Raíces de un terrorismo, razones del terrorista
César Pérez - 23 de Agosto de 2017
De nuevo un mortífero atentado terrorista del extremismo yihadistas al que por mala fe o ignorancia algunos confunden con el islamismo, de nuevo un acto de barbarie en que se el fanatismo de una secta religiosa ultra minoritaria, en nombre de una particular interpretación religiosa derrama sangre inocente, desencadenado una discusión sobre el hecho, en cuyos juicios condenatorios prevalece de manera cuasi absoluta una pasión que no da pie a la razón, a la búsqueda de la raíz de esos recurrentes actos criminales. Estamos ante uno de esos momentos en que, en nombre de la religión, reducidos grupos recurren a la violencia criminal contra las pretendidas herejías de algunos sus miembros o de otras fes, cuyo trasfondo es esencialmente político.
Los contenidos de los diversos libros y textos en que se basan determinadas religiones y corrientes religiosas están estrechamente relacionados con el contexto histórico y político en que estos se redactaron. Tienen las particulares interpretaciones de la fe de sus redactores. A propósito del islamismo, es bueno recordar que Mahoma era analfabeto, sus prédicas fueron interpretadas y escritas por sus discípulos en el Corán 40 años después de su muerte y, al igual que la Biblia, en su escritura y lectura hay diversas interpretaciones. Por eso, posiblemente, en el Corán aparecen incitaciones a matanzas de herejes recogidas por uno de sus redactores, que al ser fruto de un contexto y momento no determinan la esencia del islamismo.
En Europa, el trasfondo de muchas disputas y guerras cuyos combatientes que se cobijaban bajo escudos religiosos era esencialmente político, se hacían por el control territorial de algunos líderes políticos y/o religiosos locales para y mantener sus privilegios. En las luchas campesinas del siglo XVI en algunos países centroeuropeos se registran incitaciones al crimen contra supuestos herejes, como forma de mantener esos privilegios. En Alemania, por ejemplo, en su defensa del príncipe local en lucha contra los campesinos, Martin Lutero decía: “contra las hordas asesina y ladronas, mojo mi pluma con sangre: sus integrantes deben ser aniquilados, estrangulados, apuñalados, en secreto o públicamente, por quien pueda hacerlo como se mata a los perros rabiosos”.
Pero, sabemos que los crímenes contra supuestos herejes, las cacerías y quema de supuestas brujas, la atmosfera de terror impuesta por las inquisiciones protestantes como católicas, son esencialmente cosas del pasado, también que durante siglos el islamismo convivió en completa paz con cristianos y judíos. Las abominables interpretaciones religiosas que originaron innumerables matanzas no determinaban ni determinan lo que son en esencia el catolicismo, el protestantismo y el islamismo. Las raíces del extremismo yihadista hay que buscarlas en las relativamente recientes relaciones de algunos territorios y líderes locales del mundo musulmán con determinadas potencias occidentales.
Está profusamente documentado el papel de esas potencias en la formación del Talibán y del ISIS, desestabilizando territorios y estimulando las luchas entre líderes locales para imponerse allí y saquear sus variadas riquezas. En dicho papel, y en la miseria en que viven las familias de muchos jóvenes musulmanes reclutados por esos líderes locales y en la radicalización de muchos islamistas, que no por eso dejan de repudiar el terrorismo, es donde deben buscarse las principales razones del terrorista y las raíces de un terrorismo que no es musulmán, sino yihadista. Por otro lado, tanto el Talibán como el yihadismo son particulares interpretaciones del islamismo y ambas sectas son ampliamente repudiadas por la casi totalidad del mundo musulmán, como lo demuestran sus acciones de repulsa a los actos terroristas en diversas ciudades europeas y del mundo, solidarizándose con las víctimas de esos aborrecibles actos.
Otro elemento a erradicar de la discusión en torno al terrorismo talibán y yihadista, es la percepción de mucha gente que cree que todos los terroristas son árabes. En el mundo islámico, los árabes son apenas el 20%, y un 10% de árabes pertenecen a diversas corrientes del cristianismo; la automática ecuación terrorismo-árabes-islamismo, además de ser fuente de sentimientos xenófobos, racistas y de intolerancia religiosa, constituye una ignorancia supina del islamismo, del significado que para esta religión tienen los temas de la función social de la economía, de los límites tiene la función de la riqueza, del cooperativismo e incluso del papel de la banca en la sociedad. Existe mucha bibliografía sobre esto, quien quiera documentarse que la busque: “Mappa Mundi”, de Domenico de Masi, e “Identidades Asesinas” de Amin Maalouf, por ejemplos.
Claro que el terrorismo es un tema que más que al resto del mundo, debe preocupar al mundo musulmán y árabe, a sus principales dirigentes políticos, religiosos, sociales y productivos y a sus intelectuales. Es innegable que deben hacer un esfuerzo para reforzar la tolerancia religiosa, en hacer un aggiornamento de su religión para la época que vive el mundo, como a su modo y a pesar de todo, lo han hecho las diversas corrientes que componen el cristianismo. Deben tratar de romper las obsoletas estructuras de poder que en la generalidad del mundo musulmán y árabe dificultan ese imprescindible aggiornamento.
Esta propuesta, perspectivas de análisis entre otras muchas, podría ayudar a identificar las raíces del terrorismo yihaidsta y talibán, entre otros terrorismos, para comprender las razones que pueda tener un joven que se convierte en terrorista en una ciudad que le de oportunidades de estudio y trabajo, pero que excluye a su familia y en gran medida a él mismo en términos existenciales, espaciales, sociales y culturales y que, además, le es difícil superar el drama de la destrucción del hábitat de sus familias, de sus antepasados. Ese drama es uno de los factores determinantes para que sean presas del lavado de cerebro de parte algunos líderes de la comunidad terrorista.
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