En el caos de Venezuela, las élites se juegan su supervivencia
Por AMANDA TAUB y MAX FISHER 9 de mayo de 2017
Venezuela se hunde en el caos mientras aumentan los enfrentamientos entre manifestantes y muchos se preguntan: ¿por qué la poderosa élite política y militar venezolana continúa apoyando a Nicolás Maduro?
El país parece dirigirse hacia lo que los académicos llaman una “fractura de la élite”, un proceso en el que los funcionarios más poderosos e influyentes se separan del gobierno para forzar cambios en el liderazgo.
La furia contra el gobierno de Maduro explotó la semana pasada cuando convocó una nueva asamblea nacional constituyente, que ha sido considerada como otro intento por mantenerse aferrado al poder. Los manifestantes tomaron las calles en varias ciudades y, hasta ahora, no se dejan intimidar por la intensa represión policial que ha producido centenares de arrestos y decenas de muertos y heridos.
La violencia profundiza una crisis de varios meses que ha estado marcada por la escasez de alimentos y medicinas, el colapso económico y los intentos de Maduro por consolidar su autoridad. En otros sistemas de gobierno esas presiones han obligado a las élites a generar cambios.
“El hecho de que no haya ocurrido en los últimos dos años es el enigma más grande de todos”, dijo Steven Levitsky, experto en Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard. “Si sucede la próxima semana, todos diremos: ‘Sí, estaba destinado a suceder'”.
Sin embargo, las divisiones empiezan a aparecer. Algunos funcionarios de las principales instituciones del país han comenzado a criticar las decisiones del gobierno de Maduro, haciéndose eco de la creciente insatisfacción de la gente y de la incapacidad del gobierno para silenciarla.
Algunas acciones recientes, tanto de las élites como del gobierno, sugieren que consideran la posibilidad de una fractura. Se trata de maniobras en las que las apuestas son muy altas y potencialmente decisivas, pero cuyos resultados son inciertos.
Un juego de acciones colectivas
La fractura de la élite funciona como una suerte de juego en el que cada participante trata de averiguar lo que los demás jugadores están a punto de hacer. Al ser leales a un gobierno fallido por demasiado tiempo, corren el riesgo de ser arrastrados por la debacle. Pero si rompen con el régimen mientras otros continúan apoyándolo, pagarán un alto precio por la deslealtad.
Esta situación es tan vieja como la política misma. Platón, el filósofo griego, escribió que una élite unida puede resistir a las protestas populares pero cuando la clase gobernante se fractura, el poder puede cambiar de manos.
En este juego los personajes más influyentes tratan de probarse unos a otros, y al gobierno, para decidir si permanecen leales. Si creen que han alcanzado la masa crítica para forzar un cambio de liderazgo, todos lo impulsarán de inmediato.
A fines de marzo, Luisa Ortega, la fiscal general, puso a prueba al régimen. Cuando el Tribunal Supremo de Justicia, liderado por magistrados del gobierno, intentó apropiarse de las funciones de la Asamblea Nacional, Ortega condenó el fallo como una “ruptura del orden constitucional”.
En ese momento el gobierno enfrentó un dilema. Tolerar la disidencia de Ortega era una señal de que las élites podían romper libremente con Maduro, haciendo que las críticas en su contra fuesen más comunes. Pero al castigarla se arriesgaba a atacar a cualquier miembro de la élite que compartiera su punto de vista.
Ortega no fue amonestada por sus críticas y el fallo fue revertido.
“El hecho de que Luisa Ortega tomara esa posición y mantuviera su cargo es un signo de gran debilidad dentro de la camarilla gobernante”, dijo Francisco Toro, un experto en Ciencias Políticas que también es editor del sitio web Caracas Chronicles. “Eso nunca antes había sucedido”.
Los rápidos cambios en las estrategias políticas pueden abrir grandes fisuras, forzando a que las élites decidan si quieren seguir adelante. En 2015, por ejemplo, parecía que Maduro quería suspender las elecciones legislativas, pero finalmente aceptó mantenerlas.
“Trataron de ir demasiado lejos”, dijo Levitsky. “Eso creó demasiados conflictos dentro del régimen”.
Esta es la razón por la que los periodos de crisis pueden aumentar los riesgos de fracturas en las élites, porque los gobiernos emprenden cambios rápidos para mantenerse en el poder.
