AM | CAMPAÑA ELECTORAL | 23 JUN 2018, 12:00 AM
En campaña permanente
INÉS AIZPÚN
En teoría, una campaña electoral tiene el propósito de dar a conocer a los votantes los programas de gobierno de los partidos que concurren a unas elecciones. El programa... y al candidato que se supone comprometido a cumplirlo.
En la práctica eso no ocurre. Pocos electores pueden decir que una campaña electoral les ha aclarado cómo se propone gobernar un candidato. Y suponiendo que sí, que el político se esfuerza y logra transmitir un programa de gobierno completo, habría que medir qué confianza o credibilidad otorgan los votantes al mensaje.
Dos años de campaña son mucho tiempo. Cuanto más madura es una democracia menos tiempo de campaña electoral se necesita. Que aquí se comiencen dos años antes, que vivamos en permanente estado preelectoral dice mucho de la fragilidad de las instituciones.
Está claro que el derecho de libre expresión, de asociación, de libre tránsito y de pensamiento se respeta tanto a un político como a cualquier ciudadano. Nadie puede negar a un partido político que trabaje todo el año, más allá de un periodo corto previo a unas elecciones. Pero la necesidad de caravanear desde ahora, montar vallas, debates inútiles, escándalos diarios, ataques personales hablan de un sistema excesivamente personalista y un populismo alimentado por los protagonistas.
Los precandidatos pueden argumentar que si un movimiento “popular” puede hacer un caravaneo para protestar por el precio de los combustibles, ¿por qué no pueden ellos hacer otro para “despertar” a sus votantes? La JCE deberá escuchar a todos y ojalá prevalezca el sentido común. La campaña permanente es muy, muy aburrida y claramente favorece a los que tienen más dinero.
IAizpun@diariolibre.com
En campaña permanente
INÉS AIZPÚN
En teoría, una campaña electoral tiene el propósito de dar a conocer a los votantes los programas de gobierno de los partidos que concurren a unas elecciones. El programa... y al candidato que se supone comprometido a cumplirlo.
En la práctica eso no ocurre. Pocos electores pueden decir que una campaña electoral les ha aclarado cómo se propone gobernar un candidato. Y suponiendo que sí, que el político se esfuerza y logra transmitir un programa de gobierno completo, habría que medir qué confianza o credibilidad otorgan los votantes al mensaje.
Dos años de campaña son mucho tiempo. Cuanto más madura es una democracia menos tiempo de campaña electoral se necesita. Que aquí se comiencen dos años antes, que vivamos en permanente estado preelectoral dice mucho de la fragilidad de las instituciones.
Está claro que el derecho de libre expresión, de asociación, de libre tránsito y de pensamiento se respeta tanto a un político como a cualquier ciudadano. Nadie puede negar a un partido político que trabaje todo el año, más allá de un periodo corto previo a unas elecciones. Pero la necesidad de caravanear desde ahora, montar vallas, debates inútiles, escándalos diarios, ataques personales hablan de un sistema excesivamente personalista y un populismo alimentado por los protagonistas.
Los precandidatos pueden argumentar que si un movimiento “popular” puede hacer un caravaneo para protestar por el precio de los combustibles, ¿por qué no pueden ellos hacer otro para “despertar” a sus votantes? La JCE deberá escuchar a todos y ojalá prevalezca el sentido común. La campaña permanente es muy, muy aburrida y claramente favorece a los que tienen más dinero.
IAizpun@diariolibre.com
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