La atractiva y cautivante Ciudad Colonial
A medida que se van concluyendo los trabajos de rescate y restauración de la Ciudad Colonial del área llamada Ciudad Ovandina más se refuerza el orgullo en la mayoría de los dominicanos de ver su más preciado tesoro del siglo XVI que ha ido recuperando su esplendor perdido.
Es un encanto y orgullo recorrer esa llamada Ciudad Ovandina con buena parte de sus edificaciones reconstruidas y maquilladas para alcanzar su esplendor original. Ahora hay cientos de personas que trabajan y pasean por sus calles reparadas. Existe una presencia masiva de extranjeros, unos haciendo negocios como los haitianos y sudamericanos, y hay otros como los sajones y portorriqueños en plan de turismo cultural y gastronómico atraídos por el llamado de los numerosos centros de diversión y de comida donde la alegría típica dominicana se contagia a raudales. Y pese a la incomodidad del estacionamiento zonal y los peligros que encierran las agresiones de los antisociales.
Ya la Ciudad Colonial con un hermoso maquillaje es una realidad, que con grandes tropiezos, ha logrado que poco a poco se le devuelva su brillo e importancia histórica y económica. Esto se observa de cómo los hospedajes pequeños son una oferta con precios para turistas, lo cual confirma que existe la demanda para alojamiento. Y eso que son numerosos los obstáculos burocráticos más absurdos que atraviesan para desencantar a los propietarios e inversionistas. Hasta para pintar una pared del baño o colocar cerámica en las paredes se convierten en una odisea de duración exagerada. Y es que las autorizaciones se dificultan cuando choca con el ego del funcionariado, que con gesto de supuestamente hacer un favor alarga en el tiempo y en el dinero cualquier trabajo que se debe llevar a cabo en la zona ovandina.
Y lo anterior lo hemos visto recientemente de cómo se acabó de hundir un piso en el hospital Padre Billini que desde hacía tiempo se conocía de su peligro. Y esperando inspecciones, evaluaciones y autorizaciones de los técnicos colonialistas, llegó el derrumbe. Afortunadamente no hubo accidentes humanos ni de equipos. Ese conocido caso refleja toda una política de dilatar autorizaciones por la lentitud para acudir en rescate en una zona que, pese a su belleza, posee numerosas estructuras en condiciones de peligro de derrumbe. Y con el tiempo que pasan los técnicos para tomar una decisión, ocurre la tragedia. Es una inercia paralizante por el desinterés de muchos expertos, que aun perteneciendo a un sector muy militante y celoso de las estructuras coloniales, no proporcionan la atención adecuada y rápida. Es ya una política del paso de jicotea que afecta toda la adecuación de la Ciudad Colonial. Hasta ahora el rescate abarca la llamada Ciudad Ovandina quedando fuera otras zonas intramuros como Navarijo (Siglo XIX), San Lázaro, San Miguel y San Antón. En menor escala Santa Bárbara y La Atarazana ha estado incluidas en las labores de recuperación de viejas estructuras de gran valor. Los inmuebles de los barrios no intervenidos están conformados por estructuras del siglo XX y a merced de ver paredes y techos con muchas grietas y grandes filtraciones presentando condiciones muy peligrosas. Los dueños no se atreven a reparar nada so pena de verse penalizados por las autoridades responsables que no agilizan las autorizaciones a quienes necesitan reparar su propiedad.
La Ciudad Colonial poco a poco se ha ido consolidando como un lugar de gran atracción y lo demuestra el movimiento humano que circula por las áreas más atractivas como la peatonal calle El Conde y el parque Colón con su vecina y magnífica Catedral de Nuestra Señora Santa María de la Encarnación que con su Museo Eclesiástico se han convertido en una atracción de gran valor. El trencito que circula por algunas calles le da un toque pintoresco y permite a los visitantes disfrutar de un paseo y conocer al vuelo la historia de las construcciones ya restauradas.
Los trabajos de rescate de la Ciudad Colonial han sido un refuerzo para la economía y han estimulado la atracción que existe por tantos lugares de disfrutar de la buena música o del buen comer. Cada noche esos sitios se ven repletos de clientes en su mayoría jóvenes que encuentran en esas viejas casas antiguas y acondicionadas para servirle de lugar de comer o de beber. Así se completa un panorama de gran importancia para darle vida a la zona colonial que tan solo hace unos pocos años era una zona muerta después de las nueve de la noche por la poca abundancia de sitios de diversión y la escasa circulación de transeúntes. Pero ya han surgido los hoteles boutiques, que con pocas habitaciones, tienen una oferta especializada de buena demanda para clientes especiales atraídos por un ambiente colonial íntimo. Esa atracción ha permitido multiplicar tales pequeños hospedajes.
