laboratorio de retórica revolucionaria llevada al paroxismo en la lucha antibalaguerista desde los pasillos y el campus universitario que sirvieron de formación política al joven Medina, estudiante de la carrera de ingeniería química.
Aunque llegó a ser dirigente estudiantil, su paso por la UASD, que compartía con un empleo de sobrevivencia en la administración aduanal balaguerista, fue de poco brillo y su graduación ha sido objeto de cuestionamiento por acusársele de haber plagiado su tesis de grado.
Aquel joven con ansias de progreso abrazó desde muy temprano la ideología boschista fundada en una visceral crítica a la pequeña burguesía. Aunque los estudiantes son por definición del término la crema de la pequeña burguesía, a la que el último Bosch culpaba de todos los vicios degradantes del ser humano y de las patologías del arrivismo y el oportunismo de la izquierda revolucionaria del momento, paradójicamente nutrió el partido que fundara en 1973 de los cuadros pequeños burgueses de la UASD, luego de supuestamente haberlos “curados” pasándolos por unos “círculos de estudios” orientados a descantar y seleccionar los mejores para dirigir el partido.
Danilo Medina fue uno de los más sobresalientes en las cuestiones organizativas y estratégicas, tanto que se convirtió en el jefe de campaña en las últimas elecciones en las que participó el caudillo ya amnésico en 1994 cuando Balaguer le robó las elecciones a Peña Gómez, mientras Medina y su grupo, que a esa altura controlaban el PLD, se pusieron del lado del balaguerismo siendo ese el momento que cimentó la alianza del “frente patriótico” que llevaría a Leonel Fernández a la Presidencia con una campaña sucia dirigida por Medina en contubernio con los ultraconservadores del ancien régime.“La genealogía del danilismo tiene como cantera su penetración en los órganos del Estado, una estrategia que lo condujo a desbaratar los potentes movimientos sociales de los años noventa”.
Cuando el joven sanjuanero entendió que ya era la hora de ascender a la cima puso en marcha su maquinaria política aceitada con las viejas mañas del balaguerismo para derrotar con un fraude colosal a su rival Jaime David Fernández Mirabal en la competencia interna por la candidatura presidencial para las elecciones del año 2000. Jaime David y su grupo presentaron a la opinión pública los listados alterados de las votaciones internas, pruebas fehacientes de la compra de conciencia y un sin número de marrullerías propias de la clase política tradicional para escalar puestos y posiciones en el Estado.
Danilo Medina entonces compitió con Hipólito Mejía de quien perdiera las elecciones por su falta de carisma, su sequedad sicológica, su discurso amoratado, su estilo balaguerista y el poco entusiasmo de Leonel Fernández, quien ya había sido presidente y le sobraba en aquel momento todo lo que le hacía falta a Medina para ganar. Así, en las elecciones siguientes, Medina volvió al puesto de jefe de campaña de Leonel y principal componedor de su gobierno hasta que renunció en 2007 para buscar de nuevo la candidatura presidencial con un proyecto al interior del PLD construido a la sombra del Estado. Cinco años después había conseguido su ansiado objetivo de convertirse en el primer presidente sureño del país después de la muerte de Trujillo.
El peso que desde siempre tuvo Danilo Medina en el PLD ha sido vital para su conversión en cabeza del grupo dominante. Fue uno de los primeros legisladores morados siendo diputado durante tres periodos consecutivos, colocado por Balaguer en la presidencia de la cámara baja en 1994, desde donde hizo causa común con el reformismo heredero del trujillismo en la diatriba contra Peña Gómez y el cambio congresual del 50+1 para cerrarle el paso al líder perredeísta luego de que éste se transara por el 45% para poder ganar las elecciones. En lo adelante el camino de la alianza del PLD con el balaguerismo estaría despejado. “El camino malo está cerrado” dijo Balaguer como sello de la alianza que todavía perdura.
La genealogía del danilismo tiene como cantera su penetración en los órganos del Estado, una estrategia que lo condujo a desbaratar los potentes movimientos sociales de los años noventa como la Central General de Trabajadores (CGT) con Nélsida Marmolejos a la cabeza, y el Movimiento Campesino Independiente (MCI), triturado por una comisión danilista encabezada por el hoy senador de Baní Winston Guerrero en alianza con la jerarquía católica.
La retórica de liberación nacional propagada por los jóvenes peledeístas en el campus de la UASD poco a poco fue cediendo el paso al camuflaje neoliberal, el mercadeo político y la protección del balaguerismo, en lo que sería un matrimonio sin divorcio con transfusión de sangre permanente que ha transformado al Estado en una máquina de destrucción.
Desde la perspectiva genealógica el danilismo puede ser caracterizado entonces como la encarnación más pura de la ideología de la apariencia propia de la pequeña burguesía dominicana, la maximización del simulacro como método de la acción política y la máxima expresión de la ambición de riqueza y de poder sin parámetro ético.
