miércoles, 21 de octubre de 2020

Enseñanzas del proceso boliviano _ Por CÉSAR PÉREZ

ÁGORA

Enseñanzas del proceso boliviano

De estos, los Estados Unidos se llevan la palma, pero no pueden hacerlo sin tener sus caballos de troya, sus cabezas de puente: las oligarquías locales, falsamente nacionalistas, que luchan codo con codo con los imperios para mantener unas estructuras productivas que marginan sus pueblos del disfrute de sus riquezas.

Por CÉSAR PÉREZ 

La contundente victoria del candidato presidencial del Movimiento al Socialismo, MAS, en las recientes elecciones en Bolivia, constituye una lección para Evo Morales, la dirección de ese partido, para la clase política boliviana y de toda la región, incluyéndonos nosotros como país. El carácter concluyente de esa victoria, poco tiempo después de que Evo y su partido fuesen expulsados del poder, expresa la profundidad de las transformaciones que, sobre todo en el orden social, produjo el MAS en la sociedad boliviana. Enseña también que, para ser sostenible, todo proyecto de cambio debe descansar fundamentalmente en una sólida política económica, de participación y de| inclusión social.

Luis Arce, economista de izquierda quien condujo esa política, es el hoy presidente electo de ese país y su vicepresidente David Choquehuanca, de los fundadores del MAS, de la etnia aymara y de fuerte arraigo en las bases indígenas de ese partido. Nada casual. Más que en grandes cambios estructurales en el aparato productivo, el énfasis principal en la conducción de la economía boliviana se centró en el gasto público en educación y salud, que son áreas donde con mayor crudeza se expresa la pobreza. Igualmente, durante los gobiernos de Evo Morales se produjo un significativo incremento salarial de los trabajadores del sector formal y para eso jugó un papel esencial la tradición de las luchas del MAS por la inclusión social.

El producto interno bruto creció un 327% en los últimos 13 año, lo cual se reflejó en la mejoría de las condiciones de vida de la población más pobre. En el 2005 la pobreza era de un 65%, igual que Honduras, sólo superado por Haití; en los primeros 12 años de gobierno de Evo, siendo Luis Arce ministro de economía, ese nivel de pobreza se redujo a un 35% y la pobreza extrema, de un 38% se bajó a un 17%. Del 2006 al 2017, el ingreso anual per cápita se triplicó, pasando de 1.120 dólares a 3.130. La deserción escolar primaria se redujo del 6,5% al 1,8; se estableció la Renta de la Dignidad, una paga a los mayores de 60 años, jubilados o no; la esperanza de vida subió de 64 a 71 años, un sólido indicador de la mejoría de las condiciones de vida de los pobres y de las capas medias.

El control del Estado sobre sus recursos mineros y energéticos permitió financiar esas y otras reformas sociales. Además, por una Constitución que consigna la democracia representativa, participativa y comunitaria como pilares del poder. Ahí radicaba la fortaleza del proceso transformador, no sólo en la figura de Evo como éste lo creyó, al desconocer los resultados del referendo que impedía su repostulación, imponiéndola contra el sentir de su partido. No entendió que nadie es imprescindible y que la única garantía para que un proceso de cambio sea éxitos y sostenible es la profundidad de las transformaciones sociales, económicas y políticas logradas en ese proceso. El inapelable triunfo de Luis Arce lo demostró.

Esa profundidad, diferencia el proceso boliviano de otros de signos progresistas de la región, siendo determinante para que el MAS volvería rápidamente al poder venciendo el ancestral odio racista y clasista de la oligarquía boliviana. Todo imperio es enemigo de los procesos de transformaciones sociales orientados hacia la inclusión social y la ruptura de las estructuras económicas favorables a los pueblos. De estos, los Estados Unidos se llevan la palma, pero no pueden hacerlo sin tener sus caballos de troya, sus cabezas de puente: las oligarquías locales, falsamente nacionalistas, que luchan codo con codo con los imperios para mantener unas estructuras productivas que marginan sus pueblos del disfrute de sus riquezas.

Esa colusión siempre formará parte de las conspiraciones y acciones que determinan el impedimento o interrupción de una voluntad de cambio. Sin embargo, al momento de analizar una experiencia como la vivida por Bolivia en los últimos años, tiene mucha importancia el análisis de las condiciones en que esta discurrió y en los errores que cometieron sus fuerzas impulsoras. En ese país, la colusión imperio/oligarquía fue, en última instancia, factor de primer orden en la interrupción momentánea del proceso, pero resulta erróneo minimizar los errores que se cometieron durante su conducción.

En este caso, lo más importante es destacar que el proceso boliviano, entre otras enseñanzas demuestra que no pueden hacerse grandes transformaciones sociales sin el control determinante del Estado sobre los grandes recursos mineros y energéticos nacionales (en ese o en un caso similar), sin situar la gente como principal sujeto de cambio y sin respetar la voluntad popular que expresen las urnas, la libertad de opinión y las opciones personales que en nada afectan la esencia de un determinado proceso de cambio.

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CÉSAR PÉREZ

Sociólogo, urbanista y municipalista

Sociólogo, municipalista y profesor de sociología urbana. Autor de libros, ensayos y artículos en diversos medios nacionales y extranjeros sobre movimientos sociales, urbanismo, desarrollo y poder local. Miembro de varias instituciones nacionales y extranjeras, ex director del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y ex dirigente del desaparecido Partido Comunista Dominicano, PCD.

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