Voluntad presidencial versus corrupción estructural: caso inmigración
La respuesta del presidente Abinader deja bien en claro que el control de la inmigración ilegal no es cuestión del gobierno haitiano; impotente ante el caos y la miseria.
Igual ocurre en Europa y naciones desarrolladas; basta con que las autoridades locales no tengan capacidad o decisión en cuanto detener la inmigración ilegal o irregular.
Luego de derrotados por nuestras tropas en Azua y Santiago, en 1844, y de la matanza de la tiranía en 1936, ningún haitiano quiso retornar a nuestro territorio, hasta ser contratados por empresas azucareras estadounidenses, y, luego, del gobierno y del sector privado, y por sectores agrícolas. Y en años recientes por las industrias de la construcción y el turismo.
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No obstante, la mayor y más reciente causa migratoria hacia RD en la última década han sido los privilegios forzados por organismos internacionales, que creyendo así resolver de forma rápida y ligera la crisis humanitaria de Haití en territorio dominicano, han estimulado y protegido la inmigración ilegal a RD.
Nunca ha sido cuestión de racismo ni de xenofobia. Los dominicanos hemos demostrado que somos de los pueblos con más capacidad de convivencia con los haitianos y con cualquiera inmigrante, siempre que no nos amenacen nuestra identidad y nuestra nacionalidad. Ni creen situaciones de desorden ni delincuencia generalizadas.
Lo que el gobierno, finalmente, ha declarado que hará, deberá abarcar a inmigrantes ilegales de otras naciones, indocumentados, obligados a las peores condiciones laborales y sociales en sus respectivos países.
Los haitianos son caso aparte ya que tienen culturas e idioma muy distintos al nuestro, excepto las minorías cristianas que forman iglesias y permanecen en orden y paz en convivencia con sus vecinos dominicanos.
Aunque ningún dominicano tema que ellos, los haitianos, alguna vez osen sublevarse en nuestro territorio, su presencia masiva y sin control molesta y crea temores individuales por razones evidentes: muchos de ellos no pueden auto-identificarse; carecen de documentación, lo que les facilita delinquir y escapar con gran facilidad; y suelen andar, como los militares, con sus “machetes de reglamento”.
También abundan los de un historial de violencia y salvajismo que incluye la antropofagia y otros patrones culturales que acaso a algunos antropólogos y folkloristas pueden parecerles atractivos e interesantes.
El problema no es, pues, con el paupérrimo, precario y débil gobierno de Haití a cargo de personas cultas, a menudo más que nosotros negros y mulatos de excelentes modales y estilos de vida sofisticados (y que no se las dan de negritos chulos y sabrosos).
Mayormente, el problema ha sido estructural: la emigración de dominicanos de clases trabajadoras, rurales y urbanas y su sustitución por demanda de mano de obra barata y legalmente indefensa, contando con irresponsable actitud de nuestras autoridades y los poderosos intereses de empresarios criollos y extranjeros y el proteccionismo amarillista de entidades multinacionales.
El problema quedaría resuelto cuando el Gobierno logre ponerse de acuerdo con el empresariado local y mantener una inmigración sujeta a contratos previos, para que, una vez regularizados, no se conviertan en sindicatos con exigencias inmanejables.
https://hoy.com.do/voluntad-presidencial-versus-corrupcion-estructural-caso-inmigracion/
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