Es un encanto y orgullo recorrer esa llamada Ciudad Ovandina con buena parte de sus edificaciones reconstruidas y maquilladas para alcanzar su esplendor original. Ahora hay cientos de personas que trabajan y pasean por sus calles reparadas. Existe una presencia masiva de extranjeros, unos haciendo negocios como los haitianos y sudamericanos, y hay otros como los sajones y portorriqueños en plan de turismo cultural y gastronómico atraídos por el llamado de los numerosos centros de diversión y de comida donde la alegría típica dominicana se contagia a raudales. Y pese a la incomodidad del estacionamiento zonal y los peligros que encierran las agresiones de los antisociales.
Ya la Ciudad Colonial con un hermoso maquillaje es una realidad, que con grandes tropiezos, ha logrado que poco a poco se le devuelva su brillo e importancia histórica y económica. Esto se observa de cómo los hospedajes pequeños son una oferta con precios para turistas, lo cual confirma que existe la demanda para alojamiento. Y eso que son numerosos los obstáculos burocráticos más absurdos que atraviesan para desencantar a los propietarios e inversionistas. Hasta para pintar una pared del baño o colocar cerámica en las paredes se convierten en una odisea de duración exagerada. Y es que las autorizaciones se dificultan cuando choca con el ego del funcionariado, que con gesto de supuestamente hacer un favor alarga en el tiempo y en el dinero cualquier trabajo que se debe llevar a cabo en la zona ovandina.
Y lo anterior lo hemos visto recientemente de cómo se acabó de hundir un piso en el hospital Padre Billini que desde hacía tiempo se conocía de su peligro. Y esperando inspecciones, evaluaciones y autorizaciones de los técnicos colonialistas, llegó el derrumbe. Afortunadamente no hubo accidentes humanos ni de equipos. Ese conocido caso refleja toda una política de dilatar autorizaciones por la lentitud para acudir en rescate en una zona que, pese a su belleza, posee numerosas estructuras en condiciones de peligro de derrumbe. Y con el tiempo que pasan los técnicos para tomar una decisión, ocurre la tragedia. Es una inercia paralizante por el desinterés de muchos expertos, que aun perteneciendo a un sector muy militante y celoso de las estructuras coloniales, no proporcionan la atención adecuada y rápida. Es ya una política del paso de jicotea que afecta toda la adecuación de la Ciudad Colonial. Hasta ahora el rescate abarca la llamada Ciudad Ovandina quedando fuera otras zonas intramuros como Navarijo (Siglo XIX), San Lázaro, San Miguel y San Antón. En menor escala Santa Bárbara y La Atarazana ha estado incluidas en las labores de recuperación de viejas estructuras de gran valor. Los inmuebles de los barrios no intervenidos están conformados por estructuras del siglo XX y a merced de ver paredes y techos con muchas grietas y grandes filtraciones presentando condiciones muy peligrosas. Los dueños no se atreven a reparar nada so pena de verse penalizados por las autoridades responsables que no agilizan las autorizaciones a quienes necesitan reparar su propiedad.
La Ciudad Colonial poco a poco se ha ido consolidando como un lugar de gran atracción y lo demuestra el movimiento humano que circula por las áreas más atractivas como la peatonal calle El Conde y el parque Colón con su vecina y magnífica Catedral de Nuestra Señora Santa María de la Encarnación que con su Museo Eclesiástico se han convertido en una atracción de gran valor. El trencito que circula por algunas calles le da un toque pintoresco y permite a los visitantes disfrutar de un paseo y conocer al vuelo la historia de las construcciones ya restauradas.
Los trabajos de rescate de la Ciudad Colonial han sido un refuerzo para la economía y han estimulado la atracción que existe por tantos lugares de disfrutar de la buena música o del buen comer. Cada noche esos sitios se ven repletos de clientes en su mayoría jóvenes que encuentran en esas viejas casas antiguas y acondicionadas para servirle de lugar de comer o de beber. Así se completa un panorama de gran importancia para darle vida a la zona colonial que tan solo hace unos pocos años era una zona muerta después de las nueve de la noche por la poca abundancia de sitios de diversión y la escasa circulación de transeúntes. Pero ya han surgido los hoteles boutiques, que con pocas habitaciones, tienen una oferta especializada de buena demanda para clientes especiales atraídos por un ambiente colonial íntimo. Esa atracción ha permitido multiplicar tales pequeños hospedajes.
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