Cómo mataron a John Percival
Sábado, Dic 31 2016 Nacionales tony sosa/blogspot
Ángel Lockward
- Bang – El disparó, a pesar del ruido del motor encendido del jeep, de los pitidos y ruidos del exterior de la marquesina, sonó en solitario, la luz del cañón del arma fue lo último que Percival, el ex militar buscado por varios asaltos, el enemigo público número uno, miró.
Ya tenía múltiples disparos en el cuerpo, posiblemente no sobreviviría a ellos, empero, éste, apago su sistema, pues entró por la frente el miércoles a las 5:00 pm, 28 de diciembre.
El final de la historia se inició dos días antes, tras el espectacular asalto a las 7:30 pm, a un camión blindado que transportaba dinero de la sucursal del Banco Popular de Plaza Lama, un atraco poco productivo, RD$ 3.7 millones de pesos y USD$ 25 mil dólares no era botín para el despliegue de recursos necesario para ejecutarlo.
Entraron disparando armas largas a un centro comercial, lleno de público en plena navidad, hirieron a dos custodios y causaron un pánico descomunal que pronto las múltiples cámaras de seguridad y celulares de los clientes subieron a la redes sociales. La gente a grito pedía sus cabezas, aquello estaba llenos de niños, ancianas, mujeres.
En las primeras imágenes y fotos subidas la prensa de inmediato asoció la imagen del hombre fuerte y barbado que dispara un fusil M-16 en contra de los guardias de seguridad con el ex capitán Percival Matos imputado de un asalto poco antes en otro centro comercial y, de quien se filtró a los medios que se había ido del país a través de la frontera con Haití, luego de indicar en varias ocasiones que se negociaría su entrega.
Aquello le puso la tapa al pomo, ya no se trataba de un simple delincuente, era el enemigo público número 1. Quizás el más asombrado era quien ahora se sentía el más engañado y por eso, estaba encolerizado por doble motivo. - Tienen 24 horas para traerlo o serán sus cabezas las que rodaran, sentencio a las 8:00 pm, del día siguiente.
El Presidente de la República termina sabiendo que en muchos casos, las bandas organizadas más eficaces se montan con miembros de las fuerzas del orden, con ex miembros de estas o con cobertura y de información de ellas, de otra forma, les es imposible operar. También sabía que esa protección termina cuando hay una orden política definitiva porque nada aterra más a un oficial policial o militar que perder el quepis: sin la ropa pasan al anonimato o a ejercer el ridículo en la política. Aquellos jerarcas policiales, militares y de los servicios de inteligencia, salieron asustados, con 24 horas para traer, no recordaban bien si vivo o muerto, a los asaltantes, en particular, a uno, ya identificado, Percival.
Aunque desde luego, muerto, evitaba problemas a todos y, por el momento, la prensa y la ciudadanía no se manifestaban en contra: La cacería empezó para ellos a partir de ese momento. La huida, que terminó con el disparo en un motel de Bonao, empezó antes. El grupo encabezado por Percival, que disparó y tomo las valijas, desde luego que operó con cuando menos seis u ocho de los miembros de la banda, que tras el atraco, inmediatamente, tomo parte del dinero, que no podía ser transportado en la motocicleta, en donde aún llevaban además, los fusiles, procediendo a quitar los “localizadores de las valijas” que dejaron a lo largo del camino de la huida para despistar, en este caso, como no era dinero de cajeros, podían prescindir, por el momento del dinero marcado que estos usualmente tienen para rastrear robos.
Según parece la huida los llevo a Los Próceres, en donde abordaron una jeepeta camino a los moteles de la Autopista 30 de mayo. No llegaron a ellos, los radios de la policía colocados en el vehículo y de los organismos de armados, cedidos no se sabe por quién, les indicaron que se había montado un operativo de persecución que incluía esa zona. Voltearon hacia San Cristóbal, en donde después de varias peripecias, pernoctaron, en Cambita en una casa segura. Las fuerzas del orden y las diversas agencias de inteligencia del país andaban frenéticas detrás de ellos, esta vez, según advertían, la cosa iba en serio en virtud de las informaciones que recibían por la radio de esos mismos organismos, solo de la DNCD – gracias a los gringos- , no tenían información, ni de ella, disponían de equipos.