De esa manera, el danilismo puede prestarle cuadros políticos a Leonel Fernández para retirarlos en el momento oportuno, puede orquestar planes y maniobras para hacerlos aparecer como de otras autorías, puede robar y hacer aparecer a otros como los responsables del robo, puede hacer acuerdos y no cumplirlos, puede engañar, mentir, inflar y desinflar presupuestos, lanzar a los leones a figuras de su entorno y calcular fríamente el largo plazo. Se trata tal vez del grupo más tóxico y nocivo de los que han controlado el Estado por su capacidad camaleónica y porque en su accionar no conoce principios, valores ni escrúpulos.“el reto de la democracia dominicana es cómo enfrentar la tradición continuista encarnada en el danilismo”.
La más reciente de las jugadas del danilismo ha sido hacer aparecer a Leonel Fernández, a quien asumió como líder durante años por conveniencia propia, como el responsable de los desastres de los gobiernos peledeístas, tirándoselo a los tiburones con la intención de sacudirse las culpas propias. Prueba de ello es que el danilismo y sus legisladores fueron tan responsables como el leonelismo del contrato con la Barrick Gold pero Danilo se salió con la suya y en un acto de taumaturgia se desligó y hasta apeló al patriotismo para tirarle el pueblo arriba a la fiera herida. Igual lo sucedido con Bahía de las Aguilas, donde hizo parecer que los ministros leonelistas eran los responsables de su descuartizamiento cuando se sabe que precisamente han sido los danilistas los que desde siempre han apetecido ese negocio. Recuérdese que hasta hicieron saltar del Ministerio de Medio Ambiente al ministro Max Puig por oponerse a ese y otros negocios con las áreas protegidas. Asimismo, está su participación sempiterna en el cartel eléctrico, el negocio de las importaciones de alimentos, la orquestación del PEME y de las nominillas y el uso de las auditorías desde las alturas del poder para chantajear adversarios.
En síntesis, no se puede hablar de leonelismo sin danilismo pero sí de danilismo sin Leonel. Es este el juego de la nueva dialéctica de la política dominicana del presente, los danilistas han decidido cerrarle el paso al leonelismo y para ello ha diseñado una sofisticada estrategia en la que ha involucrado una parte importante de la sociedad civil, se ha recamuflado con tintes de sensibilidad social y ha aprovechado la lucha reinvidicativa que la sociedad dominicana ha protagonizado en la última década para recaucharse.
Pero en realidad se trata de un grupo sin nada que ofrecerle a la sociedad dominicana que no sea su práctica histórica, aunque el Presidente aparezca con la popularidad más alta que mandatario alguno pudiera tener. Hasta ahora le ha salido bien su gobierno epidérmico y el haberse montado en la palanca que le posibilitó la lucha del 4% del PIB para la educación. Con los 100,000 millones que esto supuso está sembrando el país de escuelas convirtiendo esto en su principal obra de promoción mediática, detrás nadie parece ver la tajada que se lleva el danilismo a los bolsillos. En el sector eléctrico se limita a la construcción de dos platas a carbón que, además de la contaminación del Valle de Baní, le suponen jugosos millones para su grupo. Mientras juega a la escondida en los temas institucionales, la corrupción y la impunidad (casos sentencia 168-13 y modificación del Código Procesal Penal), lo que es facilitado por la popularidad de Medina ofrendada como signo de éxito en los medios de comunicación.
Lo que muchos no alcanzan a ver es que la popularidad de un presidente en el siglo XXI es líquida en tanto puede subir como bajar como las olas del mar. En ello intervienen una combinación de factores sicológicos, de estado de ánimo, propulsión e intereses mediáticos y contradicciones políticas y económicas que se juegan en la dialéctica de Leonel la fiera y Danilo el manso corderito. Como toda dialéctica lo único permanente en política es el cambio aunque no se perciba en lo inmediato. La popularidad de Danilo no es muy distinta a la que en su momento tuvieron presidentes como Berlusconi en Italia, Sarkosi en Francia, Menen en Argentina, Leonel Fernández en el país.
El reto del danilismo es cómo asegurar su continuidad en el gobierno, evitando el retorno de Leonel Fernández en el 2016. Ninguno de los funcionarios que han salido al ruedo pueden competir con el León y todos lo saben, en especial Danilo, quien para continuar en el poder más allá de 2016 se vería obligado a modificar la Constitución del 2010, una acción que no solo conlleva un alto riesgo político sino que, además, implica un elevado monto económico para comprar legisladores. Aun así, del danilismo los dominicanos podemos esperar de todo, pues se trata de un grupo que representa nítidamente la podredumbre a la que ha llegado el Estado dominicano y su sistema político.
Ante esta situación, el reto de la democracia dominicana es cómo enfrentar la tradición continuista encarnada en el danilismo y su igual contrario, el leonelismo, provocando las transformaciones sociales necesarias para desbloquear el sistema político. El reto requiere que la oposición sea capaz de impulsar movilizaciones ciudadanas masivas para romper la imagen que de su gobierno ha instaurado el danilismo, reflejando el descontento generalizado que subyace en el país, pero que no encuentra expresión política en los actores tradicionales de la oposición. Para enfrentar la política ilusionista del danilismo hay que hacer temblar la base de la gobernabilidad peledeísta que le sustenta. http://nuestrotiempo.com.do/2014/04/21/que-es-el-danilismo/
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