México en Venezuela: la diplomacia puede evitar la violencia
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CIUDAD DE MÉXICO — Frente a la complejidad y el ritmo acelerado que ha cobrado la situación en Venezuela durante las últimas semanas, es necesario precisar los matices de la postura del gobierno de México sobre la crisis que vive hoy el país. En distintos escenarios hemos reiterado nuestra convicción por el diálogo: México suscribe la avenida del acuerdo y de la mediación como hoja de ruta para el futuro inmediato en Venezuela.
En un contexto de violencia, tensiones y retórica incendiaria, pensamos que la diplomacia es la mejor alternativa para evitar el conflicto y construir una paz democrática en Venezuela.
El 23 de enero, el día en que Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, se juramentó como presidente encargado de Venezuela, el gobierno de México volvió a reiterar su convicción por el diálogo e hicimos un llamado, junto con el gobierno de Uruguay, a una negociación diplomática que incluya a toda la comunidad internacional.
El 7 de febrero hemos convocado una conferencia internacional en Montevideo para invitar a otros países hermanos y organizaciones multilaterales a materializar el diálogo que proponemos. Esperamos que este esfuerzo sea acompañado por más naciones y avanzar en conjunto para llegar a una resolución pacífica a la actual disputa en Venezuela. Mientras mayor respaldo internacional tengamos, esta misión diplomática aumentará sus posibilidades de éxito.
A lo largo de nuestra historia, los mexicanos hemos enfrentado episodios de intervencionismo extranjero y de confrontación abierta entre distintas facciones en el interior del país con consecuencias que dañaron profundamente a nuestra nación. Es por ello que, desde nuestra experiencia histórica y a partir de nuestros principios constitucionales, México ha optado por la diplomacia.
Lejos de ser un instrumento anacrónico, nuestra arquitectura constitucional provee un esquema vigente sobre cómo actuar en Venezuela: no intervención, solución pacífica de controversias, proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza, promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y seguridad internacionales. Estos pilares marcan los grandes trazos de nuestra política exterior.
La doctrina Estrada —que ha sido parte de la política exterior mexicana desde la década de los treinta y se incorporó a la Constitución en 1988— es una pieza clave para entender nuestro posicionamiento actual. La tesis sostiene que es la sociedad de cada país, y no un actor extranjero, quien debe dictar su forma de gobierno. Por lo tanto, México no otorga reconocimiento a los gobiernos en controversia, por considerar que esto menoscabaría la soberanía de dicho país y de su pueblo. Así que la dirección que marca nuestra Carta Magna con respecto a Venezuela es clara: abogamos por una salida pacífica y democrática, determinada por el pueblo venezolano, con pleno respeto a los derechos humanos.
En la misma línea, la doctrina indica que la cancillería se limita a mantener o retirar a los representantes diplomáticos de México en el exterior, y no a reconocer o desconocer gobiernos per se. En este sentido, el gobierno de México no reconoce ni desconoce al actual gobierno de Venezuela ni manifestamos nuestro apoyo hacia un bando u otro.
En sintonía con nuestra convicción por la interlocución en Venezuela, mantenemos nuestro interés de participar activamente en el Grupo de Lima, del que México es parte. En la reunión ministerial del Grupo de Lima del 4 de enero puntualicé nuestra preocupación por la situación del respeto de los derechos humanos y la vulnerabilidad económica y social por la cual atraviesa Venezuela. Pero también reiteré la posición de México: abogar por una salida pacífica a través de un diálogo incluyente con todos los actores involucrados.
Así que siguiendo la misma línea de las declaraciones del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, y convencidos como estamos de que la vía para solucionar un conflicto prolongado es la negociación, invitamos, con el gobierno de Uruguay, a un proceso de conversación.
Con el respaldo del bono democrático que ha recibido el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, y desde el más profundo respeto por la soberanía venezolana, México se ofrece como interlocutor entre ambas partes, en cualquier modalidad que favorezca una solución pactada en Venezuela. Como ha dicho antes el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, México tiene un interés genuino en tender puentes, siempre y cuando ambas partes consientan y apoyen nuestra intención de edificar acuerdos a través del diálogo.
Somos conscientes de la complejidad para alcanzar un desenlace pacífico en Venezuela y conocemos los resultados insatisfactorios de los ejercicios de negociación previos. No obstante, las circunstancias en el interior de Venezuela y a nivel internacional han cambiado de forma significativa en los últimos días, por lo que los fracasos anteriores no deben desalentar un nuevo intento.
El éxito más contundente de la diplomacia, quizá su propósito más elemental, es la solución de disputas por la vía pacífica; la inteligencia del diálogo que forja consensos entre posturas contrarias. En escenarios fragmentados, como el venezolano, los acuerdos entre las partes son válvulas de escape que permiten un pacto futuro hacia la paz.
La victoria de la diplomacia es la derrota del conflicto armado, tanto a nivel internacional como interno. La importancia de una solución pactada y la urgencia del diálogo que proponemos radican en evitar la violencia.
Hoy más que nunca son pertinentes los principios centrales de política exterior mexicana en nuestra región. Aplicados con seriedad, son la mejor apuesta para encauzar a la actual disputa venezolana hacia una resolución democrática y de paz.
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