Ahora el vasto operativo se dirigía hacia la parte sur de la provincia de San Cristóbal por lo que decidieron irse al Cibao, en donde ya antes se habían guarecido. La casa de la joven citada por la prensa, Ana Iris, como compañera sentimental del acosado asaltante, vivía allí, empero pronto se dieron cuenta de que estaba bajo vigilancia; optaron por la opción usual, ir a un motel. Usar moteles, establecimientos que son impersonales, por menos de 24 horas había sido su modus operandi acostumbrado: esperaban en ellos que se calmaran las cosas, siempre yéndose antes de esa cantidad de horas, así de uno en otro, pasaban varios días.
Todos, llegaron en el jeep e ingresaron a un habitación. Poco después, varios de ellos, con la joven, se fueron en un taxi que solicitaron y uno de ellos, más sabio, se marchó a pie. Luego, de camino a Santiago, compraron otra jeepeta en RD$ 650 mil pesos, cuyo vendedor, de inmediato informó al Comando Regional de la Policía. No obstante por confusiones de placa de exhibición que es un simple papel y color, al día siguiente, ella logró llegar a la capital y entregarse. El líder del grupo operativo se quedó solo, estaba cansado, estresado y por primera vez, preocupado.
Esta vez la comunicación con los demás miembros de la banda, de apoyo y planificación, era difícil o estaba interrumpida, posiblemente, le habían dejado solo.
Él se sentía relativamente seguro, por las radios colocadas en su vehículo, sabia en cada momento por donde andaban sus perseguidores, podía adelantarse algunos pasos y evadirlos hasta que las cosas se calmaran, como antes.
Sabía cómo manejar las comunicaciones para no ser localizado por GPS satelital, triangulación o cualquier otro método. Se quitó la ropa y se preparó para ir al baño. Sin embargo, lo que no sabía era que los equipos radiales de comunicación utilizados por las fuerzas del orden y seguridad, incluidos los que él tenía, disponían de un localizador que las agencias extranjeras podían activar para ubicarlo, desde luego, tampoco sabía que desde su llegada a la cabaña un equipo de inteligencia ubicó su posición y pidió un equipo táctico ubicado en Villa Altagracia, compuesto por miembros de los servicios de seguridad, que, al momento de él entrar al baño, ya estaba listo para actuar.
Antes, ya un miembro se había colado al techó, otro, delgado, de baja estatura y coraje, estaba listo para ingresar por la abertura de pago de cuentas con una bomba lacrimógena y dos grupos a ambos lados de la salida del garaje, se ubicaron para cuando intentara salir. Su oído entrenado oyó caer la bomba y su condición física y disposición activa le permitió agarrarla, abrir la puerta del garaje y lanzarla, lo que le daba algunos segundos para buscar su propia mascara de gas, utilizada en algunos “trabajos previos”; no alcanzó a localizarla a tiempo y se decidió, en medio de la apremiante situación y seguro de que se trataba de una operativo definitivo para eliminarlo, por una toalla mojada, para evitar los primeros efectos del gas que ya cubría de penumbra el garaje. Pistola en mano, subió al jeep y encendió el motor, previo accionar el botón para que abriera la pesada y lenta puerta metálica a control remoto del garaje. Iba casi desnudo.
Desde el momento en que pudo ver que el jeep cabía por la abertura, dio a la reversa esperando ver agentes detrás – pensaba arrollarlos -, no los vio, pero sacada la mitad del vehículo escuchó los primeros impactos de bala y sintió algunos ardores como de alfileres que se clavaron en diversas partes de su cuerpo. Tenía una tercera parte del todoterreno fuera y escondido, disparo dos veces, a nadie, no podía ver apretujado, doblado en dos para evitar impactos en la cabeza, cuando desde el techo, algo cayó sobre el vehículo y lo distrajo una milésima de segundo – el nunca sabría que se trataba de un block de concreto lanzado por el agente que estaba en el techo -.
Otra andanada de disparos provino del otro lado del jeep, nuevos alfileres le pincharon y un líquido caliente empezó a mojar su cuerpo cuando de pronto vio al pequeños agente que habiendo salido de la habitación, le apuntaba directo, era el único que estaba en el garaje, estaban solos ellos dos.
Él no podía escuchar lo que preguntaba el agente por la radio - ¿Pedía ordenes, estaba dudoso – se preguntó -? El ya no era un peligro, los impactos de bala le impedían moverse y el jeep no había forma de sacarlo de allí, estaba rodeado. Pero sabía que era un peligro, nadie le quería vivo. Nunca supo lo que ordenaron al agente que le apuntaba, ni si le ordenaron. - Bang – vio salir la bala del cañón -.
Allí termino una vida que debió tener mejor suerte, sabia que no había hospital esperandólo.
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