ANÁLISIS
Un gallo al frente de la Asamblea
Henry Ramos Allup, nuevo presidente del Parlamento venezolano, es considerado por Estados Unidos como una "reliquia del pasado"
JUAN JESÚS AZNAREZ 9 ENE 2016 -
Considerado por Estados Unidos una "reliquia del pasado", la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) tendrá sus razones para haber designado a Henry Ramos Allup presidente
de la Asamblea Nacional de Venezuela. Su impetuoso carácter
probablemente sea una de ellas porque se avecinan choques con un
chavismo en minoría, miliciano, resentido por la pérdida de una Cámara
que fue de su propiedad. Su nombramiento indica que la invocada
reconciliación nacional tardará en llegar. La confluencia de los astros
es adversa: Nicolás Maduro sigue
pendenciero y el nuevo rector parlamentario también es testicular y
escorado hacia la imposición y la miopía durante sus años de secretario
general de Acción Democrática (AD).
La
diplomacia norteamericana destrozó personal y políticamente a Ramos en
un documento secreto filtrado por Wikileaks hace cuatro años. El
entonces embajador de Estados Unidos en Caracas, William Brownfield,
escribió en 2009 que el principal problema de Acción Democrática tenía
un nombre, Henry Ramos, y que el principal partido de la oposición en
Venezuela se dirigía hacia ninguna parte. "Su líder no tiene
imaginación, es fanfarrón e incluso repelente. En lugar de buscar la
unidad [contra Chávez] insulta a los representantes de los otros
partidos". El funcionario le imputó haber abogado por la abstención
opositora que en las elecciones de 2005 permitieron a Hugo Chávez copar
la Asamblea Nacional. Esa abstención tuvo consecuencias: el oficialismo
aprobó todos los proyectos de ley e iniciativas enviadas por el
Ejecutivo.
Acción Democrática,
socialdemócrata, miembro de la Internacional Socialista, es una de las
dos formaciones venezolanas, junto COPEI (democristiana), que
controlaron las instituciones hasta la victoria de Chávez en las
generales de 1998. La corrupción y clientelismo de esos partidos,
desbordados por otros más actualizados, acabaron hartando a los
venezolanos, que también se hartaron del desgobierno bolivariano. En los
años de orfandad opositora, el encargado de negocios, John Caulfield,
redactó otro informe sobre una reunión mantenida por el consejero
político de la embajada con varios dirigentes antigubernamentales, a los
que aconsejó que jubilaran a la desacreditada vieja guardia de AD.
Ramos
Allup, de 72 años, se negó en redondo y sacó de quicio al director de
la oficina de asuntos andinos, Phillip French, que golpeó la mesa con
los puños y cargó contra Ramos, cuya principal estrategia fue
desembarazarse de rivales y recabar la ayuda de la comunidad
internacional y entrevistas periodísticas a conveniencia. "Ramos es tan
fanfarrón como poco imaginativo", escribió.
Posiblemente,
la dirección de la MUD haya llegado a la conclusión de que en los
abrasivos tiempos que se vienen, nada mejor que quemar a un hombre ya
calcinado, dispuesto a gallear en un hemiciclo susceptible de
convertirse en cuadrilátero. El relevo de mayorías legislativas hubiera
sido rutinario en una democracia asentada, no en Venezuela,
subdesarrollada institucionalmente, donde los conceptos de legalidad y legitimidad siguen a la greña y el sentido de Estado no abunda.
La
democracia fue envilecida o distorsionada por el bipartidismo de AD y
COPEI, el caudillismo de Chávez y por la mala copia que le sustituyó a
su fallecimiento. Todo ha sido bronca, despilfarro e improductividad. Lo
lógico hubiera sido que el nuevo presidente de la Asamblea Nacional
fuera un hombre de consenso y diálogo, un operario de la conciliación nacional,
y no un púgil dispuesto a seguir cruzando guantes con quienes los
tienen calzados desde hace 15 años. Pero la lógica es otro bien escaso
en el Orinoco.
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/01/08/america/1452282941_455430.html
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