Macroeconomía, desigualdad y las “lealtades” clientelares
- 14 de Agosto de 2017
Una sociedad donde los fundamentos de la economía, desde la perspectiva tradicional, nos habla de una macroeconomía estable donde sus indicadores: crecimiento de la economía (6.6) en el 2016, (5.3) para el 2017; tasa de cambio con poco deslizamiento; la inflación por debajo de la meta de inflación de la política monetaria del Banco Central, y la tasa de interés medianamente atractiva, sobre todo, con la última medida del organismo rector de la política monetaria y financiera, al liberalizar RD$20,430 millones de pesos del encaje legal. ¡Eso está ahí!
Sin embargo, aun desde la óptica de la mirada añeja, podríamos auscultar que esos fundamentos podrían resquebrajarse a mediano y largo plazo, cuando vemos la problemática de los déficits gemelos: Fiscal y el Endeudamiento. Desde el 2007 al 2017, a lo largo de los últimos 10 años, se han ido acumulando alrededor de RD$800,000 mil millones de pesos y el endeudamiento pasó de 13.4% del PIB en el año 2000, a 39.1% del PIB al 2017. Sin considerar al sector Financiero, que en este caso cuasi llegaría al 52% del PIB, señalado por acreditados economistas, e incluso, por el propio Fondo Monetario Internacional.
Los apologistas de estos déficits argumentan que es manejable y que en otras economías, la relación Deuda/PIB es mucho más alto. Desvelar la realidad, que es la búsqueda de la verdad, es y debe ser el rol de todo profesional comprometido con los intereses colectivos, sociales, más allá de toda agenda particular, personal y/o corporativa. La problemática, aquí y ahora, es el pago del saldo de la deuda con respecto a los ingresos al Estado: 37% de lo que recoge por impuestos. Este año, 23% se pagarán solo de intereses. Esto quiere decir que no es la relación del PIB el elemento cardinal, sino lo que tenemos que pagar de deuda con lo recaudado por la economía.
¡Una clara irresponsabilidad de los actores políticos! Comprometiendo el futuro para disfrutar el presente. Hipotecando el futuro de otras generaciones para “equilibrar el presente”. Una economía que crece 3.5 veces su Producto Bruto Interno; 5 veces han crecido los ingresos; empero, los gastos se han multiplicado 9 veces. Es ahí donde radica el grado de conflictividad, la tensión económica y con ello, la peligrosidad social en el horizonte. Un crecimiento inducido en gran medida por el endeudamiento, en que la gente no se pregunta: ¿La deuda para qué? Los presupuestos han sido financiados en un promedio de 25% con la escalada de la montaña del Monte Everest. Solamente hay que ver la relación Gastos corrientes y Gastos de Capital: 87% y 13%, respectivamente. ¡Una entropía con un coctel de ebullición sin parangón!
Ese crecimiento sistemático no ha venido acompañado de los elementos necesarios del termómetro social; dicho de otra manera, el crecimiento no ha derivado en una armonización, en una adecuación con los indicadores sociales. La Tasa de desempleo hoy, está situada en los niveles del año 2000 (13.8). El desempleo ampliado en los jóvenes es de 32%. Los Ni-Ni están en 22.5%. El promedio de escolaridad es de 44%, en cambio, en la Región es de 73%. La Tasa de Mortalidad Materna es de 90/100,000 mientras en la Región es de 68. El 15% de los niños están fuera de las escuelas y 12.9% hace trabajo infantil. De cada 100 embarazadas, 23 % son niñas y adolescentes; 12% de la población dominicana no está registrada en las actas de nacimiento, vale decir, tenemos un subregistro de nacimiento de 12%. El 57% de la economía dominicana es informal, donde el 83% de los empleos son generados por la Micro, Pequeña y Mediana Empresa y donde desde el Estado se pagan sueldos, todavía, de RD$5,117.00 pesos. John Goldthorpe identificó la ubicación de clases a partir de la situación de mercado y de la situación laboral. El mercado “se refiere a los niveles de remuneración, la seguridad en el empleo y las perspectivas de promoción”, mientras que la situación laboral “se centra en cuestiones de control, poder y autoridad”.
