La pandemia del COVID-19 nos ha metido en una verdadera tormenta. Casi en una tormenta perfecta. ¿Cómo podemos salir rápido de ella? Es la pregunta que todo se hacen.
La respuesta más fácil, es decir, CON LA VACUNA, pero eso durará mucho tiempo.
Mientras tanto, si se opta por darle a la salud la máxima prioridad, obviando cualquier costo, entonces la pobreza, el desempleo y el hambre se extenderán como pólvora y eso tendrá consecuencia en la salud y la mortalidad de muchos dominicanos sin contraer el virus. Porque si no te mata el virus te mata la desesperación, el stress, la impotencia, las deudas y el hambre para muchos.
No sabemos cuál de las dos cifras será mayor en términos de fallecimientos. Si la del virus o la económica. Recordemos que la letalidad de la pandemia es de alrededor de 1.5%.
Pero si se cambia la estrategia dándole a la economía un respiro excesivo a costa de un alto riesgo de expandir la enfermedad, eso igualmente tiene un costo. Mas infectados y más muertes.
¿La pregunta es cuál es el óptimo mejor para salir con el menor daño posible de la tormenta?
Aplicando la teoría de Pareto, (gran filósofo y economista Italiano, nacido en Francia en el siglo pasado) que establece que si una de las condiciones necesarias para lograr un óptimo de Pareto no es obtenible, las otras, a pesar de ser teóricamente posibles, dejan de ser deseables. En otras palabras, “si una de las condiciones para lograr el óptimo de Pareto (que sería un punto de equilibrio ideal entre la salud y la economía) no es lograble, sólo es posible conseguir un óptimo abandonando las otras condiciones. El óptimo así logrado puede ser llamado el Segundo Mejor porque se logra sujeto a un constreñimiento que, por definición, previene el logro de un óptimo de Pareto"
¿Entonces cuál es la segunda mejor alternativa aplicando el principio de Pareto? Ahí está el detalle como diría Cantinflas.
Si la salud es lo primero y lo demás no importa o viceversa, no cumplen el óptimo de Pareto entonces busquemos una opción Intermedia que si la cumple. O sea, una Segunda Mejor. Eso ha tratado de hacer el Gobierno de Abinader, pero quizás el balance correcto no lo hemos alcanzado.
No creo que haga mucha diferencia cerrar todo a partir del mediodía los fines de semana que hacerlo a partir de las 6:00 de la tarde con circulación hasta las 8:00 p.m. Tampoco cerrar en los días de semana a partir de las 5:00 de la tarde (con circulación hasta las 8:00 p.m.) que hacerlo a partir de las 9:00 de la noche con circulación hasta las 11:00 p.m.
Porque si no se reactivan las actividades en hoteles, bares y restaurantes y una parte del sector de entretenimiento (ambos con sus protocolos correspondientes), vamos a seguir correteando por el sendero de la recesión económica.
Expandir el horario de apertura le daría un respiro a la economía quizás con algún costo para la salud, pero no tan significativo ya que los principales focos de infección no se producen en la mesa de un restaurante manteniendo la distancia.
Y decimos esto porque aun con los horarios actuales del toque de queda la gente sigue en la calle, esperando el metro, comprando alimentos, buscando un transporte colectivo, cherchando en las noches o caminando de prisa para que no lo atrape la policía. Violan constantemente el toque de queda y nadie respeta el distanciamiento, aunque el uso de la mascarilla se haya generalizado.
Son horarios muy difíciles de cumplir porque la gente no aguanta más. Miles de negocios tampoco. Y los que han perdido su empleo mucho menos.
Y la muestra es que aun con todas esas medidas el número de infectados no baja y eso no se debe a los horarios sino a la indisciplina. Pero eso no cambiara fácilmente porque tenemos un cordón de miseria alrededor de los grandes edificios del centro de la ciudad, que mucha gente ignora. Y lo ignora porque nunca se han dado una vuelta por esos barrios.
Ahí la gente no puede actuar con la misma disciplina a como lo hace una persona que vive en un apartamento en Naco o Bella Vista. Son gente que buscan el peso día a día, que no saben si van a comer mañana o podrán alimentar a sus hijos.
Mucha de esas personas no muere de hambre por las ayudas gubernamentales, que son limitadas, aunque cumplen su función. Así que no le pidamos a esos dominicanos pobres que cumplan esos horarios a costa de su supervivencia. Simplemente, nunca lo van a hacer.
Eso nos conduce a ser más flexibles con los horarios donde se alcance un Segundo Mejor sin pretender el óptimo de Pareto.
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