El voto decisivo
En estas situaciones, el Ejército puede usar su poder para romper el estancamiento de los grupos de poder y, a menudo, tienen la legitimidad popular para conducir una transición.
En Venezuela, algunos están llamando a los militares a que intervengan. Luis Ugalde, un prominente líder jesuita, dijo en un foro en febrero que el gobierno de Maduro había mostrado su “carácter dictatorial”. Ugalde llamó a un gobierno de transición como el que se instaló después del golpe militar de 1958, que inició un largo periodo de gobiernos democráticos.
Esas declaraciones difícilmente pueden producir un cambio. Pero, al conferirle cierta legitimidad a esa propuesta, le muestran a los posibles golpistas que contarían con el apoyo de un sector de la élite.
Sin embargo, el gobierno ha estado preparando sus defensas desde 2002. Ese año, en medio de grandes protestas, Hugo Chávez le ordenó al Ejército imponer orden. En vez de eso, fue separado del cargo por un golpe de Estado que fue revertido rápidamente.
Después de eso, Chávez llenó el Ejército con sus aliados.
En marzo, un video que se divulgó en las redes sociales mostraba a tres tenientes que dijeron que ya no reconocían la autoridad de Maduro. Al mes siguiente aparecieron en Colombia, donde solicitaron asilo. El gobierno venezolano ha exigido públicamente su extradición, lo que Levitsky califica como una “evidencia bastante clara de que el gobierno está preocupado por algún tipo de conspiración” dentro de las filas castrenses.
Como el gobierno no está seguro de si esos militares representan a una oposición más amplia dentro del Ejército, tiene que adivinar cómo silenciarlos en un juego en el que no puede permitirse el lujo de equivocarse.
Las migajas del pastel
Pero Maduro también puede jugar a ese juego. Ha permitido que sus leales se beneficien de la corrupción y los privilegios, dándoles una participación financiera en la supervivencia del gobierno.
En algún momento la lealtad se compraba con los ingresos del petróleo pero hoy, según Toro, el recurso más valioso en Venezuela es el acceso a los diversos tipos de cambio. Al aprovechar las tasas oficiales del gobierno, que establecen un bolívar considerablemente más alto que el de la tasa no oficial, alguien con las conexiones adecuadas puede generar una pequeña fortuna en poco tiempo.
El contrabando de drogas y alimentos también genera ingresos, incluso para los militares. Pero mientras empeora la economía, las élites compiten por repartirse un pastel que cada vez es más pequeño.
“Cuando las élites comienzan a competir entre sí, por lo general alguien pierde”, dijo Levitsky. Venezuela también está cada vez más aislada en el plano internacional, por lo que los altos funcionarios podrían enfrentar sanciones extranjeras o incluso cargos criminales si permanecen leales y el gobierno cambia de líderes.
Mientras aumentan las amenazas, Levitsky sostiene que “incluso los funcionarios que fueron comprados con grandes privilegios tienden a preocuparse”.
El arma secreta de Maduro
Al explicar las razones de la persistencia de Maduro en el poder, Levitsky citó la polarización ideológica como una fuerza poderosa.
El populismo de Chávez triunfó al dividir a la sociedad de una manera que para muchos era impensable. La polarización ideológica sigue siendo generalizada, incluso entre las élites.
“La deserción es más difícil cuando del otro lado está un tipo con el que no solo disentimos sobre la política fiscal, sino que es el enemigo”, dijo Levitsky. “Cambiarse a la oposición y pedir la caída de Maduro sigue siendo algo similar a una traición. Esa atmósfera hace que la deserción sea mucho más difícil”.
La escasez general de alimentos y medicamentos en el país también podría proporcionar una oportunidad para que Ortega y otros funcionarios afirmen que el gobierno no está cumpliendo con su misión socialista.
Y a los chavistas más jóvenes puede preocuparles el daño que Maduro le ha hecho a la causa. “Esos jóvenes están interesados en preservar el capital político del chavismo”, dijo Levitsky.
Esta es la razón por la que los golpes de Estado a menudo son organizados por coroneles o civiles de rangos equivalentes, que también disfrutan de menos privilegios y por lo tanto enfrentan menos desventajas al momento de desertar.
Pero ese movimiento solo podrá suceder cuando las élites estén seguras de poder ganar, porque cualquier disputa sobre la lealtad ideológica se inclinará hacia el statu quo. Las reglas del juego todavía favorecen a Maduro, aunque el mismo juego no lo favorezca.
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