Una desigualdad que se expresa en la remuneración, en la renta y en la riqueza. Por ello, la desigualdad adquiere muchas dimensiones y caracterizaciones, tales como: la clase, la de rango, la jerarquización en la escalera de la estratificación social por ingresos y la que confiere el poder, sobre todo, en nuestra sociedad donde todavía la acumulación originaria de capital, se arropa sin piedad de manera desbordada, con barbaridad y desenfreno sin par.
De ahí deviene que en la estratificación social dominicana y con ella, la movilidad social, está en su dimensión ascendente-vertical, camina a paso de tortuga. Apenas un 7% de la población, según el BID; sin embargo, en la Región, la movilidad social está situada en un 41%. La movilidad social en nuestra formación social está asociada a la burocracia en el Estado. Tenemos una atroz desigualdad de oportunidades vitales: salud, hambre, malnutrición, trabajo infantil, etc. Esto genera el mantenimiento de la pobreza a una tasa por encima de los países latinoamericanos, la exclusión social y la ausencia de bienestar y calidad de vida.
En Dominicana, la desigualdad disminuyó en los años 2014 y 2015, empero, volvió a crecer en el 2016. La reducción de la desigualdad, no implica necesariamente, la reducción de la pobreza y la discriminación. Hay países donde se reduce la desigualdad, no obstante, aumenta la pobreza. Para que la desigualdad y la pobreza, actúen dialécticamente armonizada, alineadas favorablemente, tiene que haber crecimiento de la economía con una política efectiva de distribución y redistribución de la riqueza, al tiempo que se crean más empleos dignos y se disminuya significativamente la corrupción.
Esa corrupción, sistémica, institucional y endémica en la sociedad, sincronizada con el patrimonialismo, genera en la dinámica social y política, un entramado de “lealtades”, que degrada al Estado. Una corrupción de un Estado Corporativo. Parecería que en el orden institucional nos insertamos en el túnel del tiempo del pasado, retrotrayéndonos a la época histórica del modo de producción feudal. El feudalismo, cuya expresión social-institucional es el feudo, que significa: propiedad, dominio, posesión, territorio, señorío.
Esa configuración dimensional del Estado como feudalismo corporativo trae consigo: protección y reparto. Por ello, reparten y reproducen el estado como botín, como piñata, donde a cada “aliado” le toca su parte y puede hacer y deshacer en contra del Estado mismo, de la sociedad. Si pudiéramos examinar las instituciones de la administración pública centralizada y descentralizada, nos encontraríamos con decenas, centenas y millares de personas que no trabajan, y cobran. El caso de la auditoría en el Ministerio de Educación con 3,929 “maestros” que cobran, pero no trabajan, es una consecuencia de las “lealtades” al clientelismo y del Estado como patrimonialismo y rentismo. La agenda política electoral subordina y lo pervierte todo.
Que la nómina de la Cancillería se haya disparado en doce millones de pesos más, de un año a otro, es la misma dinámica de tener a INESPRE con 32 Subdirectores y Bienes Nacionales con 36. Los “aliados” del Presidente y enemigos del Estado y la sociedad, necesitan reproducirse y mantenerse y la vaca, que es el país, es la ubre de la constelación de su existencia.
¡Una sociedad muy vulnerable, castrada por una elite política que propicia , en gran medida, la brecha de la desigualdad, todo lo cual es evitable con decisiones políticas más decentes!
http://acento.com.do/2017/opinion/8482724-macroeconomia-desigualdad-las-lealtades-clientelares/Cándido Mercedes - Deshojando paradigmas
Sociologo. Experto en Gerencia. Especialidad en Gestion del Talento Humano; Desarrollo Organizacional y Gerencia Social y Sociologia Organizacional. Consultor e Instructor Organizacional. Catedrático Universitario. Director Maestrias de Administracion y de Recursos Humanos, de La UCE.
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